12. Decisiones precipitadas

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Jungwoo más ido que cuerdo con las mejillas sonrosadas por el alcohol y los labios temblando por el coraje, tomó entre sus manos el bolillo que Jaemin previamente le había dado para el susto y comenzó a cantar a todo pulmón la letra de la canción que estaba reproduciéndose en la televisión. 

   — ¡Él me mintió! ¡Me dijo que me amaba y no era verdad!

   Jaemin tomó un plátano del frutero de la mesa y lo acompañó.

   — ¡Él me mintió! ¡No me amaba! ¡Nunca me amo!

   Tambaleándose sobre los sillones Haechan puso las manos sobre su pecho, fingiendo muecas de dolor para acompañarlos en el coro.

   — ¡Con el corazóooooon destrozadoooooo! ¡Y el rostro mojadoooooooooo! ¡Soy tan desdichada! ¡Quisiera morirmeeeeeeeeeeeeee!

   Jaemin sabía que sus dos amigos estaban demasiado ebrios como para notar que estaban cantando baladas tristes, sin embargo, no podía negar que de alguna manera se sentía reconfortado. Al menos ambos intentaban entender su dolor.

   Con la firme promesa de no volver a tomar alcohol en un buen tiempo, Jaemin fingió que se tomaba las copas de vino caro que Jungwoo había pedido a domicilio (Jaemin ni siquiera sabía que tal cosa existía) y después de un par de tragos, sus amigos comenzaron a perder la cuenta y también la vergüenza pues cantaban con tanta pasión que Jaemin ya no sabía quién era el dolido de verdad. Si él o ellos.

   — ¿Por qué lo dejo? ¿¡Por qué!? ¿¡Por qué!? —Jungwoo no dejaba de preguntar con verdadero dolor y angustia. Nunca lo había visto borracho y ahora entendía porque Jeno siempre le decía que beber en exceso era malo.

   — ¡Pudieron haberlo tenido todo! ¡Pero el idiota cara de perro lo dejó! —Haechan lo apoyó sin dudar. Y luego se puso de pie sobre el sillón y comenzó a saltar sobre ellos, como si fuera un trampolín—, ¡Lo dejó! ¡Lo dejó! ¡Lo dejó!

   —No entiendo cómo pretenden hacerme sentir mejor sino dejan de repetir lo mismo —Jaemin reconoció. Él necesitaba apoyo moral, no soportar a un par de borrachos que tenían más coraje almacenado dentro su corazón que una viuda—. Ustedes me están deprimiendo más.

   — ¡El mi mintió! —Jungwoo lo ignoró y retomó su tarea de cantar con el corazón—. ¡Me dijo que me amaba pero no era verdad!

   Jaemin estaba seguro de que esa era su estrofa favorita. Ya era como la décima vez que la decía.

   Dejó un momento a sus ebrios amigos en la sala y se dirigió a la cocina a tomar un poco de agua. La garganta se le había secado con tantos gritos y reclamos. Francamente Jaemin jamás tuvo la intención de organizar una fiesta dolida en su apartamento, pero como no tenía el corazón de echarlos debía aguantarse y esperar a que ambos estuvieran tan cansados (o ebrios, lo que sucediera primero) para encontrar la paz y echarse a dormir.

   Tomó del botiquín que tenía sobre el fregadero un par de pastillas para la jaqueca y cuando estaba a punto de tomárselas alguien llamó a la puerta. Jaemn miró con nerviosismo la sala y en silencio se dijo que no iba a abrir. Si acaso era el casero no iba a darle mucha gracia ver como montaba fiestas escandalosas en su apartamento. Y si no, daba lo mismo. Nadie estaba en condiciones de ver a tres personas tan patéticas hundiéndose en su propia miseria.

   Por desgracia los golpes en la puerta no cesaban. Y aunque no eran violentos, eran insistentes. Jaemin poco a poco comenzó a preocuparse, ¿y si era algo importante como que su edificio se estaba incendiando? No podía asegurar que quien estuviera del otro lado de la puerta no estaba llamando por una emergencia.

   Jaemin movió la cabeza de un lado a otro, tratando de despejar todas las negatividades. Un nuevo toque en la puerta lo hizo dar un brinquito. Muy bien, él iba a abrir, pero en cuanto se diera cuenta de que se estaba volviendo demasiado paranoico para su propio bien, cerraría la puerta y se uniría a Jungwoo y a su bolillo para comenzar a cantar canciones de Luis Miguel.

Move On |NoMinWhere stories live. Discover now