8. No hace falta que me llame "señor", profesor.

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Se inclinó y besó la mejilla de Harry para seguidamente salir del Gran Comedor. El azabache la siguió con la mirada hasta que McGonagall llamó su atención, haciéndolo sobresaltar. La profesora murmuró algo como "todos los Potter son iguales" y siguió con Ron.

Annie bajaba por la colina en dirección a la cabaña de Hagrid. No era muy usual que ella andara sola por Hogwarts, pero podía acostumbrarse. Al llegar, sólo observó cómo tres Hufflepuffs se encontraban ahí y supo que nadie más tomaría aquella clase.

-¡Hola Annie! -saludó Hagrid alegremente.

-¡Hola Hagrid! ¡Hola Fang! -chilló Annie agachándose a acariciar al perro.

-¿Donde están Harry, Ron y Hermione? -preguntó.

-Uh, bueno.. -murmuró Annie sin saber qué decir- ellos no podrán tomar tu clase, me temo. Pero me dijeron que te mandan saludos.

Hagrid quitó la sonrisa de su rostro y asintió secamente. Momentos después pidió que abrieran sus libros para comenzar la clase.

La clase resultó bastante interesante a opinión de Annie. Sin Malfoy o algún Slytherin cerca, Hagrid se desenvolvía muy bien y se emocionaba al explicar.

Cuando sonó el timbre, comenzó a caminar de regreso al castillo, a su clase de Defensa contra las Artes Oscuras. Llegó a tiempo, junto a Harry y Ron mientras se detenían junto a Hermione.

-¡En Runas nos han puesto demasiados deberes! -se quejó, angustiada, cuando se le unieron sus amigos-. ¡Una redacción de cuarenta centímetros y dos traducciones, y tengo que leerme todos estos libros para el miércoles!

-¡Qué palo! -murmuró Ron.

-Pues espera y verás -replicó ella-. Snape también nos pondrá un montón de trabajo.

En ese momento se abrió la puerta del aula y Snape salió al pasillo. Como siempre, dos cortinas de grasiento cabello negro enmarcaban el amarillento rostro del profesor. De inmediato se produjo silencio en la cola.

-Adentro -ordenó.

Annie miró alrededor mientras entraba con sus compañeros en el aula. La estancia ya se hallaba impregnada de la personalidad de Snape: pese a que había velas
encendidas, tenía un aspecto más sombrío que de costumbre porque las cortinas estaban corridas. De las paredes colgaban unos cuadros nuevos, la mayoría de los cuales representaban sujetos que sufrían y exhibían tremendas heridas o partes del
cuerpo extrañamente deformadas. Los alumnos se sentaron en silencio, contemplando aquellos misteriosos y truculentos cuadros.

-No les he dicho que saquen sus libros -dijo Snape al tiempo que cerraba la puerta y se colocaba detrás de su mesa, de cara a los alumnos; Hermione dejó caer rápidamente su ejemplar de Enfrentarse a lo indefinible en la mochila y la metió debajo de la silla-. Quiero hablar con ustedes y quiero que me presten la mayor
atención.

-Si no me equivoco, hasta ahora han tenido cinco profesores de esta asignatura -recorrió con la mirada a todos- Naturalmente, todos esos maestros habrán tenido sus propios métodos y sus
propias prioridades. Teniendo en cuenta la confusión que eso os habrá creado, me sorprende que tantos de ustedes hayan aprobado el TIMO de esta asignatura. Y aún
me sorprendería más que aprobaran el ÉXTASIS, que es mucho más difícil. -Empezó
a pasearse por el aula y bajó el tono de voz; los alumnos estiraban el cuello para no perderlo de vista-. Las artes oscuras son numerosas, variadas, cambiantes e ilimitadas. Combatirlas es como luchar contra un monstruo de muchas cabezas al que cada vez que se le corta una, le nace otra aún más fiera e inteligente que la anterior. Están combatiendo algo versátil, mudable e indestructible.

Annie y el Misterio del PríncipeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora