Tomé cualquier ruta y ni siquiera me molesté en elegir un destino. Era demasiado temprano para ir a cualquier parte y si regresaba a casa me iba a encontrar con mi madre, pues ella siempre se va después que mi padre. Así que la razón por la cual terminé específicamente en el mariposario todavía no la entiendo. Fue algo realmente extraño. El autobús se detuvo frente al zoológico, miré la entrada y como mosquitos atraídos a la luz, bajé del autobús y recorrí el lugar, tratando de controlar el dolor en el pecho al recordar la primera vez que Jeno y yo estuvimos ahí.

   Después de un par de horas de divagar y anhelar, terminé parado frente mariposario y aun con la angustia recorriendo mis entrañas, lo miré, tan fijamente que ni siquiera percibí cuando mis pies se movieron solos y me llevaron a formarme para comprar una entrada. No lo decía ni siquiera en mi cabeza, pero era como si tuviera la necesidad de enfrentar un miedo, por más estúpido y simple que este fuera. Era como si sintiera la necesidad de ponerme a prueba. De demostrar que no era tan cobarde como todos creían que era.

   Entré con un grupo de diez personas, pero me desvié del recorrido y llegué a la zona en donde las mariposas estaban libres. Lo contemplé todo con suma agitación y traté de mantenerme imperturbable, y por un rato, la cosa funcionó. Al principio no me sentía realmente intimidado. Observaba a las mariposas aletear sus alas y me convencía a mí mismo de que estaban demasiado lejos para hacerme daño.

   Pero cada paso que daba era más inseguro que el anterior. Los insectos pasaban a lado de mí, rozándome, amenazando con estrellarse conmigo, y en el momento en que uno de ellos se posó sobre mi brazo y se quedó ahí, sin hacer nada, sentí un terror tan abrumador que me quedé paralizado.

   Todo comenzó a darme vueltas. Traté de tranquilizarme, no quería montar una escena frente a las personas que estaban visitando el lugar. Pero, fue como si en ese momento todas las emociones negativas se me juntaran. El odio, la traición, el pánico de que Jeno creyeran mis palabras y no volviera más, salieron a la luz y se mezclaron con el agudo terror de mi patética fobia.

   Las lágrimas comenzaron a bajar por mis mejillas y en un intento por serenarme me senté lentamente en el piso y junte las rodillas hacia mi pecho, escondiendo mi tristeza. Cuanto deseaba que alguien apareciera y me diera un abrazo. Cuanto deseaba que alguien me cuidara, que alguien me entendiera, que alguien me escuchara. Yo sé que por naturaleza los seres humanos debemos ser fuertes e independientes, pero por un momento quería sentirme reconfortado. Quería que alguien tomara el control de mis emociones y apaciguara los miedos que tanto mal me hacían.

   Todo comenzó a ser repentinamente borroso. El aire se me iba y cada vez que quería levantarme me encontraba con que las piernas no me respondían. Escuchaba a la lejanía los comentarios de las personas que se detenían a verme como si fuera un número de circo. Alguien pidió ayuda, otro más se burló y para cuando fui consiente Jeno estaba tomándome entre sus brazos, llevándome hacia la salida.

   Me dividí entre creer que él era real y en que el anhelo de volverlo a ver me estaba dejando loco. Finalmente opté por dejarme llevar y simplemente me abracé a su cuello, aferrándome con fuerza. Sabía que no tenía ningún derecho, había lastimado su corazón diciéndole todas esas cosas horribles y después empujándolo a los brazos de Renjun como si esa fuera la solución. Yo no merecía nada de todo lo que él me estaba dando, pero aun así le supliqué que no me soltara y que en sus brazos me diera el consuelo que tanto estaba buscando.

   Fue un extraño pero lucido momento de claridad el que tuve al verlo a los ojos. No importaba el precio que tuviera que pagar, lo mucho que me doliera perder a Renjun, lo mal que quedara frente a mis padres o el daño que pudiera hacerle a Jaehyun; amaba a Jeno con todo el jodido corazón y no pensaba dejarlo ir nunca más.

Extraño |NoMinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora