XXVII

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Había intentado escapar.

Tantas veces... Pero su estado de salud no era exactamente uno bueno, por lo que apenas alcanzaba la puerta antes de caer rendido con los pulmones apretados. Le costaba respirar y sufría constantes pérdidas de sangre. Lo odiaba.

Solamente quería marcharse. Huir lejos de Yongsun para que no pudiese continuar experimentando en su cuerpo. Extrañaba la calidez del sol y la luz fría de la luna. El exterior lentamente convirtiéndose en un sueño borroso, el cual añoraba cada día que transcurría encerrado en esas cuatro paredes.

Cuando Yongsun se iba, las puertas se cerraban. Y cuando regresaba, también lo hacía su mirada bañada en desprecio.

Recordaba la primera vez que sus ojos se encontraron. La adoración que iluminó la expresión de Yongsun, la admiración que expresó en una sonrisa maravillada y el toque suave mas impaciente sobre su mejilla. Como si él fuese una obra de arte, costosa y única, importante.

Él no era perfecto. Y sabía que era su culpa. Si fuese perfecto, entonces Yongsun no lo aborrecería de la manera en que lo hacía, no le medicaría con esos desagradables fármacos que le hacían sentir frío y calor al mismo tiempo. Ella lo adoraría. Ella lo trataría como a un Rey.

Mas no había forma de cambiar lo que él era. Un adefesio. Un error. Algo grotesco que estorbaba en el camino de Yongsun. Algo repulsivo de lo que ella anhelaba inconscientemente deshacerse.

Lágrimas llenas de odio humedecieron sus mejillas. Odio a sí mismo, por no tener la capacidad de mejorarse. Manchas de sangre cubrían las mangas de su camisa blanca y deseó gritar de la impotencia.

Los pasos de Yongsun bajando las escaleras fueron audibles y él alzó la mirada para verla de frente.

Ella sonreía.

—Tengo buenas noticias— dijo en voz baja. Él la observó expectante y en silencio—. Moonbyul acaba de informarme por el comunicador.

Él ladeó la cabeza con curiosidad, mientras ella se acercaba hacia su sitio en el sillón. Tomó asiento a su lado y la mano de Yongsun acarició su mejilla húmeda con suavidad.

—Lo tenemos— exhaló con alivio. Los ojos de él se ampliaron—. En un par de días, lo haremos venir... y podremos concluir con el experimento.

—¿Hablas de...?

—Del híbrido, sí. Esto es bueno ¿no crees? Pronto serás perfecto, justo como mi padre deseaba.

Una sonrisa tierna tiraba de las comisuras de sus labios, generando en su interior una irracional mas instintiva desconfianza. ¿Acaso era realmente así de sencillo?

—Ve a tu cuarto. Descansa— le ordenó con calma. Él tembló, sin poder dar crédito a la imagen que Yongsun ofrecía. Se le veía feliz. Por primera vez en mucho tiempo—. Te llevaré algo de comer a la habitación.

—Y-Yongsun— la llamó al verle incorporarse. La aludida volteó, mirándole con sus grandes ojos inusualmente brillantes y él se dio los ánimos que careció hasta aquel día—. Cuando sea perfecto... ¿Podrías decirme cuál es mi nombre?

Su expresión se tornó divertida ante la petición inocente del muchacho de cabello blanco. Yongsun extendió una mano para acariciar las hebras claras, pensando por cuántos años ya, el pobre chico había temido preguntar por su identidad.

¡Vamp, Kookie! •• KOOKTAEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora