—Así son las cosas aquí—ante nuestros ojos aparece la cabaña dónde vivimos y en la entrada se encuentra una figura con una gabardina negra que rápidamente reconozco como Billy, su semblante es frío como la nieve que nos rodea, no hay expresión, no hay calidez, ¿Cómo un ser humano puede ser tan desprovisto de emociones? Incluso en este lugar, alejado de todo no puedo olvidar que en algún momento fui humano, fui feliz, ayudé a las personas que me rodeaban, fui sincero, y amé con todo mi corazón.

Billy parece lejano, como un hombre que ha visto la vida pasar y pasar año tras año pero es incapaz de conectarse con su interior. Siento pena por él, pero él no parece sentir pena por nadie, ni siquiera por mí, que sigo sin comprender lo que hago aquí.

—Entra a la cabaña, Margaret—le dice cuando nos acercamos lo suficiente para escucharlo—. El muchacho y yo daremos un paseo—ella asiente y pasa a su lado, él no se mueve y yo lo observo fijamente.

Él baja a la nieve y coloca sus manos dentro de los bolsillos de su gabardina y empieza a caminar sin girarse para verme. Pasa a mi lado como si yo no importara, como si fuera cualquier cosa menos otro ser humano que sabe que está sufriendo, debe saberlo.

—Sé que tienes preguntas, pero no voy a obligarte a seguirme—lo dice mientras se detiene unos segundos—. Si entras a esa cabaña, y no escuchas no volveré a tomarme el tiempo de resolver tus dudas.

Después de decir eso sigue caminando y yo respiro hondo viendo hacia lo que parece ser el cielo desprovisto de sol, de luna, de estrellas. Lauren adora ver las estrellas, adora la luna y todo lo que tiene que ver con la astronomía. Es una artista, adora todo tipo de arte, todo lo que la rodea. Eso amaba cuando yo estaba con ella, pero ahora la escuché hablar sobre trabajar en el restaurante y eso me duele. Me duele saber que ella dejó todo lo que amaba atrás cuando yo morí. No quiero eso, y por esa razón me trago mi orgullo y sigo a Billy.

Lo sigo porque necesito respuestas y él puede dármelas. Lo sigo porque jamás voy a poder entrar a esa cabaña de meditación sin escuchar las palabras tristes de Lauren y su incapacidad de llorar. Jamás quiero volver a ver ese rostro que amo sin la emoción que me hizo enamorarme de ella la primera vez.

—¿Sabes lo que pasó o debo decírtelo? —le digo unos pasos atrás de él cuando logro alcanzarlo.

—Lo que pasó es algo que no tiene explicación de mi parte—me dice él y algo dentro de mí se mueve porque él es mi única esperanza—. Lo que quiero discutir contigo es la forma en que te comunicaste con la mujer del espejo—él se detiene y se gira para verme, su mirada azul, fría y fija en mi—. ¿Cómo lo hiciste?

—Solo tuve el pensamiento de hablarle—explico sin saber muy bien como sucedió todo—. Lauren estaba tan sola y es tímida, le cuesta siempre hacer amigos nuevos, y quería ayudarla. No me gustó ver su tristeza, quería hacerla reír.

—La otra mujer—me dice él de nuevo—. Ella también pareció leer tu mente.

—¿Cómo lo sabes? —él se encoge de hombros y ve hacia un lado callando, pero sé que hay algo más—. ¿Sabes la misión de todos en la cabaña?

—Soy el guardián—dice él como si eso lo explicara todo, pero de hecho solo me confunde más—. No está permitido interactuar con los humanos, en mis años en este lugar jamás se han podido comunicar con ellos.

—No hablé con ellas directamente—suspiro sin querer caer en la antipatía que él tiene con todos los demás—. Lo intenté de nuevo y no pasó. Fue algo del momento, ellas no escucharon mi voz. Es solo como que por un momento pudiera pasar mis pensamientos, uno de ellos para cada una. Fue algo fugaz, Lauren no me escucha y la doctora tampoco. Necesito saber qué es lo que me retiene aquí, Billy. Necesito respuestas, el pergamino que me dijeron estaba en blanco—él sigue caminando y yo trato de alcanzarlo de nuevo, pero no habla. No dice nada y eso empieza a ponerme nervioso y molesto—¡Necesito saber lo que debo hacer!

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