—Eso fue asqueroso— digo después de unos minutos de silencio sin poder superarlo.

Bufa.

—No seas un llorón, compartes saliva con chicas, o chicos— puntualiza—. Y tu boca ha estado posiblemente en una vagina, o pene— vuelve a puntualizar— ¿Y te de asco mascar el chicle que anteriormente estuve masticando yo? Es algo carente de sentido.

—No es lo mismo— me defiendo —y solo para aclarar tu duda, siempre vaginas, nunca penes.

—Porsupuesto que no es lo mismo lamer los fluidos corporales de otra persona a comer algo que salió de la boca de otra— niega— lo primero es peor, aunque tampoco es que sea del todo malo — ladea su cabeza para observarme detalladamente —y con respecto a tu orientación sexual, que bueno que te diste cuenta que Dorian no es tu tipo.

Dibuja una sonrisita diminuta de burla.

—Eh, que Dorian es mi amigo —frunzo el ceño. Ya quisiera Dorian tener esa suerte.

—Bah, pensé que follaban en secreto.

Vuelve a prestar toda su atención a su cuaderno dejándome confundido. ¿Son ideas mías o la sangronita está de buen humor hoy?

La veo tratando de llenar los ejercicios que dejó a primera hora el maestro Crover, estrategia para que pudiera acercarme a ella y ofrecerle mi ayuda. Claro, y yo voy directo al matadero.

—¿Cómo vas con las matemáticas?— cuestiono. Ella me devuelve una mirada suspicaz.

—¿Cómo vas con tu vida amorosa? —pregunta.

—Del asco —respondo sin pensar.

—Exacto —señala con su lápiz.

Cuando al fin entiendo su punto entrecierro los ojos.

—Ja, ja. Muy graciosa— ironizo.

Encoge un hombro.

—¿Qué quieres, Franco? Me estorbas— gruñe. Okay, esta es la Miley que conozco.

—Nada— miento.

—¿Me vas a decir que solo viniste a cuestionar por qué fumo en una aula abandonada?

—Sí, sobretodo porque es horario de clases, a la que claramente estás faltando—decreto.

—¿Y tú quién eres, el director?— me fulmina con la mirada— ah, y por si no te has dado cuenta, tú también estás faltando a clases.

—Por tu culpa— la acuso.

—No te pedí que anduvieras detrás de mi culo como perrito faldero— se encoge de hombros— no te necesito.

—Yo creo que sí— señalo su cuaderno donde sus hojas descansan estrujadas y manchadas de borrones.

—Lárgate— gruñe.

—Obligame— la reto y arquea una ceja. Supongo que no se lo esperaba.

—Te encanta tentar tu suerte, ¿Eh querubín?— cruza sus brazos por delante de ella.

Lo de querubín hace cosas buenas por mi ego, pero lo dejo pasar.

—Entre otras cosas— hago alarde con mi mano.

Bufa.

Checo la hora y me doy cuenta que ya voy quince minutos retrasado y teniendo en cuenta que es la hora de la señorita Clenton, no creo que me convenga.

—¿En serio que ni fuera de detención me libro de tí?— el aburrimiento cruza sus facciones— eres como una garrapata.

—Teoricamente hablando, las garrapatas solo aparecen en animales, ¿O sea que tú eres uno?— dibujo una sonrisa triunfante y ella trabaja en una Floristería. Irónico, ¿no?

30 Días en detención ©जहाँ कहानियाँ रहती हैं। अभी खोजें