Bielorrusia era un encanto de niña ante sus ojos, quizás un poco tímida, pero a ella le gustaba cada vez que le leía cuenta o le contaba alguna que otra historia de su hogar. Era más sencillo pasar el tiempo con ella.

Ucrania era solo un poco más difícil. Al inicio el niño había sido un poco temeroso y bastante retraído, pero con el paso de días empezó a acostumbrarse a su presencia y poco a poco hablaba más a él. Tener a Bielorrusia le hacía más sencillo y cómodo.

Rusia en cambio... no estaba seguro de cómo llevarse con él. O cómo tratar con él. Ya era un adolescente y las cosas con un adolescente eran muy diferentes a con un niño. Sobre todo, un adolescente como Rusia que no se comportaba como el resto. Frío y callado, nada bullicioso ni atrevido, básicamente la antítesis de un adolescente promedio. Al menos con URSS tenían en común gritarse a los inicios de su amistad.

¿De qué podía hablar con Rusia? ¿Del clima?

Rusia en cambio, notó la incomodidad en el rostro de México, él parecía tratar de decir algo, pero nada se le ocurría.

Quizás ya era hora de intentar hablar.

―¿Te gusta el ballet? ―México se sorprendió un poco, pero igual sonrió suavemente.

―Un poco. Imperio Ruso eh... tu abuelo, solía invitarnos a mí y a mi viejo presidente Porfirio Díaz a ver el ballet ruso. Su favorito siempre fue El lago de los cisnes--

―Tchaikovski ―Una rara expresión se formó en el rostro de Rusia. Un curioso pedido escapó de su boca antes de darse cuenta ―¿Cómo era mi abuelo?

Pero México solo seguía sonriendo, y ese curioso brillo en sus ojos apareció. Sus palabras habían sido correctas.

Rusia siempre había tenido curiosidad con respecto a su abuelo. Él nunca lo conoció. Imperio Ruso ya estaba muerto cuando él existió. Cada vez que le preguntaba a su padre sobre su abuelo, éste a veces comentaba una cosa o dos y luego desaparecía por varios días. Conforme crecía se daba cuenta de un profundo dolor en los ojos de su padre cada vez que mencionaba algo acerca de su abuelo, por ende, dejó de preguntar. En su lugar, mejor preguntaba a mayores o ancianos, o buscaba un poco de la historia en la biblioteca familiar.

La gran mayoría de cosas que leía o que escuchaba siempre eran de lo mismo, su abuelo era un hombre recto y duro, siempre vestido elegante, con joyas y un poderoso cargo político. Vestía lo mejor, comía lo mejor, vivía en un palacio junto a la familia real, rodeado de lujos y bailes.

Esos eran los puntos de vistas de aquellos ajenos a su familia, no el punto de vista de su propia familia.

México le contó acerca de la primera vez que conoció a Imperio Ruso, él aún era Nueva España, él aún era una colonia en ese entonces ―Cómo pasa el tiempo ¿No? ―Fue lo que él le dijo. Imperio Ruso le dio la sensación de un estirado y amargado con su vida, lo cual hizo a Rusia sonreír levemente, comparando al estricto y elegante abuelo con uno amargado.

Su primera reunión había sido bastante tensa, debido a que él seguía en su lucha con la independencia. Después de la reunión no volvió a saber nada más de Imperio al menos hasta el mandato de Porfirio Díaz.

―Díaz siempre trató de mejorar lazos con las otras naciones, gracias a él es que empecé a mejorar mis relaciones internacionalmente. Empecé a conocer nuevas naciones y volví a tener contacto con viejos amigos ―Una ola de tristeza embargó el rostro de México, esa mirada de traición fresca en su rostro. Algo había pasado. Rusia recordó brevemente lo que su padre había dicho "Мексика antes nos apoyaba con materia primas, pero luego de lo de su hermano... decidió entrar de forma bélica."

―¿Мексика?

México solo suspiró ―No te preocupes, estoy bien. Solo son... problemas que tengo ―Problemas que tienen que ver con esta guerra mundial aparentemente ―¿En qué estaba? ¡Ah sí! Por Díaz empezamos a conocernos de modo más oficial. Díaz e Imperio eran los que hablaban mayormente porque Díaz no confiaba en que no fuera a decir una tontería ―Un deje de nostalgia se mostró en su rostro.

