Un Sabueso y Dos Amigas

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Draco se quedó toda la noche junto a ella, dormitando a su lado. La conversación, casi en tono de discusión, que había sostenido con Harry Potter lo había dejado de mal carácter. Lo bueno era que no se lo había transferido a Hermione y ésta al final había terminado interesada en su patronus más que en lo que él pudo haber hablado con Potter. Se notaba el poco interés de ella por su ex y eso lo dejaba tranquilo.

En la mañana, a eso de las nueve, otro medimago revisó a Hermione. Este era un hombre joven y se le notaba que trabajaba feliz, porque en ningún momento se le borraba la sonrisa de la cara. Aunque Draco podría asegurar que el hombre estaba embelesado con la belleza de Hermione o su fama. Pero eso era mejor que tener al resentido social del medimago que la atendió a su llegada.

—Ambos están bien —informó el hombre—. Se puede llevar a la señora Malfoy a casa.

Draco sonrió, no le iba a corregir que Hermione era todavía su novia. Tampoco ella lo iba a hacer, sonaba lindo ser la señora Malfoy.

Una vez que el medimago se retiró de la habitación, Hermione intentó levantarse pero Draco de inmediato se lo impidió.

—¿Qué ocurre? Me acaban de dar el alta.

—Lo que pasa es que ya viene mi madre con ropa para ti, ¿o pensabas lucirte con pijama nuevamente? —Hermione sonrió y se volvió a acomodar en la cama.

—Draco, antes de irnos quiero pedirte que por favor no le digas a mis padres lo que ocurrió. Se preocuparían más de la cuenta. Total, ya estoy bien.

—¿Por qué? Ellos deben estar al tanto de lo que te ocurre.

—Lo sé, pero sucede que ellos no aceptan todo lo que viene del mundo de la magia... nos ven como personas extrañas. Tal vez quieran que me vaya con ellos o llevarme lejos si se enteran de que sufrí ese ataque.

—O sea que nos ven como bichos raros.

—«Fenómenos», esa es la palabra. ¿Me entiendes ahora?

—Está bien. No les diré nada.

—Además aún no entienden bien eso de la guerra y lo que les hice... ya sabes cuando les borré la memoria —él asintió recordando el momento en que ella, en medio de interminables conversaciones durante las noches, le contó lo que había tenido que hacer para proteger la vida de ellos—. Además, hay otra cosa que quiero comentarte —Draco arqueó una ceja y se sentó en el sofá que estaba a un costado de la cama—. Anoche, cuando estaba en la biblioteca, antes del ataque del dementor, vi un libro que me llamó mucho la atención y que estaba abierto en el escritorio...

—¿Sí? ¿Qué libro? —preguntó Draco interesado.

—No recuerdo bien el título, pero hablaba de un pueblo americano, los Capacocha, que mataban infantes para volver a la vida.

—¡Qué extraño! No recuerdo haber visto un libro de ese tipo. Bueno, hace mucho que no me acerco a la biblioteca... Y, ¿dices que estaba abierto, así como si alguien lo hubiese estado leyendo?

—Sí, abierto y con la luz de lámpara del escritorio encendida. Me dio miedo... ¡ese pueblo mataba a niños!

Draco se puso de pie, no quería alarmar a Hermione, pero era muy extraño que un libro con esas características estuviese en casa, y abierto, como si alguien lo leyera, ¿sabría de eso su padre?

—Draco, ¿y si alguien quiere dañar a nuestro bebé?

—Si alguien le quisiera hacernos daño, no dejaría pistas tan evidentes a tu alcance —dijo intentando que ella no le diera mayor importancia al asunto, aunque él bien sabía que eso había que investigar—. Anda, no pienses más. Ha de ser una coincidencia. Hace unos días le solicité a una elfa de la casa que ordenara la biblioteca, posiblemente dejó ese libro olvidado —no mentía con lo de la elfa, ya que, conociendo a Hermione tarde o temprano quería buscar un libro allí, y quiso que estuviera ordenado para cuando ella quisiera buscar un libro. Aunque de igual forma, el tema le extrañaba bastante. Quizá su padre tuviera que explicar más de una cosa—. Así que no le des más vueltas al asunto y tranquila, ¿sí?

Y todo por una nocheWhere stories live. Discover now