7. Una canción para recordar

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—No es gracioso —reproché un poco desanimada.

—Tal vez por eso no nos quiere contar —comenzó a decir Lissa, acariciando mi blanca cabellera.

Mía y Ella guardaron silencio y me observaron.

—Bueno, ya, cuenta —Mía golpeteó la mesa.

—Cálmate —gritó Ella entre risas.

—Es que no estoy con Jacob por el chisme, pero no lo cuentan —dijo irritada.

Mi corazón se hundió y mis ojos se llenaron de lágrimas, pero las mantuve dentro antes de que me vieran mis amigas. Me levanté de la mesa, casi ocultando mi rostro y dije:

—Puedes ir con el rojo, ya no les tengo nada que contar.

Y así me dispuse a caminar al interior del salón. Se escuchó un pequeño bufido por parte de Mía, luego dejé de escuchar.

Más pronto de lo que cantaba un gallo, estaba en el interior de un cubículo intentando detener mis lágrimas, lo cual era una causa perdida.

Una vez que un pensamiento negativo invadía mi sistema, todo era un mundo gris, un mundo gris que odiaba. Una vez que entraba en ese mundo gris era difícil salir: permanecía estática, a penas era capaz de respirar, era como estar sumida en un sueño.

En uno desagradable.

Las lágrimas cálidas bajaban por mis mejillas blancas y casi frías. Mi respiración se entrecortaba en jadeos. Y ya harta de mí misma y de mi funcionamiento de positivo y negativo, me dispuse a salir. Abrí la puerta del cubículo, agarré papel y caminé al espejo, donde una pequeña Emma con las mejillas ligeramente rosas, ojos inyectados de sangre y su rostro empapado, apareció delante de mí.

Primero limpié mi rostro con el papel, luego lo dejé en el bote de basura y abrí la llave para así mojar mi rostro y después secarla con un poco de papel.

Cuando salí del baño, Clark me esperaba fuera, estaba recargado en la pared y observaba fijamente mi rostro. Por instinto, giré mi cuerpo.

—Emma —llamó.

—¿Clark? —contesté, aún sin girar—. ¿No deberías estar en clase?

—Y tú igual —no respondí, no giré—, te vi en el salón, tenías los ojos llorosos, quise alcanzarte, pero fuiste más rápida, así que te esperé.

—Debes ser extremadamente lento si no puedes alcanzarme —dije con una sonrisa sobre los labios, la cual desapareció.

—De verdad ibas rápido, tal vez no querías que alguien te viera llorar, ¿verdad? Pero...

—Pero tú me viste.

Y precisamente así fue.

Clark, sin decir nada, me abrazó y me acompañó al salón, Tara nos observaba desde su asiento, y cada mirada era distinta, cuando Clark la observaba, su mirada era dócil, buena y sonriente, pero cuando era yo, su mirada era seria, fría y envenenada.

Ambos nos sentamos en nuestros respectivos lugares, yo delante de la pareja y a un lado de Lissa.

La verde me observó, hizo una mueca y me extendió un pequeño papel con un dibujo, encima unas palabras que decían: "Te quiero"

En el siguiente descanso, Mía se fue con Jacob y Lissa tenía que arreglar algunas cosas con su ex, así que Alex y Ella me acobijaron con preguntas. Cansada, les conté lo ocurrido con Clark: nuestros encuentros en el parque, el trato de la lista y cuando me esperó al salir de canto.

Tintes de otoño | completaWhere stories live. Discover now