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Ese accidente fue lo peor que te pudo haber pasado en la vida, además de haber tenido la horrible posibilidad de haber muerto —tanto tú como tus padres—, te quitó una cosa vital, la audición. Nunca habías logrado sentir lo descolocado y fuera de lugar que puedes estar en una situación hasta que no oyes nada, eres simplemente algo más ahí, incapaz de leer los labios o de hablar lenguaje de señas, solo tenías un cuaderno donde podías comunicarte con las personas a tu alrededor —principalmente con las enfermeras y tu doctor—.
Pero a pesar de todo, había un pequeño rayito de luz entre toda la oscuridad, Sagami Jin, hijo de un gran médico del hospital en el te atendieron; sin necesitar las palabras él te había hecho sentir como si pudieras hablar de nuevo, expresar todo con facilidad. En un principio parecía que solo se te acercó con la única función de coquetear, él no sabía de tu condición y no pudo entender por qué apenas te habló partiste en llanto como si de una telenovela se tratase, más tarde pudo oír a las enfermeras hablar sobre tu caso.
«—Un camionero borracho los atrapó, sé que el auto volcó y se hicieron mucho daño. Ambos padres tenían muchas fracturas al igual que ella, pero su audición... —sentía como se le estrujaba el corazón.
Tanto las enfermeras como doctores tenían que aprender a dejar los sentimientos de lado en un trabajo así, pero era realmente difícil, es difícil abandonar su humanidad. Eso es lo que el menor Sagami estaba aprendiendo.»
Al día siguiente, apenas salió de la escuela compró una pequeña pizarra con un marcador y un ramo de rosas, para seguido dirigirse al hospital, sabía que tardarían en darte de alta debido a tus lesiones así que solo necesitaba descubrir cuál era tu habitación y no ser descubierto por las enfermeras en el intento. Y así lo hizo, no tardó demasiado en descubrir dónde te alojabas y logró escabullirse rápidamente, pero antes, se tomó el tiempo de escribir en la pequeña pizarra:
"Buenas tardes"
Seguido entró, te encontrabas observando por la ventana que estaba junto a la camilla, estabas alojada en la planta más alta así que no había mucho paisaje que ver realmente, pero era lo único que lograba distraerte en ese solitario cuarto. Volteaste al sentir alguien junto a tí, era el chico de ayer con una sonrisa, una pizarra escrita y un ramo de rosas te era extendido.
Al no entender la situación solo te quedaste observando las flores con confusión, él las acercó más a tu rostro, esperando que entendieras y las tomaras.
—¿Para mí?...
Asintió, tomaste el ramo y te dedicaste a olerlo por unos segundos.
