Mi historia: parte 2

31 1 0
                                    

Me fui de casa a los 16 años, un día que me di cuenta que, si permanecia con mis padres, tendría su misma vida aburrida. No niego que hayan sido buenos conmigo, pero junto a ellos no podria haber sido quien quería ser. Me fui buscando algo que diera color a mi vida, y rápidamente encontré algo que me mantuvo ocupada.

La vida en el bosque no es fácil, eso fue lo primero que aprendí. Sabía conseguirme comida a partir de lo que me rodeaba, la subsistencia es una de las enseñanzas básicas de los elfos, pero jamás había pensado en el frio que llega hasta los huesos de la hora justo antes del amanecer, en la incomodidad de la ropa húmeda después de una noche lluviosa, en los dolores que puede llegar a causar una comida mal preparada.

La pasé bastante mal por unos meses, hasta que logré hacerme una rutina. Me levantaba con el Sol, me llegaba hasta el río, me sacaba el sueño de los ojos con el agua helada y salía a caminar. Caminar para buscar un desayuno. Volvía a mi refugio con las manos llenas de frutos, comía, y me iba al rio a lavar la ropa. Mientras se secaba, comprobaba si no había caído ningún agresor en las trampas, y las desarmaba. Entre tarea y tarea transcurría mi día, hasta que a la tarde buscaba otro sitio donde armar mi refugio, instalaba las trampas y me disponía a otra noche de dormir con un ojo abierto.

Justo cuando había logrado una estabilidad en mi vida, caí presa de una fiebre culpa de una comida mal preparada. Ciertas bayas necesitaban cierto tiempo de cocción que no les di... y sufrí las consecuencias. Acostada en mi cama improvisada, me retorcía y deliraba de fiebre cuando vi una sombra junto a mi. Antes de desmayarme, pude distinguir un hombre alto, atlético, con una capa gris, mirandome fijamente.

Cuando me desperte, me encontraba bajo techo y afuera caía una lluvia torrencial. El fuego chisporroteaba en la chimenea, frente a la cual se sentaba el hombre. Al notar mi cambio de respiración, levantó la vista del libro que tenía en la falda y sonrió. Me di cuenta de que no era tan joven como creí en un principio, la profundidad de su mirada hablaba de muchos años y pesares, pero su cuerpo continuaba siendo fibroso y fuerte.

-Bienvenida - me dijo con una sonrisa, a lo que respondí con un gruñido. La fiebre continuaba. Él agarro un paño húmedo y, mientras me lo pasaba por la frente, continuó hablando. - Soy Kame. Vivo en el bosque, gracias a la naturaleza, como supongo intentabas hacer. Estoy dispuesto a continuar cuidándote, con una condición. - Cuando dijo esto lo miré suplicante, pero él solo me mantuvo la mirada por unos momentos antes de seguir con su tarea. - Estoy viejo... demasiado. Los años que intentas darme ni siquiera se acercan a mi edad real. Pero no quiero abandonar este mundo sin haber transmitido todo lo que sé. Quiero un aprendiz donde perduren todas mis enseñanzas, para no sentir que todos mis conocimientos fueron en vano. ¿Aceptarías?

Y asi, como si no tuviera otra opción, me convertí en aprendiz de Kame, el del bosque

Lo que cuentan los árbolesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora