—De acuerdo.

   No tengo idea de cómo debería despedirme. Puedo hacer un gesto con la mano, sonreírle, o simplemente girar sobre mis talones y decirle que lo veo después. Pero Jeno se encarga de resolver ese problema cuando se acerca hacia mí y deposita un suave y largo beso sobre mi frente.

   Cierro los ojos y disfruto de la textura de su boca. Quisiera no dejarlo solo, aferrarme a él y de ser posible, fungir como su soporte. Pero tengo que volver a clase si quiero que el profesor Choi no me odie para toda su vida. A estas alturas ya debe de estar pensando que me robe los exámenes, que morí en el camino o algo así.

   Me separo con pesar de Jeno y camino lentamente, sintiendo como nuestras manos se han unido. Es estúpido pero de esa forma ambos damos pequeños pasos hasta atrás; sin soltarnos y sin dejar de mirarlos. Como si tuviéramos miedo de desaparecer en cuanto nos perdamos de vista.

   —Adiós —digo sin dejar de mirarlo.

   —Adiós —Jeno susurra una última vez.

   Giro sobre mis talones y decido no mirar atrás, en este momento me siento muy vulnerable hacia él y sé que si lo hago, no me podré ir.

   Recorro el pasillo y con unos cuantos pasos llego a la puerta, permitiendo que el cálido viento de la primavera se estampe contra mis mejillas enrojecidas. Tengo tantos sentimientos viviendo dentro de mí, que no quiero que se reflejen en las expresiones de mi rostro. Necesito refrescarme y de ser posible, recuperar la compostura.

   De camino hacia el salón de clases, aunque sé que es estúpido e inmaduro, busco con la mirada a esa mujer. Que por respeto a Jeno no pienso denominarla de otra manera, aunque sin duda se lo merece. Tengo tantas preguntas al respecto, pero sé que tengo que obligarme a parar, porque a veces, saber mucho es más peligroso que no saber nada.

   No sé si será muy imprudente de mi parte intentar sacarle la verdad a Jeno en una situación como esta. No creo que se sienta con los ánimos suficientes para contarme porque su propia madre lo trata peor que si fuera una basura.

   Después de algunos segundos más de búsqueda desisto y me adentro al edificio, recorro los pasillos y desde lejos puedo ver que la puerta del salón está abierta. Por suerte el profesor Choi no parece a punto de tener un ataque de histeria cuando me ve llegar. Continua dando su clase y con un gesto de su barbilla me indica que le deje los exámenes sobre la mesa.

   Me deslizo con cuidado hacia mi lugar y en medida de lo posible trato de poner atención. Me debato al final de la clase entre decirle al profesor Choi que me he perdido o alguna tonta excusa así, para que no sospeche que hice cosas malas con sus evaluaciones, pero finalmente eso es algo que el mismo se ha encargado de justificar, pues lo único que me dice es que si ya sé dónde se ubica la dirección, a lo que yo respondo educadamente que sí.

   Entrega los exámenes y mi calificación del segundo parcial es una B+. Me alegra saber que no he reprobado, normalmente no soy muy bueno recordando fórmulas; cosa que durante el periodo hemos estado viendo. Seguramente cuando se la muestre a mi madre se va a volver loca. Esto es lo más decente que podría conseguir en esta materia y, sospecho que ella también lo sabe.

   Va a volverse loca por una B+, repito en mi mente, sintiendo la amargura de las palabras colarse entre mis pensamientos. Jeno tiene el mejor promedio de la generación, lo que quiere decir que sus esfuerzos van a quedarse marcados en la oficina del director. En los dos años que llevo estudiando solo había escuchado tal logro de dos personas; de él y de un chico llamado Hendery que tuvo un diez perfecto como promedio final.

   La madre de Jeno vino a recibir felicitaciones y reconocimientos de su hijo. No quejas, ni reportes, ni cualquiera de esas cosas que los adolescentes pueden tener de vez en cuando a esta edad. Ella vino aquí para escuchar que su hijo es un genio. Que tiene un futuro prometedor y que se esperan grandes cosas de él.

Extraño |NoMinWhere stories live. Discover now