La Carrera

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La neblina aferrada al piso se abre mientras avanzo a grandes zancadas, mis latidos se mezclan con el compás de mi respiración y el ritmo de mis pasos, el sol apenas despunta con un tibio naranja entre el horizonte y le da al aire el sabor a yerba húmeda. Llevo corriendo una hora a una buena velocidad y mi ritmo cardíaco se mantiene estable, el acondicionamiento físico y sus maravillas, años han pasado sin que mi corazón se eleve de los sesenta.

La carretera asciende en surcos sobre la montaña y está en muy mal estado, eso hace que sea muy poco usada por los automovilistas, dejándola abierta para el corredor entusiasta.

Con la vista puesta al frente del camino escucho un trote acercarse a buen ritmo, en un principio tardo en distinguir estos pasos como diferentes a los míos pues el ritmo de ambos se mezcla casi perfectamente, esta distinción se va marcando lentamente conforme pasa el tiempo, después de no mucho escucho cómo los pasos de este corredor me ganan terreno.

¿Quién es este corredor que me asalta a medio camino? en todos los dos años que llevo viviendo aquí jamás me he encontrado con algún otro corredor, la ruta es complicada y siempre está la posibilidad de encontrarte con un automovilista descuidado en el camino, es por eso por lo que todos los corredores del lugar se conforman con darle vueltas a la pista de atletismo del complejo de condominios.

Debe ser alguien nuevo, algún recién llegado a quien le gusta correr a fondo, en una ruta complicada. De seguro salió poco después de mí y alcanzó a verme en alguna curva del camino, entonces decidió darme alcance.

El corredor me rebasa en un movimiento calculado, en una curva que cierra un poco en descenso. No alcanzo a ver su rostro ya que lleva puesto el gorro de su sudadera.

Un pants blanco con zapatillas de correr profesionales.

Escucho un trote constante y una respiración regular. El corredor marca mi paso y yo comprendo el juego; acelero el paso inclinando el torso levemente hacia atrás y golpeando el piso con más fuerza, aumentando la concentración en los músculos a los que se les pide más de lo esperado, técnica experta perfeccionada por la práctica a lo largo de los años.

El corredor frente a mi hace el mismo movimiento y marca mi paso una vez más, veo como la capucha de su sudadera se hincha por la resistencia del viento y comprendo que hemos iniciado el juego de la resistencia.

El sol calienta cada vez más mi costado y lamento el no poder admirar como filtra su temprana luz por entre las ramas de los húmedos pinos y deshace la niebla de entre los arbustos, acabando con la madrugada. Me he enfrascado en una lucha de potencial físico un competidor anónimo, sospecho que llevamos corriendo así alrededor de quince minutos y que falta alrededor de media hora para que el camino acabe llegando al valle de los suburbios y abandonando el bosque, acompaso mi respiración, tranquilizo mi pulso y disfruto del sudor que empapa mis ropas.

Al frente una ascendiente, el punto más alto que alcanza la carretera se deja ver en su total extensión, la elevación corta en dos partes casi iguales un amplio claro de vegetación, el claro más amplio de todo el trayecto, que después descenderá lentamente en curvas hasta encontrar la entrada al complejo.

Solo el corredor y yo, doscientos metros libres de ascendiente, mantengo el trote, conozco esta pendiente y siempre mantengo el ritmo en ella, aprieto el gorro de mi sudadera para que el sol que me pega de lleno en el claro no lastime mi rostro, concentro mi atención en mi respiración y en el ritmo de mi rival, aprieto un poco el paso, no más de lo necesario sabiendo que tendré que mantener el paso durante algún tiempo. No es ganar terreno en esta ascendiente, es mantener el ritmo, mantener la distancia entre el otro y yo, ya ganaré terreno en el descenso. Siento mi corazón en el pecho y en las sienes y me doy cuenta de que termine como termine está carrera habré roto mi récord de tiempo en esta ruta, sería una buena victoria, pero no tan buena como la de poder ganarle a este corredor anónimo que decidió competir conmigo.

Desvío la vista a la barrera de árboles que rodea el claro, por ahora el no ver al tipo frente a mí me ayuda a mantener el paso, veo las estáticas masas de troncos altos y frondosos y en ciertas partes alcanzo a ver también las casas que permanecen como incrustadas entre las montañas, no es tanto lo que falta ahora para llegar al final. Me doy cuenta de que el ascenso terminó, ahora vamos hacia abajo.

Quince minutos de descenso eso sería todo, en quince minutos sabremos quien es el ganador.

Me concentro en mi oponente, escucho sus pasos y miro su técnica, puedo ganar, puedo llegar antes que él.

No faltan más de cinco minutos para que acabemos, los árboles van siendo cada vez menos y la desviación a la entrada de los condominios se alcanza a ver fácilmente, este camino terminará pronto para entroncar con el camino de entrada principal, es en ese entronque donde sé que terminara la carrera.

Acelero más el paso y me concentro en el entronque que se ve cada vez más cerca. Cien metros, cincuenta metros, alcanzo por fin a mi oponente y lo dejó atrás lentamente, veinticinco metros, mi oponente ya está detrás de mí, ahora la carrera es mía.

Llegó al entronque con un tiempo récord, veo el reloj, cortó el cronómetro y lo compruebo, hice la ruta en dos horas diez, le recorté media hora a mi mejor marca, era algo que festejar. Escucho a mi competidor llegar detrás de mí y me doy la vuelta para saludarlo.

-Muy buena carrera, de verdad corres muy bien ¿cuánto tiempo llevas corriendo?... -el corredor está apoyando en sus rodillas tratando de tomar aliento, aún tiene puesto el gorro de su sudadera por lo que no puedo verle el rostro- Cielos me falta el aliento, de verdad pensé que me ibas a ganar por un momento ¿Cuál es tu nombre? ¿En dónde vives?

El corredor se incorpora y su rostro hace que me paralice, desconcertado veo lo que temo ver, llevamos la misma ropa y los mismos tenis, teníamos el mismo rostro... Somos la misma persona. Veo mi rostro cansado y sudoroso y veo de mi frente brotar un hilo de sangre que surge de un lugar en mi cabeza. Veo que mis ropas están sucias. Y entonces recuerdo... y mientras recuerdo todo pasa de nuevo, la misma escena y la misma sensación, la sensación del golpe por detrás, del auto que va a sesenta kilómetros por hora y que no alcanza a ver a un tipo parado en el entronque de caminos, la sensación del golpe de mi cabeza contra el pavimento, y después nada. Sí solo no hubiera llegado tan rápido...

***

La neblina aferrada al piso se abre mientras avanzo a grandes zancadas, mis latidos se mezclan con el compás de mi respiración y el ritmo de mis pasos, el sol apenas despunta con un tibio naranja entre el horizonte y le da al aire el sabor a yerba húmeda. Llevo corriendo una hora a una buena velocidad y mi ritmo cardíaco se mantiene estable. Creo que escucho los pasos de un corredor queriéndome alcanzar...

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⏰ Last updated: Oct 08, 2019 ⏰

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