—Esto sí que es salir del fuego para caer en las brasas —dijo para sí mismo.

Cualquiera que fuera la mierda que pasaba en esos bosques, él no quería formar parte. Se sacaría las esposas, buscaría algún tipo de arma, quizá cogiera una cartera o dos entre todo ese equipaje manchado de sangre —estaba seguro que a los dueños ya no les importaría— y regresaría a la civilización. Y luego a Canadá, o quizás a Latino América. Lo más lejos posible. Nunca antes había robado, tampoco nunca había pensado en abandonar el país, pero llegado a ese punto tenía que pensar como un criminal, sobre todo si tenía intención de sobrevivir.

Oyó truenos, luego el suave golpeteo de la lluvia sobre algunas de las ventanas rotas. Los golpecitos se convirtieron en un repiqueteo estruendoso. El aire con olor a sangre se hizo menos espeso cuando una ráfaga de viento entró por uno de los vidrios destrozados.

"Magnífico"

Al parecer, tendría que hacer una excursión en medio de una tormenta.

—Lo que sea —murmuró, y tiró el inútil clip contra el asiento que estaba ante él.

La situación ya se había fastidiado todo lo posible, así que dudaba que pudiera empeorar.

Estaba de camino a la salida, pero de repente, Seungcheol se quedó inmóvil, conteniendo la respiración. La puerta exterior del vagón se estaba abriendo. Pudo oír el roce del metal; la lluvia sonó más fuerte durante un instante, y luego igual que antes.

Alguien había subido.

"¡Mierda! ¿Y si es el loco con los perros? ¿Y si alguien ha encontrado el jeep?"

Sintió un pesado nudo en el estómago. Podría ser. Tal vez alguien de la base había decidido coger la carretera secundaria esa noche; quizá ya hubieran avisado, al ver el accidente y enterarse de que debía haber un tercer ocupante, el hombre que estaba camino a su ejecución. Incluso podría ser que ya estuvieran buscando a dicho hombre.

No se movió; se quedó escuchando atentamente los movimientos de quien fuera que había entrado desde la lluvia. Durante unos segundos no oyó nada, luego un paso silencioso, luego otro y otro más. Se alejaban de él, dirigiéndose hacia la parte delantera del vagón. Seungcheol se inclinó hacia adelante mientras se guardaba cuidadosamente bajo el saco las chapas de identificación para que no tintinearan, y se movió con sigilo hasta asomar la cabeza por el canto del asiento junto al pasillo. Alguien estaba atravesando la puerta que conectaba un vagón con otro; alguien delgado, de su misma altura, rubio. Era un chico, uno joven, cubierto con un chaleco antibalas militar de color verde, un saco gris y una camisa blanca.

Seungcheol consiguió distinguir unas letras en la espalda del chaleco, una P, una L, una E, una D..., y entonces desapareció de su vista.

"P.L.E.D.I.S."

¿Habrían enviado un equipo en su búsqueda? No podía ser, no tan deprisa. El jeep había volcado hacía cosa de una hora, como mucho, y los P.L.E.D.I.S. no tenían relación directa con el ejército, eran una rama del Departamento de Policía, nadie los habría hecho intervenir. Probablemente su presencia estaría relacionada con los perros que había visto antes, evidentemente alguna manada salvaje mutante. Normalmente, los P.L.E.D.I.S. se ocupaban de la mierda local que los policías no podían o no querían tocar. O quizá hubieran acudido a investigar qué le había pasado al tren. No importa el porqué, ¿o sí?

"Tendrán armas, y si averiguan quién eres, este rato de libertad que tienes será el último.
Lárgate de aquí, ahora mismo"

Zero Hour ➳ JeongcheolWhere stories live. Discover now