Capítulo 4

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—Ya estás aquí —dice Gabriel levantándose de mi sofá. Se acerca rápidamente a mí y lleva su mano hacia mi mejilla—. ¿Estás bien? Te ves un poco distinta.

Miro alrededor y observo mi casa tal cual la dejé. La mesa de café llena de envoltorios de chocolates, una escoba apoyada a una de las paredes de la cocina... soy un desastre, lo reconozco.

Veo detrás de él un espejo y entiendo a qué se refiere. La ropa que llevo, toda negra y seductora, no es algo que lleve normalmente. Hice que Kadva la apareciera para mí esta mañana.

—Esta soy yo, Gabriel. Siempre lo he sido.

Lo veo hacer una pequeña mueca con la boca antes de mirar detrás de mí. Nunca había visto a Gabriel con el ceño fruncido, hasta el día de hoy.

—La corrompiste —dice con rabia en sus palabras y yo me estremezco.

—Llevo mucho tiempo haciéndolo, solo ahora logré verdaderamente algo.

Gabriel coloca sus ojos azules en mí, abriéndolos mucho y me duele porque me doy cuenta de que nunca traicionó mi privacidad, aun cuando podía hacerlo.

—Pensaba que lo sabías, incluso pensé que todo esto era un teatro —intento disculparme, pero él se aleja de mí con rapidez.

Me giro y veo a Kadva que se encoge de hombros. Nada de esto le importa, eso me queda claro.

—Es decir que... siempre estuviste del lado de la oscuridad, ni siquiera consideraste una vez en toda tu vida venirte conmigo.

—Cuando era más niña, quizás sí.

— ¿Hace cuánto habías tomado esta decisión? ¿Por qué no te fuiste con él desde ese momento y me dejaste a mí seguir mi vida? —casi me grita al decir esas últimas palabras.

Me da la espalda y se pasa las manos por su cabello. La luz que entra por la ventana incide en él y hace que sus reflejos dorados y blancos se vean incluso más brillantes de lo que ya son.

—Porque para mí también eres importante, pensé que si no decidía podía quedarme con los dos.

—Me iré ahora —dice y despliega sus alas, «plumas blancas»—, voy a pensar que no quisiste decir lo que entendí.

Se envuelve con ellas, y desaparece frente a mis ojos, dejando una luz brillante por la cual tengo que cerrar mis ojos y colocar mi brazo sobre ellos.

—Mila... —escucho murmurar a Kadva, intentando ser comprensivo con lo que ocurrió.

—Quiero ir a ver a esa chica de la que tanto me hablaste. Esa de la que está cuidando tu hermano y que le cae tan bien.

—No creo que sea buena idea —me dice antes de colocar sus manos en mi cintura—, primero tengo que avisar que vamos para allá, no me gustaría incomodarlos.

— ¿Y desde cuándo «La Híbrida» tiene que pedir una cita para ver a alguien?

—Desde nunca —me sonríe—, y me encanta ese nombre. Estoy seguro de que se va a pegar rápido.

—Quiero que todos sepan que ya estoy aquí, y que estoy de parte del Fénix.

Solo veo la sonrisa de Kadva antes de que todo se ponga oscuro. Lo próximo que veo es la cara de una chica, no parece asustada ni nada por el estilo. Tiene el cabello rojo como el fuego y los ojos azules más expresivos que he visto en mi vida, no parece real.

— ¿Quiénes se supone que son ustedes? —levanta sus cejas, denotando impaciencia y lo único que puedo hacer es sonreír. Tiene porte de reina.


No tengo que pensarlo dos veces: esta chica me cae bien.

La Decisión [RELATO CORTO] ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora