ÓN DEL PAPA LUNA

219 0 0
                                    

Yo le arranqué El corazón del

Papa Luna

el corazón a Benedicto XIII

COR AZÓN PAPA LUNA

www.peniscolamagica.com

Título: “El corazón del Papa Luna ” c Autor: Vicent Melià i Bomboí Segunda edición: 12 de Noviembre de 2009 Asesoramiento literario: Vicent Palatsí i Armero Fotografías: Vicent Maura Albiol Jordi Maura i Posas Ediciones: www.peniscolamagica.com Contacto: Bajada del Bufador 19. 12598 Peñiscola (Castellón) - ESPAÑA Teléfono: 638032154 Edición e-book: ISBN: 978-84-613-5979-0 Edición libro: ISBN: 978-84-613-6156-4 Depósito Legal: CS - 360 - 2009 Registro General Propiedad Intelectual: Biblioteca Valenciana, asiento: 09/2008/1075 Impresión: Imprenta Rosell (Castellón de la Plana) Este libro no podrá ser reproducido, ni total ni parcialmente, sin previo permiso escrito de los titulares del copyright. Todos los derechos reservados.

El corazón del Papa Luna

Vicent Melià i Bomboí

Fotografías: Vicent Maura Albiol Jordi Maura i Posas

Peñíscola, ciudad en el mar. (1420 -1424)

1

.unque más allá de un brazo de distancia sentía de nuevo su presencia. Después de casi tres ciclos lunares en aquel lugar había aprendido a anticipar la visita, puede que fuera el calor que emitía su cuerpo, o quizá era su olor, o tal vez su apagada y sorda respiración, no podía afirmar qué era pero lo cierto es que sabía que estaba ahí, cerca, muy cerca, esperando pacientemente el momento en el que fuera vencido por el cansancio y quedara sumergido en un pesado sueño. Cerró los ojos, se mantuvo quieto e imitó la respiración de un hombre profundamente dormido. No sabe el tiempo que transcurrió fingiendo pero éste le pareció una eternidad. Durante la angustiosa espera se repetía, una y otra vez: —¡Tengo que mantenerme despierto! ¡No debe ser consciente de mi miedo! Le rozó la pierna, su pelaje era resbaladizo. Iba acompañada de un hedor tan fuerte que éste le ascendió por las fosas nasales y le golpeó en el cerebro activándole el recuerdo de su más temida pesadilla. Pese al terror, intentó controlar la respiración para evitar que el corazón desbocado le delatara. Era consciente que tarde o temprano todo hombre tiene que enfrentarse a sus fantasmas y que a él le había llegado el momento. En ese mismo instante notó que le trepaba por el pecho, con las afiladas uñas le hería en la piel. Entreabrió suavemente los ojos y ante ellos vio los suyos, rojos como dos brasas, se le heló la sangre ante esa mirada. Sintió cómo el vello de la nuca se le erizaba. La bestia al detectar la emboscada se lanzó sobre el cuello desnudo. Mordiéndose los labios aguantó el dolor, no debía ni podía gritar. Logró atraparla del hinchado vientre; al verse cazada se removió dando latigazos con el rabo, profundizando más y más en busca de la yugular. Con ambas manos la apretaba sobre los arcos de las costillas, a la vez que notaba cómo un cálido riachuelo de sangre le resbalaba por el pecho, pasándole por el vientre hasta empaparle los testículos. —¡No puedo aplastarla! Estirando con todas sus fuerzas logró arrancarla y la lanzó contra la pared; al estamparse sonó como un reseco pellejo de tambor quedando aturdida. Aprovechó la desorientación de su enemiga y se abalanzó para acorralarla, ambos sabían que sólo uno de ellos debía sobrevivir.

A

apenas podía ver

Vicent Melià i Bomboí 7

Gruñía a cuatro patas balanceándose de un lado a otro, buscando encontrar el punto débil, mientras que la alimaña babeaba a la vez que levantaba el pelaje de la espalda para dar la sensación de que aumentaba de tamaño. ¡Ahí estaba, el filósofo frente a la bestia! Fue ésta quien primero decidió el ataque, pero esta vez saltando en busca de los ojos. Durante ese vuelo mortal, milagrosamente el pensador consiguió atraparla y rápidamente la arrastró hacia la boca apretando su cabeza entre los dientes. Ella seguía desgarrando con las uñas, azotando con el rabo, incluso buscaba destrozarle la lengua. No sabe cuánto duró la cruel batalla puesto que el tiempo parecía haberse detenido para siempre, pero por fin logró reventar la bóveda que fortificaba los sesos, no sin antes romperse un par de dientes. Al paladear la sangre de su enemiga emitió un rugido de orgullo similar al del león de la tierra de sus antepasados, un grito que le afloró de lo más profundo. Había conseguido cazar a la bestia que le produjo torturas de tal magnitud que ni siquiera los oscuros seguidores del falso Papa Clemente VIII conseguían afligirle con sus aparatosos instrumentos. Durante este tiempo de cautividad le había visitado todas las noches para cobrarse tiránicamente su impuesto de sangre y de carne, incluso en una de ellas, cuando el agotamiento le quebró el cuerpo y el alma, ésta le arrancó de cuajo uno de los dedos del pié derecho. Por todo ello, pese al dolor de la herida sintió una satisfacción indescriptible al saborear los sesos aplastados, mezclados con el pegajoso pelaje y el líquido de las bolsas oculares. Y para disfrutar mucho más de la victoria se tumbó sobre la paja panza arriba, parecía el perro que busca ser acariciado, desplazando los restos una y otra vez, sobre la lengua; los saboreaba como si de un dulce de miel se tratara. Utilizó los castigados dientes para desgarrarle la tripa y arrancarle el pequeño corazón, que todavía seguía latiendo. Al observarlo le vino a la mente su gran pecado y abrazado por el amargo recuerdo lo dejó caer. ¡Yo le arranqué el corazón! —gritó. Con la habilidad del gran cirujano que era la fue descarnando para después, como el ladrón que quiere ocultar el botín de su fechoría, enterrar los despojos debajo del lecho de paja putrefacta. Mezcló la sangre del roedor con barro para aplicárselo de empaste buscando taponar la herida y detener la hemorragia. Sabía que pronto sufriría una infección que acabaría con su vida, pero esto no le importaba pues ya había decido cómo y cuándo marcharse. —Me queda poco tiempo, tengo que completar la obra antes de cruzar el laberinto —musitó. La luz del amanecer filtrada por la pequeña y única reja del techo comenzó a iluminar débilmente su pálido rostro. La sangre de la rata

ÓN DEL PAPA LUNAWhere stories live. Discover now