–No alquilo–, dijo Lena antes de que pudiera censurarse. –El condominio es mío.

Kara silbó entre dientes. –Tus libros deben venderse como locos, entonces.

–Lo hacen bien–. A decir verdad, ella no habría podido comprar un condominio como este hoy en día, pero en los años setenta, había sido más asequible. Sin embargo, no podía decir eso, porque Kara ni siquiera había nacido en ese entonces. –Heredé el condominio de ... una tía que lo compró cuando no tenía que vender un riñón para comprar un condominio en este vecindario.

Kara se acercó a la estantería que ocupaba una pared entera de la espaciosa sala de estar. –¿Puedo?

Su mirada se aferró al firme trasero de Kara y Lena se aclaró la garganta. –Adelante.

Kara sacó un libro del estante y miró la tapa antes de volver a colocarlo. Mientras se inclinaba para mirar otro libro, sus jeans desteñidos se apretaron sobre su trasero, haciendo que la temperatura corporal de Lena se disparara. –¿Estos son todos tuyos?–, Preguntó Kara. –Quiero decir que los escribiste?

–Todos los que están en el estante superior, sí.

Otro silbido vino de Kara. –Tienes un cuerpo de trabajo impresionante.

Lena estaba más interesada en el cuerpo de Kara, que también encontró bastante impresionante. A pesar de saber que debería mantenerse alejada, se acercó para unirse a Kara al lado de la estantería. –Bueno, yo...

El intercomunicador zumbó.

¿Ahora que? Lena se dirigió hacia la puerta y presionó el botón del intercomunicador. –¿Qué?

–Esa no es forma de hablar con tus padres–, sonó el estricto barítono de su padre a través del intercomunicador.

¡Oh, Zeus en bicicleta! La mirada de Lena se movió de un lado a otro entre el intercomunicador y Kara, que todavía estaba parada al lado de la estantería pero la miraba con una expresión curiosa. –¿Q-qué están haciendo aquí?

–¿No podemos simplemente visitar a nuestra única hija?

A los Girah se les permitía tener solo un hijo por siglo. Mantenían sus números pequeños para que pudieran evitar matar a su presa demasiado rápido y redujeran su riesgo de ser detectados. Tal vez eso era parte de por qué sus padres estaban tan frustrados con su hija rebelde.

–Uh, ahora no es un buen momento.

–Ábrenos–, dijo su padre.

–Pero yo…

–Abrenos–, dijo su padre. Su tono no admitía discusión. –¡No me hagas decirte una tercera vez, Lena!

Mierda, mierda, mierda. Lena presionó el timbre y se dio la vuelta para mirar a Kara. Necesitaba sacarla del condominio, o sus padres tomarían su presencia como una invitación para quedarse a cenar. –Lo siento, pero tienes que irte. Ahora.

Kara parpadeó. –Uh ...

Con los pensamientos acelerados, Lena buscó una explicación creíble a medias. –No saben que soy lesbiana.

–Pero ... pero no estamos haciendo nada ... lesbiano.

Desafortunadamente. Lena apartó el pensamiento. No hay tiempo para eso ahora. –Lo sé. Aún así ... creo que mi padre ya sospecha, y si te encuentran aquí tan tarde en la noche ...

–Solo diles que soy tu madrina.

Lena se frotó las sienes. ¿Por qué esta mujer tenía que ser tan terca? –Ellos tampoco saben que estoy en AA. Por favor. Quiero decírselos a mi debido tiempo, que no se enteren así–. Ella le dirigió a Kara una mirada suplicante. –Por favor–, repitió, esperando que tuviera el mismo efecto en Kara que en ella cuando Kara pronunció esa palabra.

Su toque •SuperCorp• auWhere stories live. Discover now