―Una vez le hablé en náhuatl ¡Y tu abuelo no sabía ni qué decirme! ¡Solo se me quedaba viendo! Díaz reía "discretamente", eso entre infinitas comillas, pero me regañaba al final. Tu abuelo dijo que me parecía mucho a su hijo, y él no lucía muy feliz de solo pensarlo ―México reía suavemente por eso. Rusia se dio cuenta del sonido de esa risa, era suave y bella ―Tu abuelo siempre me pareció amargado, pero cuando conocí a su hijo las cosas se hicieron más interesantes.

―¿Mi padre?

―Si ―México rio con cariño recordando eso ―No nos llevamos bien al inicio. En efecto, nos odiábamos cuando nos conocimos ―Rusia sinceramente no podía imaginar a su padre odiando a México cuando cada vez que hablaba de él era con anhelo, cariño y algo a lo que él se atrevía a decir era amor ―Comenzamos con el pie izquierdo ¡Y literalmente! Le di un pisotón en nuestra primera reunión porque él me llamó "El molesto gallo rojo" en ruso ¡y creyó que no me di cuenta!

Así que por eso la sonrisa burlona de México y el rostro nostálgico de su padre. Porque él había dicho casi lo mismo que cuando México y él se habían visto la primera vez.

―Díaz tuvo que sujetarme para evitar arrojarme a URSS, y tu abuelo y Roman tuvieron que contener a URSS para que no se les soltara. ¡Nunca había visto a tu abuelo tan avergonzado! O con otra expresión que no fuera una amargada. Se disculpó varias veces con Díaz ¡E incluso regañó a URSS enfrente de todos! Díaz hizo lo mismo conmigo y tuvieron que mover la reunión para otro día. En la siguiente reunión Díaz me trató como a su hijo e Imperio tuvo que obligar a URSS a disculparse.

―Después de ese buen inicio las siguientes reuniones fueron un poco iguales. Imperio terminaba regañándonos y castigándonos después de cada broma o insulto ¡Y yo ni siquiera era su hijo! Creo que con el modo en que peleábamos se le olvidaba ese detalle. Díaz e Imperio se llevaban bien al tener un par de hijos problemáticos ―México ahora parecía un poco triste.

―Creo que tu abuelo siempre quiso una gran familia, recuerdo que él decía que vivir en el palacio era un tanto aburrido. Los zares en efecto eran buena compañía, todos eran diferentes al anterior, algunos buenos, otros malos, algunos aburridos, otros que te hacían cuestionar la mente humana ―Rusia se descubrió a sí mismo riendo quedito, en un tono muy bajo ―Pero seguía siendo una vida un tanto callada y solitaria, incluso podía notar la frialdad en el rostro de su hijo. Cada vez que venían a una reunión con Díaz, decía que nunca en su vida había gritado ni reído tanto. Incluso su hijo parecía mostrar más emociones cada vez que me jugaba bromas y estas funcionaban.

―Tu abuelo siempre nos invitaba a festivales, al ballet ruso, a conocer a sus escritores, a veces nos hablaba a mí y a tu padre en las raras ofertas de paz sobre sus zares y su gente. Creo que le hacía sentir feliz tenerme ahí al lado escuchando todo lo que él decía, al menos de lo que recuerdo, le hizo sentir que tenía un segundo hijo.

Rusia... se sentía tan bien en esos momentos. Tan feliz de escuchar esos lados de su padre y su desconocido abuelo ¿Y eso no era curioso? ¿Poder conocer al fin un lado de tu familia que tu no sabías por una tercera persona? La sola idea de imaginar a su padre riendo o peleando en una situación que no fuera de vida o muerte, le era tan ajena a lo que él vivía cada día de su vida desde el momento de su nacimiento.

Por fin conocer un lado de su conocido abuelo miembro de la realeza que nada tenía que ver con la alta alcurnia, le hacía sentir tan cercano a él. Saber que ellos habían reído y disfrutado de sus vidas en cierto modo le hizo sentir humano.

Eran naciones, y ellos estaban vivos.

Quizás -#EventoRusmexNavideñoWhere stories live. Discover now