Prólogo.

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La lluvia cae a cántaros, limpiando la mugre de las calles, fuertes gotas golpeando el vidrio, truenos resonando a todo volumen

La habitación olía a un detestable cítrico ligado con menta, las paredes de un asqueroso y colorido naranja me enloquecían, junto a la decoración exagerada me repugnaba. Supongo que para tener una cuenta bancaria con muchos ceros tiene patéticos gustos o tiene la errónea idea que este lugar con su aspecto alegra y colorido logrará mejoras en sus pacientes, es lamentable.

–Detesto esta decoración, me causa un fuerte dolor de cabeza– Desplazó su mirada por el lugar con una molesta sonrisa.

–Da buenas vibras.

–Da asco– Caminé hacia las fotos enmarcadas con su adorable familia colgadas en la pared– son bonitas.– Murmuré sobre la niña rubia de ojos azules en los brazos de su esposa.

–Por más que aprecié el cumplido hacia mí hija, no estas aquí para hablar de ella– Rodé mis ojos, ocupando el sofá frente a él y su ridícula libreta.

–¿Cómo has estado?– Solté.

–Es extraño ese tipo de preguntas viniendo de tí— Gesticuló sorprendido.

–No te acostumbres– Ubiqué mi pierna derecha sobre la rodilla de la izquierda buscando comodidad– alguien terminó muerto– Declaré, de pronto su respiración cambió y sus mejillas se ruborizaron.

–¿Qué?– Rectificó sonando afectado.

–Maté a alguien– Confirmé.

–¿Cómo?

–Tranquilo, era una porquería de hombre sumido en el alcohol, golpeador de mujeres y un padre de mierda– Me encogí de hombros– una escoria menos.

–Hace mucho entendí que el remordimiento no es un factor clave en tú vida– Habló, comenzando a anotar en su libreta quien sabe qué– la conciencia que derrumba a tantos, en tí no funciona.

>>Te mueves por el deseo y la ira.

Siguió anotando, sumido en sus pensamientos mientras me planteaba el retirarme.

–¿Por qué estas realmente aquí?– Preguntó de la nada, esta vez mirándome con fijeza.

–No hay remordimiento, tú los has dicho.

–Sé lo que dije, lo que no sé, es lo que piensas.

–Hace algún tiempo dijiste qué no era la clase de sujeto que trasmite banalidades como bondad, alegría y esa basura– Asintió.

–Eres imponente e intimidante, además manejas un mal genio y escasa paciencia, claramente tienes dificultades para comprender los sentimientos y los pesares ajenos...

—No necesito que me psicoanálises, sí estoy aquí es porque considero que eres confiable.

–Lo cuál demuestra el gran avance que hemos logrado— Dice contento.

—Las pesadillas no terminan, los recuerdos realmente se han convertido en el adversario más poderoso de todos y ni siquiera tenga la capacidad de batallarlos– Manifesté ansioso.

–Es comprensible que estés experimentando este tipo de situaciones– Artículo– estuviste ausente del mismo modo en que tú recuerdos estuvieron dormidos.

—Yo no lo elegí, no quería esto— Expresé enojado– tomé la decisión de desaparecer y ellos simplemente no lo entendieron.

–Debes al menos intentar...

–No lo haré— Pronuncié hostil.

–¿Entonces qué harás al respecto? Considero que es demasiado tarde para que resolverlo.

Rosas Y Vinotinto Where stories live. Discover now