—Eres la misma mujer que eras un mes atrás, Camila—sus ojos se desvían hacia la inmensidad del parque, y sé que está pensando en mis palabras. Absorbiéndolas para poder negarlas.

—No lo siento de esa forma—yo sonrió un poco y sus ojos vuelven a mi—. Por eso me oculto en otro país, en otro continente. No quiero volver a New York y enfrentarme a una nueva vida. No quiero ser otra mujer, estoy feliz con mi vida, Lauren. Volver a New York será siempre un recordatorio de que no soy la misma. Que todo ha cambiado.

—Solo cambiará si tú quieres que lo haga—ella niega.

—El dolor lo cambia todo, Lauren—no puedo negar sus palabras. Son la mías, ella habla como si fuera yo desde su propia experiencia—. Para bien o para mal después del dolor nada es igual. Veré a mi madre, y mi primer pensamiento será que ella me mintió, que ella no es quién me dio la vida.

—¿Tienes una buena relación con ella? —ella asiente y eso hace que tome su mano dándole consuelo.

—Es la mujer más trabajadora y honorable que conocí en mi vida—yo asiento comprendiendo—. La amo, Lauren.

—Entonces ella te dio la vida, cara—busco las palabras correctas para ella—. Te ayudó a vivirla de la mejor manera. No te trajo al mundo, pero te enseñó como vivir en él.

—Y me enseñó cómo vivir en una mentira—yo guardo silencio, porque no sé que decir.

¿Eso estoy haciendo yo?, ¿Estoy viviendo una mentira? Sus palabras son importantes, y siento por primera vez el dolor de nuevo. Me estoy engañando, lo puedo sentir. Yo también me estoy ocultando en otro país, en otro continente. Estoy en casa de mis abuelos y no logro comunicarme con ellos.

Ellos me respetan, no hablan conmigo ni me obligan a hacerlo. Pero puedo ver sus rostros, la tristeza los embarga, tristeza por mí. Es como si en vida ya estuviera muerta.

—Si piensas que vives en una mentira, eso será—sus ojos y los míos se conectan de nuevo—. Yo sé lo que es engañarse, Camila. Lo he hecho durante un año desde que Caleb me dejó.

—¿Te dejó? —yo asiento y ella limpia sus lágrimas y toca mi mano con mucho cuidado como si no quisiera dañarme—. ¿Cómo? —su voz tiene un poco de incredulidad—. ¿Cómo podría alguien dejarte? No creo que exista un hombre que quiera alejarse de ti. Eres preciosa—siento su admiración y por alguna razón algo dentro de mi se siente especial.

—No fue por elección—voy a decirlo, voy a decirlo después de un año—. Caleb murió—y lo dije y mis ojos son incapaces de llorar—. El murió hace un año en un accidente un día antes de Navidad.

Ahora el consuelo se invierte y es ella la que me toma en sus brazos para abrazarme. Mis ojos están secos, pero mi corazón roto es capaz de seguir recogiendo sus pedazos para seguir partiéndolos hasta que en un momento no quedará nada.

¿Cómo superar una pérdida? ¿Cómo ser capaz de seguir adelante? La angustia me invade porque no lo he superado, ni estoy cerca de hacerlo. Sigo pensando en él, sigo pensando en su muerte. La sombra de dolor sigue sobre mí oscureciendo mi existencia. He aceptado su muerte, pero no la supero.

Lo extraño.

Quanto mi manchi, amore.

Camila no dice nada, pero no deja de abrazarme y en ese abrazo siento consuelo. Es la primera vez que alguien no siente lástima por mi. Es la primera vez que alguien solo me abraza sin decir nada, porque sabe que no hay palabras. No existen palabras de alivio para una pérdida. No existen palabras que puedan devolverte al ser querido.

"Lo siento mucho, Lauren"

"Caleb era un gran hombre, Lauren"

"Mi dispiace, figliola"

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