Su amigo Samuel miraba Sigrid mientras Sten le preparaba la cena.

El rubio estaba nervioso, no podía quitarse de la mente el pub donde había cierto grupo en esos momentos, borrachos como cubas seguramente.

Y Trez estaría allí, lo sabía porque había visto como Killian lo invitaba con ellos, a sus chicos. A su ratoncito, menuda rata.

Killian le caía bien, se recordaba a sí mismo. Y él no quería complicaciones en su vida; Trez tenía cara de ser una complicación enorme.

—Yo puedo quedarme con Sigrid y pasar de mi cita—le había dicho Samuel.

Que su querido amigo, su querido y promiscuo amigo, pasara de una cita para quedarse con su hija era sin duda su manera de echarle a los brazos de las complicaciones.

Pero Sten había recogido a Sigrid de casa de sus padres, y estaba ejerciendo de padre responsable.

¿Qué día era? ¿Miércoles? No iba a dejar a su hija un miércoles para cazar un ratón.

Pero estaba acribillando las zanahorias que intentaba pelar. Si las verduras pudieran gritar esas estarían pidiendo clemencia.

—La oferta sigue en pie—dijo Samuel, y abandonó a la zanahoria mutilada para buscar otra.

Miró a su niña, preciosa, estaba viendo dibujos en la televisión mientras ellos hacían la cena.

Y miró a su amigo, joder, ¿qué iba a hacer?

—Oye, Killian y Markus rompieron el mes pasado, ¿no?—dijo Samuel más malicioso de lo que quería aparentar.

—No me jodas...

Pero Samuel solo sonrió, cabrón, él lo había visto y sabía dónde meter el dedo. Pocas veces, y con pocas personas, los celos le habían podido a Sten.

Una siempre fue Natalia, y otra era su hija. No quería que Trez entrara en esa categoría, en ninguna para ser sinceros.

Solo su alumno.

Pero imaginó como en ese mismo momento se estaría follando a Killian, y una nueva zanahoria murió por la causa.

—No puedo.

—Sí puedes, pero no te lo permites.—Samuel le quitó el cuchillo de la mano y liberó a la zanahoria.

Sten miró a Samuel y miró a Sigrid, quería mirar a Trez.

—Sigrid, ¿qué te parece quedarte a ver una película con el tío Samuel mientras yo voy a trabajar un rato?

La niña se volvió, los miró a ambos, y sonrió.

—Soy su tío favorito, y tú, corre o te van a quitar el trabajo—dijo guiñándole un ojo el muy cabrón.

Se lavó las manos, agarró la chaqueta y le dio un beso a su hija en la frente.

—¿Yo no tengo beso?—Sten le plantó un beso en la frente a él también, por idiota.

—Pórtate bien—le dijo, especialmente a Samuel—. No le pongas películas románticas a mi hija—le amenazó desde la puerta.

Pero no oyó la contestación ni como ambos decidieron que querían ver Definitivamente, quizás.

No oyó nada porque se enfocó en llegar al pub, no vio ningún taxi, pero si se daba prisa podría llegar andando.

Una vez liberada su mente solo se centró en una cosa, o quizás mejor dicho una persona.

Sus piernas largas y fuertes estaban en sintonía con su mente, porque iban todo lo rápido que podían hasta que se descubrió corriendo el último trecho.

Si no fuera por el ruido dentro del local, su apertura brusca de la puerta y su entrada precipitada habrían llamado la atención, pero no lo hicieron.

Buscó y encontró, y no le gustaba lo que había encontrado.

Trez, está allí, pero Killian estaba tan cerca que sabía lo que iba a pasar, y no, si él estaba allí eso no iba a pasar.

Llegó hasta ellos, y la sonrisa de Trez desapareció, Killian se separó y se dio la vuelta para mirarle.

—Ey, Sten...

Pero a este le importó una mierda lo que dijera aquella rata en esos momentos, agarró a Trez y lo sacó de allí.

Pensó que tendría que arrastrarlo, pero no hizo falta, él le siguió, al menos hasta que estuvieron en la calle, y se paró en seco.

—No—le dijo.

Sten se giró y lo encaró, habían olvidado su chaqueta dentro y hacía frío pero él no parecía tenerlo.

—No—volvió a decir—. No puedes hacer esto.

—¿Hacer qué?

—No puedes venir, y mirarme así, no puedes sacarme, no puedes decirme que no quieres nada más, no puedes confundirme diciéndome una cosa, y luego haciendo otra.

Estaba tan molesto y también estaba tan comestible con su cara enfadada, tenía razón, Sten sabía que no podía.

Pero el rubio le besó, y Trez le devolvió el beso. Dios, había ido a por eso y era lo que había necesitado.

No supo cuánto duró pero por él que durara mucho, toda la noche pero le notó temblar.

El moreno estaba congelado a pesar del calor que estaban generando.

Se quitó su chaqueta y se la puso a Trez, él mientras tanto no decía nada. Pero tenía los labios tan hinchados que se los devoró otra vez.

—¿Dónde está tu chaqueta?—le preguntó.

—En la silla, es verde.

Le dio otro beso y entró en el local de nuevo, la vio y fue a por ella, pero Killian le interceptó.

—Sten, perdona, no sabía que estabais juntos.—No estaban juntos, fue lo que le quiso decir, pero no dijo nada. Killian le caía bien, se recordó, pero no esa noche.

Solo asintió y se llevó su chaqueta.

Cuando salió y le vio allí, con sus labios hinchados y su chaqueta que le queda enorme sobre él supo una cosa, se lo iba a follar; duro y toda la noche, y sus labios iban a estar aún más hinchados por la mañana.

TrezWhere stories live. Discover now