Las olas y sus problemas con las drogas

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Una ola. Y otra. Y otra más. Y ya. No más olas por hoy. Ya conoces el dicho: tres olas son multitud, cuatro ya son una asociación de alcohólicos anónimos que quedan todos los martes en la parroquia del pueblo para hablar de sus adicciones.

Recuerdo perfectamente un martes en el que se incorporó una ola nueva. Venía del Océano Pacífico, Todas las olas le llamaban Hippie. Recuerdo la primera vez que habló. Se levantó de su asiento y dijo:

-Soy Hippie y soy plasticólica- A lo que las demás le contestaron al unísono:

-Hola Hippie-. La ola pacífica se sentó de nuevo. El instructor pidió que cada ola explicase su caso para que Hippie comprendiese a sus compañeras. La primera en ofrecerse voluntaria fue Medi. Una ola sensible. Iba todos los martes sin falta a la parroquia porque de verdad que quería cambiar. Siempre que se decidía a hablar, Medi tenía una voz entrecortada de la pena que le daba admitir todo aquello.

-Me llamo Medi, y desde hace años que estoy enganchada a las botellas de plástico. Todos los fines de semana suelo tomarme unas cincuenta y tres botellas Bezolla, veinte y siete botellas Font Vella y sesenta y un botellas Cabreiroá. Lo peor es que nunca las disfruto, me sientan tan mal que las termino vomitando en las playas- Después de esta confesión, Medi se echó a llorar. Las olas que tenía a sus lados la empezaron a consolar, y todas la aplaudieron por su valentía. Fue el turno de Atlanta, una ola muy extrovertida, que se lo tomaba todo a risa para no pensar en su terrible problema de adicción.

-Hola, me llamo Atlanta, aunque todas excepto Hippie lo sabéis- Así que se acerco a Hippie y le volvió a decir:

-Hola me llamo Atlanta, y llevo aquí desde hace tres años, siete meses, cinco días, y cuarenta y siete segundos, cuarenta y ocho, cuarenta y nueve... Bueno, estoy aquí por haber tomado un pelín de pajitas- Se quedó callada durante unos segundos- A ver, tomo lo normal, a veces cuando hay ofertas en el Burger King pues una se puede dar un caprichito ¿no?- Indi le preguntó:

-¿No piensas en el daño que le puedes estar haciendo a otros seres?- Atlanta se le quedó mirando con cara de incredulidad, sin saber cómo contra argumentar.

-Mira tú cállate Indi que lo tuyo no es muy diferente a lo mío ¿vale?- El instructor intentó calmar a Atlanta. Ella terminó enfadad y callada, con los brazos cruzados y mirando al suelo. Ya que Indi intervino, el instructor le pidió que hablase. Indi era una ola muy inteligente, que intentaba ayudar a las demás olas, pero nunca se cuidaba a sí misma.

-Bueno, me llamo Indi, y como ha dicho mi compañera Atlanta, tengo una condición de acumulación de plástico. Una vez fue tanto que tuvieron que extirpármelo manualmente, y aún tengo algo dentro de mí. Daño a seres, con los plásticos de las latas. Sin querer daño a mis seres queridos, como a mis tortugas. Ellas no tienen la culpa de nada... Por eso estoy aquí, para no hacer daño a nadie más- Indi se sentó y Atlanta dejó de estar enfadada, así que se acercó y abrazó a Indi para reconciliarse.

Finalmente era el turno de Hippie. Ella era una ola muy callada, pero tenía mucho de qué hablar.

-Hola, mi nombre es Hippie. Hace unos meses conocí a una ola del Golfo de México, y bueno estábamos en una fiesta, y me dijo que ella había encontrado una forma de pasarlo bien y conseguir mucho dinero. El trabajo consistía en cargar con barcos petrolíferos de puerto en puerto. Así de primeras me pareció una buena idea, porque necesitaba el dinero, pero no me contó los riesgos del trabajo. Así que un día, un barco se hundió en mí, y me llenó de petróleo. Después de ese día no podía parar de beber petróleo. Todas las noches bebía toneladas de este veneno negro, y todas las madrugadas lo vomitaba en playas, matando cualquier ser vivo que lo tocase. Sentía una gran culpabilidad, estuve a punto de tirarme a una roca y desaparecer del mundo. Pero fui fuerte... Y aquí estoy- Las demás olas se quedaron en silencio. Un silencio abrumador que duró minutos.

Tras la sesión, cada ola volvió a su océano o mar. Y así duraron más de trescientas sesiones. Hoy en día están en la sesión número tres mil cuatrocientos noventa y dos. Los cambios, según el instructor, parecen mínimos los primeros días, pero cuando han pasado semanas se dan cuenta de que son unas olas nuevas. Pues eso es una enorme mentira. Atlanta no deja de comer pajitas y demás residuos de comida rápida. Indi ha matado a casi todas las tortugas de donde vive. Medi no para de dejar botellas por cada playa que se encuentra. Y la pobre Hippie se ha vuelto una ola totalmente negra, que destruye todo lo que se interviene en su camino.

Señoras y señores. Estas olas no tienen culpa de nada. Somos los humanos los que les hemos enganchado a estas drogas tan peligrosas, que nos van a perjudicar a nosotros mismos. Así que la próxima vez que estén en una playa, por favor, cuenten bien las olas que hay, porque puede que sean las últimas que vean.

Las olas y sus problemas con las drogasWhere stories live. Discover now