«Capítulo 1: Extraño»

446 122 53
                                    


Paz.

¿Qué sabría yo acerca de paz?

Pocas veces en mi vida he tenido momentos así, momentos en los que nada pasara por mi cabeza. Sólo estar ahí, existiendo. Nuestra naturaleza como seres humanos es anhelar lo complicado, la paz actualmente es mi mayor anhelo.

La borrosa imagen cuadriculada del techo es lo único que mi mente procesa, todo lo demás para mí está en blanco y deseo permanecer así para siempre.

¿Así se sentirá la paz?

El oxígeno comienza a faltar pero no es algo que me importe. La tranquilidad que se siente es adictiva y actúa como miles de voces incitándome a quedarme allí y no volver a salir.

A penas puedo percibir golpes en la puerta, lo único que escucho es el sonido del agua colándose por mis oídos.

Quizás aún no es el momento...

Manos me toman por los hombros haciéndome emerger del agua. Lo primero que veo al salir es el preocupado rostro de mi hermana.

—¡Alessia!! ¡Mierda! ¡¿Estas loca!?— chilla mientras toma mi frente con delicadeza.

Tomo grandes bocanadas de aire a la vez que boto agua por la nariz. Me acomodo en la pequeña tina intentando volver a la realidad.

Mi respiración es agitada y mi mente divaga sin poder dimensionar lo que acababa de ocurrir en aquel cuarto de baño. 

Molesta respondo —¡Tania! ¡Ya te oí! ¿Acaso quieres que toda la puta cuidad te escuche? No pasó nada.

Se para de mi lado con la sangre hirviendo, está molesta, lo sé por su postura y por la pequeña vena que se marca en su frente. —¿¡Tú crees que me importa que la gente de este pueblo de mierda escuche?! ¿En qué estabas pensando? ¿Qué hubiera pasado si no entro? ¿te quedas ahí en el fondo de la tina esperando a que te encuentre muerta?— comienza a dar ligeros golpes en el suelo con la punta de su zapato. —Se suponía que hacer este tipo de cosas era de cobardes, tú misma me lo decías todos lo días...

Sus palabras comienzan a abrumarme y la interrumpo —Por favor, basta. No me siento bien, me duele la cabeza y estás haciendo que empeore. No seas exagerada, no me iba a matar. Sólo me relajaba... ahora por favor, déjame sola. 

Asiente mientras me mira con desaprobación. Pasa sus delgadas manos por su rostro —Estoy intentando ayudarte, no todas las personas somos como tú crees, Alessia... me gustaría que confiaras en mí.

La decepción en sus decaídos ojos verdosos me hacen caer en cuenta de mis palabras y de lo acababa de hacer. 

Intento detenerla pero se mueve a paso veloz dando un portazo. —¡Más te vale apurarte! Me voy a mear.

Suelto el aire que tenía retenido y siento el peso de la culpabilidad caer sobre mi pecho.

No es su problema, nadie la obligó a preocuparse por ti. 

Con mucha dificultad me pongo de pie, mi malestar es tan grande que siento como si mi cuerpo no me perteneciera. El contraste de estar dentro de aquella tina y volver a la realidad, es notable.

Aparto las botellas de alcohol ubicadas a los pies de la bañera.

Paso por el espejo y mi aspecto es repulsivo. Mi cabello está enredado como un nido de pájaros y para colmo amarrado en una coleta. Las ojeras son tan intensas que ya casi se transforman en bolsas y para qué mencionar mis enrojecidos ojos, parezco cualquier cosa menos una chica decente. 

Pero, ¿Cómo preocuparme de mi aspecto mientras mi vida está patas arriba? Últimamente he sido incapaz de poder pensar en otra cosa que no sea problemas y más problemas. Lo peor es que con cada día que pasa, las cosas sólo empeoran. 

Cuando Nada Queda (REESCRIBIENDO)Où les histoires vivent. Découvrez maintenant