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La de hebras negras movía la cuchara de forma que ésta asimilara ser un avión. El pequeño niño con sólo tres años de edad, se movía un tanto inquieto en su silla, con la emoción de sus ojos siguiendo aquella cuchara.

—Di "ahh"

Leyla abrió ligeramente su boca, haciendo que el de hebras platinadas la imitara. El pequeño trozo de pescado hervido, se posó en la lengua del tercer hijo de los Zoldyck, haciendo que éste lo degustara al momento.

Ese era el sucesor definitivo que iba a tener esta generación de los Zoldyck, y sus cabellos platinados lo confirmaban. E incluso siendo así, el cuarto hijo ya estaba en camino.

—Mmm, rico ¿verdad? —articuló con una sonrisa tenue en su rostro. 

El de cabellos platinados soltó una risa tonta, afirmando la pregunta de su "niñera". Ella bufó con burla, al ver lo tierno e inocente que era Killua. A veces solía recordar cuando cada Zoldyck que pasó por sus manos era así: lleno de alegría e inocencia, pero no se lamentaba por cómo los criaban, pues así era la tradición de su familia y ella no era nadie para estar de acuerdo o no. Simplemente cumplía órdenes y ya.

Y también una misión.

—Te guardaré en mi memoria —le habló sarcástica, volviendo a tomar un poco más de comida con la cuchara de plata.

Dos golpes sonaron en la puerta y ésta se abrió lentamente, dejando ver a una mujer de cabellos rubios atado en una cola alta y con el traje de la servidumbre de la familia.

—Leyla-dono, el cuarto hijo está a punto de nacer, la necesitamos. —Su voz monótona y cortante provocó que Killua la mirase con miedo y pronto comenzara a inquietarse, removiéndose en el asiento.

Leyla asintió y dejó a un lado el plato, sin prestar atención a los pequeños balbuceos que el de hebras platinadas soltaba hacia ella.

—Vigila a Killua por mí.

Se levantó sin rastro de la persona burlona que estuvo hace minutos atrás. Y ahora sólo estaba una Leyla firme e irritada, pues ella siempre asistía a cada nacimiento de los Zoldyck, como el guardián que era. Sin embargo, ya estaba algo cansada porque este ya era el cuarto y no dejaba de preguntarse cuánta descendencia más iba a dejar esta generación.

—No, Leya. Ella me da miedo. —La voz de Killua tembló al ver como la de hebras oscuras se alejaba de él, y en cambio la intimidante mujer de cabellos rubios se le acercaba—. Llévame contigo, por favor. No haré ruido —rogó con tristeza, sin pronunciar bien alguna que otra palabra, mientras trataba de bajarse del asiento que estaba diseñado para que los bebés no se cayeran fácilmente.

La de ojos dorados hizo caso omiso a su llamado y siguió de largo, sin darle una mirada atrás, indiferente como era en un trabajo. Y de fondo se escuchaba los llamados de Killua, ya sollozando.

 Y de fondo se escuchaba los llamados de Killua, ya sollozando

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The Immortal Guardian | CANCELADA.Where stories live. Discover now