Capítulo 1. #Melodrámica

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2.

Se tiró en la cama con el celular y la cámara, decidió que siga con la luz roja. Miró el icono sin foto y se puso en marcha. Si quería entrar en el mercado de citas lo primero que debía hacer era poner una. Buceó entre las actuales y se encontró con Valentino, sonriente, sorprendida e incluso payasa. Una lagrima malabareó melodrámica en su lagrimal intentando boicotear la tarea. Pasearon sádicas algunas otras con su ex. Las eliminó. No le iba a dar paso al circo de lagrimas. Pero lo que mas sorprendió es que no había ninguna autofoto, ni una sexy. Era la doctora menos yoica del planeta, pensó.  La doctora sin líbido, la doctora que instaba a coger a todo el mundo pero que no cogía nunca. ¡Otra paradoja! 

Buceó hasta años atrás ya con cierta intriga sociológica y siguió sin encontrar ninguna. Rascó y rascó con frenesí autosatisfactorio hasta que al fin dió con una. El único problema era que esa foto era de 10 años atrás, cuando no tenía canas, arrugas ni asomo de la incipiente pero acuciante papada. Cuando tenía ganas de coger como una diosa infernal para emerger bautismal en una cama llena de ositos cariñosos.

Se miró en el espejito que tenía en la mesa de luz y corroboró con peligrosa objetividad el paso del tiempo. Era notable. El cambio era dramático. Lo paradójico aquí era que adentro seguía todo igual. Si tenemos en cuenta que los seres humanos estamos hechos de sueños y miedos, los suyos no habían mutado demasiado en las ultimas cuatro décadas. A lo sumo podría decirse que habían cambiado de forma, color y magnitud. Pero en el fondo seguían intactos. 

Se preguntó cuan cerca o lejos de sus sueños había estado a lo largo de ese recorrido. ¡Lejos, ahora, muy lejos! pensó. Pronto tenía que pagar el alquiler del depto.... De repente se vió vestida de Alicia en el país de las maravillas retrocediendo cuarenta casilleros en el juego de la Oca. Hasta Valentino le recriminaba no haber luchado ni un centímetro por la casa. Y eso le dolía de verdad.

¿Y sus miedos? en vez de haberlos ahuyentado ahora eran gigantes y se alimentaban de su soledad de manera voraz.

No daba largarse a llorar por intentar abrir un perfil en Instagram. 

Sacó un alplax del pastillero y lo observó estoica. Solo para probarse que seguía siendo tan fuerte y optimista como siempre. Como cuando aquella vez en la que la mierda la había tapado por completo y sin embargo la esperanza blandía a la par del movimiento de sus pestañas enormes, espesas y llenas de rímel azul esperanza. 

Se había caído miles de veces pero no se rendía. No sabía de quien había heredado ese instinto de lucha. No era bélico, agresivo, ni resentido por lo vivido. Al contrario era alegre, optimista, casi boludón; un instinto chapulín colorado. A decir verdad, gracias a él había ganado las pocas cosas que tenía en su vida. Su título, Valentino, el auto, habían llegado por obra del martillo chillón. Sí, y ahora la iban a sacar de la soledad pero de verdad, con todas las letras. Con un verdadero hombre, con el hombre de su vida.

Decidió que esa era la foto y se dispuso a ir por él. Tipeó con seguridad en el buscador: E-w-a-n m-a-c -G-r-e-g-o-r. 

¡Sí, pueden reírse de mí! gritó al aire sin colorearse. Lo borró antes de que así sucediera. No le gustaba cuando afloraba el perfil cocainómano que la dejaba siempre arriba de todas las olas. 

Se preguntó de quien se había enamorado de verdad hasta ahora. Los grillos sonaron en su cabeza espiralados hasta que quedó uno solo que además se cansó de cantar como Ray Charles. El amor....ni siquiera sabía que significaba en realidad. Su ex y el amor eran casi una pareja de opuestos. Y antes que él tampoco podría decirse que no tenía ninguna experiencia digna de colección. 

Fue mas atrás todavía en el tiempo, cuando ni siquiera había experimentado las relaciones con el otro sexo. Cuando el amor para ella era Río de Jem and de Holograms. 

¡Chano Cruz! gritó con el dedito hacia arriba. El chico mas lindo de la secundaria. El primero con el que la doc se autodescubrió. Lo contó en voz alta. ¿Seguiría siendo una celebridad? Lo encontró ràpido. Tenía una banda de covers. Diez mil seguidores. Sí, podría decirse que era una estrella. Lo siguió y cerró los ojos para surmirse en un sueño húmedo, como los de aquellas épocas pero ahora, con público.

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