Tinieblas

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Oscuridad.

Miedo.

Desamparo.

Dolor.

Fiebre.

Me siento en un mar de tinieblas que no me permiten volver a la realidad. ¿De dónde viene este dolor? ¿Que me sucedió?

Anoche llegué a mi campamento y pasamos la noche hablando con mis compañeros, un día mas en nuestra rutina. Jamás hubiera imaginado que despertaría así. Mejor dicho, que me costaría tanto despertar.

Cuando finalmente logro abrir los ojos, veo el rostro preocupado de Zekrom mirándome, porque de seguro he gritado y estoy bañada en un sudor frio que me convence de que la fiebre no era sólo un sueño. Habla, pero su voz me llega distante. En un murmullo lejano, capto las palabras "enfermedad" y "asqueroso humano". Oh no. Mis ojos se cierran, dejando caer las lágrimas que se habían asomado. El bastardo de Jorvasker me contagio alguna enfermedad que, de seguro, a él no le afecta por ser humano, pero que a mi me está destrozando.

Quiero caer en las tinieblas de nuevo, por lo menos para no pensar y dejar de sentir estas ansias por matar a quién me dejo en este estado, sabiendo que no puedo moverme para cobrar venganza. Pero siento un calor en el pecho, y me obligo a mirar.

Una mano acorazada esta apoyada en mi pecho, liberando calor. Con la mirada sigo el brazo y descubro que es Zekrom. No se qué estará haciendo, pero ayuda mucho: noto disminuir la fiebre y calmarse los dolores; pero la debilidad extrema no desaparece. Escucho un chillido y la mano de mueve. Veo a mi compañero incorporarse con su dragón en brazos, tranquilizandolo. Y caigo desmayada.

Despierto varias horas despues, el Sol ahora refleja tonalidades anaranjadas en las hojas de los árboles que rodean el claro donde estamos. Mi estado no cambio mucho, pero sé que si no fuera por los cuidados de Lockwich estaria muchos peor. En mi semi-conciencia pude percibir que nunca se movio de mi lado, mientras Zekrom se encargaba de las tareas diarias. Estoy siendo una dificultad y no me gusta nada. Pero tampoco es como si pudiera hacer algo. Si la magia de mi compañero logro esto, no hay mucho mas que podamos hacer: estoy segura de que se ayudó con los poderes de su dragón, y eso significa que utilizó hasta el último recurso disponible.

Lo peor, es que todos sabemos la opción restante, pero nadie quiere decirla. Visitar a la hechicera ha sido siempre una de las cosas que evitamos hacer, para no sufrir las consecuencias.

Como si estuviera escuchando mis pensamientos (no me sorprendería que hubiera desarrollado ese poder), Zekrom se arrodilla junto a mi y me mira fijamente.

-Auri, sabemos que recurrir a Zilda es lo último que deseamos hacer, pero - sus ojos se opacan al decir esto- ya no tenemos nada mas que hacer. Una enfermedad como esta requiere soluciones drásticas.

En un susurro, intento decirle la pregunta que me carcome:

-pero... ¿tan grave es, que debo correr el riesfo de revelar quien soy para que me curen?

Mis acompañantes me miran preocupados, intercambian miradas y finalmente se dirigen a mi

-Por si no te has dado cuenta, llevas tres dias inconsciente. Creemos que ya es momento de correr riesgos.

No, no, no, esto no piede estar pasando. Juré no decir quien verdaderamente soy. Juré mantenerlo en secreto. Y el precio que cobra Zilda para sus servicios es exactamente eso.

Revelar tu mas profundo secreto.

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