capítulo VI

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Después de aquella tarde Nakahara creyó que todo volvería a la normalidad, dejarían lo sucedido como un episodio del pasado enfocándose nuevamente en los planes que ya habían formado a futuro, continuarían con su relación olvidando los celos, pero para su mala fortuna las cosas solo pudieron complicarse aun más.

Dostoievski intentaba por todos los medios acercarse al pelirrojo, entablar una conversación para intentar que recordará, su plan funcionaria debió a que tenía por seguro que a esas alturas los sueños que su amado ángel tenía eran sobre su vida anterior, dejando como el problema principal a Dazai.

La primera vez intento pasarlo por alto, las marcas en las muñecas del menor, los moretones alrededor de su cuello eran clara evidencia de que mantenían relaciones como pareja, sin embargo su preocupación surgio cuando las escoriaciones en su piel comenzaron a ser por otros motivos y lo único que podía hacer era ver a la distancia como su aparente noviazgo se fragmentaba.

- por favor Dazai escuchame - con lágrimas en su rostro el pelirrojo intentaba que su pareja le diera una oportunidad para explicarse a sabiendas que lo suyo ya no iba a ser lo mismo

- ya cierra la boca - de manera rápida dio media vuelta golpeando la mejilla del contrario, fue con tal fuerza que lo hizo caer al suelo - te gusta estar de ramera con ese ruso entonces vete con él

- no Dazai por favor eso no fue lo que pasó, yo te amo a ti - no se levantó mostrando la sumisión y dependencia que tenía, no quería perderlo después de tantos años, ni siquiera porque le había levantado la mano

- no me sigas - se alejo a pasos apresurados de ahí dejando al pelirrojo deshecho en lágrimas, lo que hacia era señal de haber perdido, lo lastimaba y abusaba de su cuerpo solo para infundirle temor, existían otras maneras de atarlo a su lado pero no podía evitar sentir desesperación.

- no me dejes Dazai - recogió sus cosas del suelo con dificultad, sus manos no dejaban de temblar, se sentía tan patético por caer tan bajo

- ¿estas bien? - un azabache se acercó inclinándose para poder ayudarle aunque al principio fue rechazado - puedo llevarte a tu casa

- no, dejame en paz - se levantó por su cuenta negándose a ver su rostro

- lo que él te hace no está bien, no puede seguir lastimandote solo porque esta inseguro de si mismo - el aire frío resoplo notando como el cuerpo del menor se estremecia, se quito la bufanda y la colocó alrededor de su cuello - vamos dejame ayudarte

Esta vez no hubo respuesta más que un debil movimiento de cabeza asintiendo a sus palabras.

Todo el camino permanecieron en silencio, llegaron hasta la casa de Nakahara dando el paso al extranjero y cerrar detrás suyo.

- ¿vives solo? - el ruso dejó sus cosas en la entrada observando con atención el lugar, si se fijaba lo suficiente podía notar que habían características similares al apartamento que algún vez poseyó Chuuya en su vida anterior

- mi hermana esta de viaje por el resto del mes - una mueca de dolor se formó en su rostro cuando intento sacarse la chamarra permitiendo que su invitado viera los moretes de su piel

- no puede ser, hasta donde a llegado- tomó su mano guiandolo al amplio sofá - ¿donde más te a lastimado?

- todo mi cuerpo, la última vez crei que me mataría - pequeñas gotas saladas bajaban de su rostro de solo recordar - no entiendo porque terminamos así, el me dijo que me amaba y jamás me lastimaria

- es mi culpa - de su mochila saco vendas y una crema para que las lesiones sanaran más aprisa

- no es tu culpa, el no tendría porque actuar celoso por ti, tu y yo no nos conocemos mucho menos él como para creer que lo cambiare tan fácilmente- removió las lágrimas de sus mejillas dando un largo suspiro, ya no quería seguir llorando, estaba tan cansado pero no podia dejarlo

- tu eso no lo recuerdas pero él si- tomó su brazo para pasar la crema sobre las marcas antes de vendar la zona

- ¿a que te refieres? - no lograba comprender cuando fue el momento en que Dazai conoció a Fyodor, que relación tenían y hace cuanto tiempo ocurrió

- si quieres saberlo deberás tener la mente abierta mi hermoso petirrojo- con delicadeza acarició sus niveas mejillas con su pulgar, lo había extrañado y con el error del castaño estaba más cerca de su premio

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