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Krest se talló los ojos con frustración y llegó a la conclusión de que no podría terminar ese informe ni tomándose mil cafés cargados por lo que decidió apagar la maquina que llevaba consumiendo su tarde y salir de una vez por todas de su condenada oficina, ya habían pasado al rededor de tres horas más de su hora de salida por lo que el tráfico y la gente era más abundante que de costumbre, resoplando con fastidio decidió caminar hasta su apartamento sin siquiera escatimar que tardaría por lo menos cuarenta y cinco minutos en esa larga caminata. 

Pero estaba tan cansado y abatido que consideró que un poco de aire fresco de la ciudad le haría algo de bien; había considerado la posibilidad de pedir una transferencia a las oficinas de Francia aunque eso significara estar cerca de su madre lo haría si eso le garantizaba estar lejos de aquél imbécil, sin embargo debía terminar cuanto antes el trabajo que se había auto impuesto desde hace unas cuantas semanas. Ya se había acostumbrado a caminar con la mirada baja y ese día tampoco fue la excepción tanto que no se dio cuenta del par de ojos que lo miraban desde la acera de en frente y venían siguiéndolo desde que salió del trabajo. 

¿Cuánto tiempo había pasado ya? ¿Un mes? ¿Dos meses? Ya no lo sabía, había desechado la preocupación de encontrárselo desde hace mucho pues ya se había resignado a que no tenía ninguna relevancia en su vida el ver esos profundos ojos obsidianas pero aún así... dolía. 

Dolía como el mismo infierno ver como la morena se le colgaba del brazo y lo miraba fijamente cada que se reunían a discutir sobre el trabajo, dolía verlos en cada maldita esquina en los promocionales en los que el mismo debía de trabajar y gestionar con las revistas ¿cómo había terminado enamorándose de alguien a quien había conocido hace menos de medio año? soltó un bufido de molestia cuando aquella pregunta se instaló dentro de su cerebro, estaba completamente enojado, frustrado y molesto consigo mismo por dejar que ese... pelafustan entrara como Juan por su casa hacia su corazón, sin importarle las barreras que él mismo se había impuesto para evitar que lo lastimaran de nueva cuenta. 

—Maldito estúpido.— soltó la maldición con tanto despreció y coraje que un par de personas lo miraron con algo de miedo, dobló la esquina y se dio cuenta que estaba a medio camino pasando por un gran parque, fue ahí cuando detuvo su andar y levantó la mirada para darse cuenta de que el universo se empeñaba en restregarle en la cara todo lo que no podía ser. Ahí justo en medio del verde pasto y de los arboles que estaban muriendo lentamente a causa del otoño se encontraba una pareja un tanto singular: un peliazul de larga melena y un castaño de piel trigueña, caminaban uno de la mano del otro y como si nada en el mundo existiera más que ellos dos. El moreno tomó la mano del otro chico y le besó los nudillos, lentamente como si fuera el mejor dulce de la tierra que debía ser apreciado siempre después se miraron fijamente a los ojos con un brillo singular y un aura cálida comenzó a rodearlos. No les importó las miradas de asco y desprecio que varias personas les mandaban, ahí solamente se encontraban ellos, ellos y el inmenso amor que emanaban que parecía contagiar a un par de almas libres que pasaban por ahí. 

Y Krest los envidió. 

Los detestó por tener algo que él añoraba, por tener sentimientos recíprocos con alguien más que le hicieran sentir como si los estuviera exhalando con cada respiración, que alguien le amara tanto hasta el punto de dar todo por él, alguien que no jugara con él como el destino había hecho anteriormente, quería amar pero sobre todo quería ser amado. 

Retornó sus pasos lentamente y con las lágrimas asomándose por  sus ojos, siguió su camino casi con la mente en blanco pues estaba cansado de pensar, cuando por fin llegó a la puerta de su apartamento una mano detuvo su andar y casi sin querer un ligero aroma florar le embargó las fosas nasales.

—Buenas tardes, Creig.— hacía mucho que no escuchaba esa voz y lentamente con el ceño fruncido se giró para encarar al dueño de aquella aterciopelada voz.

—Soy Krest.— respondió secamente y sin recibir expresión por parte de la otra persona más que una ligera sonrisa llena de sorna —Disculpa la descortesía pero puedo preguntar ¿qué haces aquí?

