"Todo, si es por tí"

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          Alcé la vista para contemplar la luz que brillaba sobre mi cabeza. Parecía muy lejana y aislada pero su mera existencia me daba fuerzas y esperanzas. Sueños y deseos que se destruían cada vez que recordaba dónde estaba y cómo había llegado hasta ahí. Echaba de menos mi hogar, echaba de menos ser libre. No sabía cuánto aguantaría en esa prisión, pues las cicatrices de mis muñecas me recordaban lo débil que era. Sin embargo, eso ya no me importaba.

          Cerré los ojos cuando los rayos de sol alcanzaron mi rostro. Disfrutaba de la sensación, de su calor, del atisbo de esperanza que alimentaba mi corrompido ser. A medida que esos valiosos minutos se escapaban de mi control y la luz que entraba por la ventana se movía, mi desesperación aumentaba. Retrocedí instintivamente y tiré con rabia de las cadenas que me coaccionaban a quedarme inmóvil. Las lágrimas cayeron por mis mejillas, posándose sobre la mordaza que presionaba mi boca, y se acumularon hasta caer por su propio peso. No las escuché chocar contra el suelo; desconocía la profundidad del foso que me rodeaba y las sombras y gritos que procedían de él no hacía más agradable mi reclusión. Cada segundo era una eternidad de sufrimiento y dolor por lo que mantenía mi mente ocupada con pensamientos del pasado, aunque eso a veces me perjudicaba más.

          Este castigo no era justo. Sabía que no era inocente de los pecados de los que se me acusaban, pero no era justo. Desconocía el tiempo que llevaba recurriendo a la misma historia, una y otra vez. Era lo único que podía hacer y, cuando mi agotamiento me lo impedía, simplemente dejaba la mente en blanco, con la mirada perdida.

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          Sé que los actos tienen sus consecuencias. Sé que lo que hice está mal pero no tenía otra opción. No iba a permitir que te hicieran daño pues era mi obligación mantenerte a salvo. Eras tan pequeño e inocente... tan frágil. Eras y siempre serás mi hijo. Cuando me encierren, soñaré cada día con el momento de volver a verle, de estrecharte con mis brazos y cantar con dulzura, a pesar de que sé que soy un cero a la izquierda en la música. Lamento no haber podido hacer más o no haberlo hecho mejor. No habrá día que no me arrepienta de haberte dejado en sus manos... pero ya no hay vuelta a atrás. No quiero alargar mucho esto, solo quiero que sepas que eres lo más importante de mi vida y que te quiero.

Te deseo lo mejor.

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          Recordé lo que lloraba cuando escribí esa carta. Cada palabra era como si me apuñalaban en el corazón pero no podía dejar que mi niño pensara que le abandoné. Aunque era precisamente lo que había hecho.
Y con este último pensamiento, decidí apagar mi mente. La oscuridad fue absorbiendo poco a poco lo que quedaba mí hasta que entré en la nada. Exhalé para despedirme del mundo y, al fin, libertad.

No cambiaría nadaWhere stories live. Discover now