Demasiado Tierna

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—Ow, es un encanto, me gusta mucho —sonrió Gillian, observando a Kim en un consultorio, en el área de pediatría.

—Sí, lo es.

—Es que es muy tierna, tienen unos ojos preciosos. Y me encanta como se asusta —rio—. El otro día cuando fui a saludarla, la tomé por sorpresa, y literal dio un salto, luciendo tensa, tirando las orejas hacia atrás y dilatando las pupilas.

—Sí, no lo hagas más, ella me dijo que es asustadiza —sonrió Bastien.

—Sabes como es esto, más en una clínica tan pequeña como la nuestra —le dijo comenzando a caminar ambos por el pasillo.

—No sé a qué te refieres —pronunció confundido Bastien, dirigiéndose hacia un bar que estaba a unos cincuenta metros de la clínica, para tomar algo.

—Pues... Parece que ya te han emparejado con la pasante —rio.

—Ah, sí, lo mismo dijeron con la enfermera que empezó el año pasado. Las personas piensan que ser amable, es coquetear. Yo no le doy importancia a lo que dicen, tú tampoco deberías hacerlo, Gill.

—De acuerdo, pero no puedes negarme que es tierna.

—No lo hago, pero soy mayor que ella.

***

La habían tratado tanto como una mascota, antes de ser liberada, que habían ciertas cosas que le habían quedado de sus tratos. Cuando era una niña, la hacían jugar con juguetes para gatos, con cintas y demás, que ahora tenía déficit de atención.

Era muy fácil que se distrajera si veía luces brillantes, cortinas de tiras moviéndose, o cualquier cosa que llamara su atención.

Y eso mismo le estaba pasando ahora, estaba por subir al ascensor, cuando se encontró con un reloj con forma de gato, que movía su cola de una forma hipnótica, de un lado hacia el otro.

Bastien estaba bajando, por dirigirse hacia su consultorio, cuando se quedó quieto observando la actitud de la jovencita. Kim estaba parada frente al reloj, y sus pupilas dilatadas, observaban la cola del gato moviéndose.

Él sonrió divertido, y miró el reloj, antes de pasar una de sus manos frente el rostro de ella, cortando ese lapso de trance en el que la jovencita había quedado.

—Kim.

—L-Lo siento mucho —se disculpó avergonzada, bajando la cabeza.

—¿Pero por qué? ¿Por qué te disculpas? —sonrió confundido.

—P-Por distraerme, lo siento.

—Está bien, no hay problema. A veces los niños se quedan mirando el reloj, yo no le encuentro nada particular —pronunció volviéndolo a mirar.

—Su cola, e-es la cola lo que te deja así.

—¿La cola? Hm, sigo sin verle lo particular —le dijo mirando el reloj.

—Es que a veces mí mente... Funciona como la de un gato.

Bastien desvió la mirada, y la observó curioso.

—¿Por qué dices eso?

—Es que puedo distraerme con facilidad, si...

Dejó de hablar, tirando sus orejitas hacia atrás, y dilatando sus pupilas, en el momento en que Bastien comenzó a mover su llavero, que tenía una cadenita larga con una medalla de plata, frente a los ojos de ella.

Sonrió divertido, enternecido al ver la reacción. Jamás había visto eso en un adulto. Recordaba que Luke cuando era un bebé también solía hacer lo mismo, pero ya no.

Guardó el llavero, provocando que la jovencita volviera en sí, avergonzada.

—Lo siento, sólo quería comprobar si era verdad —sonrió.

—¿P-Por qué mentiría con algo así? —le inquirió en un tono bajo, apenada.

—Tienes razón, déjame compensarte. Dime ¿Qué tipo de comida te gusta?

—Cualquiera —murmuró desviando la mirada.

—Está bien, salgo en una hora, si quieres esperarme, podemos ir a almorzar. Tú dime dónde, y yo conduzco ¿Te parece? —sonrió.

...

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