Melissa soltó un suspiro; comprendía un poco a Andrew pues a ella le tocó que vivir la muerte de sus dos abuelos maternos —y quienes la criaron—, casi de forma simultánea. Por lo que entendía que él deseaba estar solo, pero también reconocía que en situaciones así: lo mejor es encontrar apoyo y compañía. Igual como Maggie estuvo con ella cuando todo aquello pasó, hace más de cinco años.

—¿Segura que es solo gratitud lo que sientes por él? —inquirió Melissa, tiempo después. Se le había ocurrido algo, sin embargo, quería saber qué tan importante era Andrew para su amiga, porque es decir, lo que iba a proponerle era una locura que no se hacía por cualquiera.

La escuchó suspirar, acción que la hizo volcar toda su atención en ella. La estudió por unos segundos y notó que tenía el ceño levemente fruncido y que estaba sopesando la respuesta a la pregunta que le había lazando. Sin embargo, había algo muy significativo es ello, ya que si tanto le costaba decidirse, eso le decía más que mil palabras.

—Lo aprecio, si es lo que quieres sabes —contestó un minuto después, pero a su amiga no le bastó.

Melissa disimuló una sonrisa, porque ella estaba casi segura que su mejor amiga, sin darse cuenta, se estaba enamorando de Andrew. Terminó de cortar el pollo y la gallina, puso un sartén con aceite al fuego y se decantó por decirle lo que se le había ocurrido, pero antes la molestaría un poquito.

—Claro, solo lo quieres... —murmuró con diversión. Maggie volvió a verla con el ceño arrugado y sin comprender, o fingiendo en realidad, que no sabía qué le estaba insinuando—..., pero te iba a decir que si quieres nos damos una vuelta por el hospital y le llevamos cena a tu buen y querido amigo Andrew —soltó con ironía, jugando con la lengua en su boca y haciendo un gran esfuerzo por no molestarla más.

—¿En serio?, no sé, no creo que sea apropiado. ¿Pero qué crees vos?, él me dijo que estaba bien solo...

—Eso es lo que él dice, ¡por todos los cielos, Maggie!, los hombres pagan por no mostrar debilidad y Andrew es más que obvio que no quiere que lo veas vulnerable. Sin embargo, te aseguro que no la está pasando nada bien solito y que necesita a su buena y querida amiga Margarita. —La aludida rodó los ojos y disimuló una sonrisa.

Okay, déjame pensarlo. —Aunque siendo sincera ya lo había decidido: sí iría a verlo.

Para las seis de la tarde; el par de amigas partieron al hospital. Y por donde pasaran se podía escuchar el tronar de la pólvora, se apreciaban las luces navideñas titilando y muchos transeúntes por las calles. A Margarita la navidad era de las festividades que más le gustaban; el clima era frío, las familias se reunían y la felicidad pululaba en compañía del viento.

No obstante, luego de pasar por varias calles y colonias en donde la alegría se podía percibir; llegaron al hospital. En donde, al contrario del exterior, el ambiente era distinto, más lúgubre y desabrido. Se bajaron del vehículo y sacaron del maletero unas bolsas plásticas en donde había recipientes herméticos con la cena que habían preparado.

Melissa le dijo que se iría a la cafetería, pues no era permitido introducir alimentos al hospital. Entonces Maggie se fue a la zona destinada a tratar y cuidar de pacientes con enfermedades crónicas. Haciendo una oración silenciosa para que la abuela de Andrew estuviera mejor y que este último recibiera aquella visita de forma grata.

Abotonó su cárdigan e introdujo ambas manos en los bolsillos del mismo; el aire acondicionado estaba inclemente y a su vez aumentaba lo tétrico de andar ahí, con los pasillos apenas siendo iluminados, con el silencio tan profundo y perturbador.

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