veni vidi vici

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Vine, vi, vencí


He encontrado una caja perfecta para él. 

Marte. Martes. Armar. El olor del plumón jamás me agradó. Golpea sin avisar. Siempre es brusco. Asqueroso. Amarillo. Marca. Amar. Armario. Aromar. Pero pasan los minutos y uno se asienta al olor. O al menos disimula que no lastima. Aprendí a hacer eso bien, a mentir. 

No tiene sentido que siga escribiendo dentro de su hogar. Ni tenía sentido empezar a hacerlo, hace mucho que no lo hago y todas las figuras están deformes. Además, a quien le escribo, nunca podrá leerme, le he destrozado los ojos. Trazo. Tacho. Levanto. Mancho. Caigo. Nada es preciso. Marzo. Embalsamar. Contramarca. Pero en mi cabeza, esa que me queda, después de todo este infortunio si en alguna noche él empieza a soñar, quizá, quizá, quizá, quizá, quizá (cinco, porque el cuatro lo odia), las letras se levantarán. Le hablarán de estas palabras. Lo arrullarán como él a mí me susurro debajo de las estrellas y la luna. Aunque no tengan sentido, las palabras lo tocarán, y las verá.  

Se ha movido de lugar, ¿a dónde? No sé, pero ya no en la nuca. Ya no entre la sangre. Amarrar. Calmar. Enmarca. Marca. Ya no susurra. Y si susurra, ya no escucho. Ya no golpea. Y si golpea, ya no siento. Ya busqué en el espejo. Reflejo borroso. Y no está. Aunque quizá sea mentira, porque el ojo ha comenzado a vivir por sí solo. Solo. A palpitar por sí mismo. Nos hemos despedido sin despedirnos. 

Le agradará esta caja. Le agradará por el momento en el que la habite, estoy segura de que el sonido de la M le permitirá vivir por mucho tiempo más del que estuvo conmigo. No debería decirlo yo, no debería pensarlo yo, pero ojalá que encuentre un hogar pronto. No quiero que muera dentro de un cartón que se perderá en el agua. 

Tonto. No debió pedirme que lo dejara cerca del agua, él no quiere morir ahogado. 

Desenmarañar.

Es una pena.

Amargo. 

Que nunca.

Amaranto. 

Podré verlo. 

Mermar. 

Nunca quise ponerle una forma, no necesitaba hacerlo. Él estaba y con eso era suficiente. Muchas veces no nos fijamos en la forma que tienen la cara de las personas que amamos. ¿Amo? No recuerdo la curva de la sonrisa de mamá, ni si tenía arrugas en los ojos. No recuerdo si a papá se le notaban las costillas cada vez que respiraba. Me imaginaba que las manos de Hide eran largas, puntiagudas y esqueléticas. Nada más. Él era suficiente. Su voz lo era. 

Duele mi ojo izquierdo. No he podido dejar de tocarlo. 

Un líquido extraño comenzó a salir de este. Que tantas cosas vio. Y. No. Pudo. Con. Ello. Le dije a él, el de la cabeza, que tal vez estaba escupiendo delirios (los que engullimos juntos); de la herida (que mamá nos supo hacer) las venas se cerraron y se pusieron negras. Algo comenzó a crecer en mi. Semillas. Ojalá hubieran sido de alguna flor tan bonita como las que ella sabía haer crecer. 

Mamá. Mamá. Mamá. Me tocó. Y vida no me dio.

Me quitó.

Desenmascarar. Amaromar. 

Ya no hay flores en el vestido de mamá. ¿Las habré arrancado a todas? Aunque quizá nunca las hubo. Quizá si aún me permitieran ver, todavía podría notar algunos pétalos marchitos cayendo como pequeñas envidias. Pero, ahora, media ciega, media muerta; solo me queda ver la pintura roja que se ha quedado en las faldas, ahí, entre las cenizas, entre las salivas.  

Proclamarlo. Martillo. Declamar. 

Yo tenía razón. Verme arder a mí. Ver arder la noche. Ver el fuego, no me calmó. El sufrimiento y dolor no eran suficientes para aplacar los llantos de los cerdos. Estoy segura de que anoche debajo de las llamas, ya no había piel mía que arrancar. Aun así, quería quemarme. 

Cámara. Mariposa. Deformarme. 

Porque, ahí, donde ya no me quedaba nada, vi que se me podía robar todo. 

Deformar. Deformarnos. Deformarte.

No le dije, y no planeo hacerlo, y ya no puedo hacerlo. Pero iba a dejarlo con alguien más. Iba a colocarlo sobre algunos pobres labios. Empujarlo a la lengua, infectar con este delirio. Hacer que fuera masticado junto a ventanas oscuras. Que sintiera el vidrio raspar. Y, sobre todo, que volviera a subir. Que después de que fuera triturado por los dientes de alguien más, después de quedar en nada. 

Margaritas.

Subiera. 

Que encontrara un espacio calmado entre el cráneo y el cerebro, y que durmiera con los ojos de alguien más. Hasta que se acostumbraran tanto al sonido de su voz, que les provocara miedo no escucharlo. Miedo de no ver lo oscuro. 

Transformar. Amartillar.

Después de todo, quiero que alguien más lo vea. Pero no puedo caminar más. Los caminos se han acabado. Y ya no hay cerdos artistas para presenciar. 

Ultramarinos. Amarchantar.

Intenté arrastrarme con las manos. Como las larvas. Abriendo la boca y zigzagueando con el cuerpo. Llegué hasta el río. Aquí estoy. Y me puse a partir mi cráneo un poco más. Yo misma me he dicho que no puedo, pese a eso, pese al temblor de mis labios y las lágrimas de mis ríos rojos. 

Sigo. 

Derramar. 

Ha sido su idea después de verme tocar el fuego.

Ahí, reflejo de mis ojos en el espejo: Monstruo. Colores brillantes y el reflejo de mi rostro. Monstruo. El de mis ojos. Monstruo. Ya no puedo jalar el párpado tanto porque se iría al suelo, y la enredadera brotaría despacio. Enfermarte. Inhumar. Marchitarnos. Duele hacerlo. Duele hasta el corazón. 

Acaricio el párpado. Con las faldas manchadas de madre, y las manos llenas de tierra y cenizas. La vista en el cielo. ¿De qué color es el cielo?

Me imagino arenas. Sol. Azul. Marea. Pulgar e índice. El fin siempre duele. Pulgar e índice. Lloro más delirios, y el grito busca el cielo, quema la arena. Jalo. Le busco atrás del iris; empuja de mí lo que ya está negro. Amar. De mi garganta sale un demonio para besar una nube engusanada y llena de cenizas. Jalo. Sostengo y jalo. Tuerzo. Duele. Duele mucho. Pruebo por primera vez el río rojo del que tanto hablábamos. Mar. Clac. 

Ahí está. 

Hide.


Él hubiera estado ahí, recostado en el hueso occipital, si mis sesos hubieran sido cuchareados, después de haber abierto mi cráneo en dos. Mar es mi nombre. 

Pero no es nombre de quien vivía dentro de mí. 




Carne humana | PTR 2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora