~ 2 ~

31 4 2
                                    

Recordaba –de la boda del cerdo con el anciano- que Tokio era ruidosa y poseía montón de calles que parecían no dormir, en lo absoluto; sin embargo, esto era algo totalmente diferente.

Las luces centelleaban con el sólo propósito de verse bonitas, la gente en las calles parecía más contenta de lo usual y, por cada puerta de algún establecimiento que se abría, suaves villancicos las inundaban. No pude evitar el estremecimiento que me recorrió.

La verdad honesta es que no estaba seguro sobre cómo debía sentirme, ahí en medio de todo; había demasiada felicidad para alguien que se alimentaba de emociones contrarias. Apreté la mano de Beka y, cuando se giró para verme, me encogí de hombros.

Quizá yo no sabía cómo me sentía, pero él sí.

-eh, chicos- soltó de pronto, dirigiéndose al resto -. Tengo que ir por unas cosas antes de volver al hotel.

Yuuri frunció el ceño, pero Víktor se limitó a pasar un brazo sobre sus hombros y apremiarlo a seguir caminando.

-¿a dónde vamos?- pregunté, cuando fue evidente que Otabek si tenía un destino en mente al separarse de los otros.

-ya verás.

Críptico. Por supuesto.

Le seguí de cerca, prestando la mitad de mi atención al camino que él dirigía y la mitad en las luces, el cielo del que comenzaban a caer pequeños copitos de nieve suave, y las personas felices a nuestro alrededor. Me detuve en medio de lo que parecía ser una pequeña plaza. Un árbol navideño gigante la ocupaba entera y me pareció centellante.

El hombre a mi lado soltó una risilla burlona, obligándome a verle con una ceja alzada.

-¿qué?

Negó con la cabeza, su mano libre cubriendo su boca, tratando de esconder el gesto.

-¿qué?- repetí con un gruñido.

-tenías la misma expresión que pone un gato asombrado ante las luces- explicó.

Me quedé boquiabierto, ¿debería sentirme ofendido?

Antes de poder reaccionar, Ota ya me había envuelto en sus brazos y continuó arrastrándome por las calles, lo que me hizo preguntarme.

-¿cómo es que conoces tan bien Tokio?- era una pregunta legitima, después de su primer encuentro en Kazajistán, prácticamente habían vivido en el plano infernal y sus poquísimas visitas al humano eran sólo Hasetsu y Nurusultán.

-oh, antes venía mucho a visitar a algunos amigos y tocar música con ellos.

Como explicación me parecía insuficiente, pero era parte de ese trazo de vida que no conocía de él.

Antes de haberlo engañado para formar nuestro lazo, me había tomado el tiempo suficiente, siguiéndolo, para reconocer si era la mejor opción en cuanto a comida; me había dado cuenta de sus rutinas, de sus amistades más cercanas e influyentes, de su familia. Había notado también esa parte solitaria que a veces lo llenaba, como sombras que se escurrían por las rendijas de su propia alma –y esa oscuridad había sido perfecta para lo que planeaba-. Pensaba que le había conocido lo mejor posible y, sin embargo, había un montón de su pasado sobre él que desconocía todavía.

-ven, es por aquí.

Dimos una última vuelta, antes de llegar a lo que parecía una zona de casas privadas; aquí la navidad había llegado con un poco menos de glamour, pero aun así, podían verse pequeñas luces de colores colgadas en algunas fachadas. Me gustaba más ese estilo, parecía más auténtico.

Hiems CanticumWhere stories live. Discover now