Calcifer, El Origen del Mal✔ (BL)

Parte II - Marcado por las sombras.

Junto a él conocí muchísimos lugares, tanto de Galia como de otras regiones del continente madre, que de otra forma nunca hubiese podido conocer. Nuestras travesías tan sólo se daban en las noches, por alguna razón él repudiaba la luz del sol, se le hacía nociva, aunque varias veces le vi soportarla hasta sofocarse. Él alimentaba y cuidaba de mí como si fuese un preciado tesoro, se había encargado de que tuviese los mejores tutores en cada lugar en el que nos establecíamos por temporadas y abandonara mi analfabetismo e ignorancia.

Él había rotó las cadenas de mi vida de niño, me había sacado de esa existencia insulsa y me había llevado con él si hacer preguntas y sin esperar interrogantes a cambio, guiándome de la mano hacia el conocimiento, al que nunca hubiese podido acceder en la miserable vida que antes llevaba. Poco a poco desarrolle un cariño intenso por él, fortalecido por la admiración y curiosidad que él me causaba; y a pesar de esa enorme curiosidad que sentía nunca busque satisfacerla, no quería perturbarlo, arruinar ese pacto de misterio entre ambos y preferí dejar crecer la devoción hacia él, de la que inevitablemente no tenía escapatoria.

Pero indiferentemente a sus cuidados, yo resultaba ser una especie de sirviente para él, siempre seguía sus órdenes sin titubeo alguno y comencé a llamarle "Amo", al no poder nombrarlo de otra forma debida. Yo no tenía el honor de conocer su nombre verdadero y ciertamente no quería preguntárselo aún. A pesar de ser su sirviente era tratado por los demás, sea cual fuese el lugar en el que estuviésemos, como si perteneciera a la nobleza y no como el siervo que en verdad era, lo que fue contradictorio para mí al inicio, pero a lo que me acoplé con el tiempo.

Mi amo de las sombras era silencioso y encontraba diversión en cosas que resultaban retorcidas para cualquier humano. Solía desaparecer por días y al regresar al lugar en el que nos asentábamos aparecía cubierto de sangre mortal y revestido de esa oscuridad tan propia de la mortandad que no lo tocaba. Se mostraba divertido ante el terror que él producía en los mortales, el pánico, los gritos y la sangre de la que finalmente siempre resultaba cubierto. También noté muy rápidamente como le entretenía poner a prueba el razonamiento y creencias de los humanos, a los que atormentaba hasta llevarlos a la locura; yo creía ciegamente que él encontraba divertido adentrarse en la mente humana, estudiarla hasta el último rincón y así y solo así encontrar formas de ejercer presión en otro sin siquiera mover un dedo, buscar llevar a la locura al otro y ver como se retorcía en su miserable vida hasta extinguirla; estaba seguro que eso le regocijaba mucho más que sus escapadas carmesí, ya que se mostraba más satisfecho con esos resultados.

Así fue como los años pasaron con rapidez para mí; el niño que alguna vez había sido desapareció a la vista y en su lugar ahora se encontraba un caballero de semblante noble y largos cabellos rojizos. Mi amo, sin embargo, jamás cambiaba; estaba congelado en el tiempo como la perfecta criatura que era, burlándose de la fragilidad humana con su sola existencia.

Imaginé que las cosas jamás cambiarían entre ambos, que siempre lo seguiría y le serviría, hasta que un frio día de finales de otoño el semblante de mi amo cambió. Transitábamos las calles de la antiquísima Atenas como un par de turistas en la noche, mientras varias miradas curiosas se cruzaban con la formidable figura de mi amo. Él, por el contrario, parecía buscar algo entre la multitud, no estaba centrado en la atención que siempre causaba y podía jurar que no se sentía muy a gusto. Esta era la época del año en que más activos solíamos estar, el frio y la niebla que dominaban en la mayor parte de la zona continental le posibilitaban más las cosas a mi amo, le daba más "libertad" para moverse, ya que la poca luz siempre era retenida por espesas nubes en el cielo en el día y alejaba las molestas altas temperaturas que en verano le dejaban inactivo.