Lugonis lo soltó y sus plateados ojos cambiaron de expresión a una más lúgubre, ese momento se tomó para observar de pies a cabeza el dramático vestuario que vestía aquél chico: vestía un largo pantalón blanco a la cintura con dos hileras de botones y con corte acampanado, una camisa negra transparente con un bonito moño y holanes por todos lados, acompañado de unas botas alarmantemente rojas que hacían juego con su cabello rebelde y rizado; a Krest le causaba un conflicto ver sus uñas pintadas de negro, en general se debía a su ligero TOC que se encontraba en desarrollo por la limpieza personal.

—Necesito hablar contigo...— hizo una pequeña pausa para tomar aire y seguir —Es sobre Zaphiri... 

El chico bajó la cabeza dando a entender que estaba algo abatido y lo siguiente que Krest supo es que estaba en la cocina de su casa sirviendo té para él y para Lugonis ya que tenía la idea de que sería una larga charla. Puso las tazas en una pequeña bandeja que tenía y se encaminó hacia la sala de estar, dejó la bandeja en la mesa de centro y se sentó en el pequeño sillón al lado de Lugonis.

—Realmente no sé que está sucediendo.— soltó un pequeño suspiro y se inclinó a tomar la taza entre sus manos —Parece estar tan... enojado, tan arisco, ya ni siquiera come bocado y para que Zaphiri no coma debe de estar realmente mal el asunto, no sé que pasó entre él y tú pero realmente espero que puedas... 

—Alto, alto, alto... ¿estás recriminándome el comportamiento de ese... de Zaphiri?— Krest ahora sí que estaba molesto pero se permitió dejar salir una pequeña risa que indicaba cuan irritado se encontraba —En primer lugar, no me parece correcto que te metas en este embrollo y en segundo lugar, ve a decirle a tu compañerito que él fue el que hizo toda esta estupidez desde el inicio...

—Me estás entendiendo mal, te estoy pidiendo ayuda sin recriminarte nada, lo sé todo, podré verme estúpido pero pienso más rápido de lo que crees.— El castaño se sintió avergonzado ante la mirada molesta que le regaló —Se encuentra mal, no es como que este culpando a Calvera porque hasta ella se ha dado cuenta de ello y créeme cuando te digo que se ha esforzado mucho para sacar a Zaphiri adelante pero él simplemente no quiere, pensé que tú tal vez podrías... ayudarnos. 

Krest meditó un momento, le causó gracia que el pelirrojo creyera que podía hacer entrar en razón al azabache cuando ese tipo era más terco que una cabra. Su mirada se entristeció y con la voz un poco temblorosa se atrevió a responder. 

—Lo siento Lugonis, no creo poder ayudarte de ninguna manera. 

El pelirrojo se sorprendió mucho cuando Krest terminó su oración y se sorprendió más al ver que una pequeña lágrima se resbaló por su mejilla. 

—Cris ¿te encuentras bien? 

Krest ya no hizo esfuerzo en corregirle su nombre puesto que su tristeza y el inmenso nudo que sentía en la garganta se lo impidieron, ahí fue cuando todo lo que venía aguantándose  desde que vio al azabache entrar con esa mujer terminó por querer salir mas aún conservaba un poco de dignidad por lo que le dio una burda excusa para sacarlo de su casa y aunque el pelirrojo le preocupó la sonrisa nerviosa, los ojos llenos de miedo y el temblor de sus manos aún así lo sacó de su casa.

En cuanto cerró la puerta, corrió lo más rápido que pudo hacia su el baño de su habitación, abrió el botiquín y tomó las pastillas del frasco azul, puso tres en su mano y las tragó después tomó una de las toallas que tenía acomodadas en un estante y comenzó a quitarse la ropa con exagerada premura mientras abría el grifo de la regadera con el agua saliendo exageradamente caliente y sintiendo las calientes lágrimas correr por sus mejillas se hizo bolita debajo de las gotas del agua tratando de pensar en cualquier otra cosa que no fuera la situación general.

No supo cuanto tiempo pasó hasta que el agua comenzó a enfriarse, solamente ahí fue cuando salió, dándose cuenta de que su espalda y la nuca estaban muy rojos tanto que no pudo ponerse la camisa de la pijama quedándose solamente con el pantalón. 

De repente y sin imprevisto comenzó a sonar el timbre con insistencia sin querer irritando al castaño que estaba a punto de arrancarle la cabeza a quien sea que tuviese la osadía de tocar así su timbre. Así que sin siquiera mirar abrió la puerta topándose cara a cara con aquella melena revoltosa y negra.

—Hola Kre...

Pero ni siquiera lo dejó terminar su saludo cuando ya le había cerrado la puerta en las narices.

Stage (Zaphiri x Krest)Where stories live. Discover now