XXII

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Ver a Jungkook durmiendo desnudo a su lado se sentía... diferente.

Un agradable "diferente". En el pasado, durante aquellos años de convivencia, Taehyung acostumbraba a despertar en una cama vacía. Jungkook solía madrugar, cazar y luego volver a casa para prepararle el desayuno. Por lo que nunca tuvo la oportunidad de hacer esto. De admirar a Jungkook, bajo la luz tenue que ingresaba por la ventana, mientras éste dormía plácidamente junto a él.

Las hebras azabaches caían sobre su frente. Sus bonitos labios rosados y abultados. Su mejilla derecha incrustada en la almohada. Extendió una mano con cautela, sin querer perturbar su sueño, y delineó su mandíbula con las yemas de sus dedos, deleitándose por la suavidad de su piel.

Las sábanas cubrían la mayor parte del cuerpo del pelinegro, pero no su espalda. Su espalda pálida y fuerte, que relucía bajo los haces de luz cálida. Parecía una obra de arte. Una obra que solamente sus ojos tenían la virtud de presenciar.

Dios, Taehyung no quería que acabase, quería quedarse ahí para siempre, acompañado por Jungkook, ambos encerrados en una burbuja donde la realidad no pudiese alcanzarlos. Deseaba extender aquella dulce sensación de calma y paz que su amor le otorgaba.

Pero el mundo seguía rotando sin importarle el resto y era inútil tratar de escapar de lo inevitable.

No podía ignorar el motivo por el cual se hallaba de regreso en casa, cuando aquel motivo se encontraba descansado bajo sus narices. Pese a lo mucho que había permitido postergar su conversación, era consciente de que no era correcto continuar posponiéndola.

Necesitaba hacerle saber a Jungkook lo que había descubierto en la ciudad. Aún si provocaba una reacción negativa en el contrario. Ocultarle la verdad sería injusto, por no decir cruel. Tenía la capacidad de entregarle información valiosa sobre su familia, sobre su origen, sobre su verdadero ser. Y planeaba contarle todo, aunque aquello significara arriesgar la relación forjada entre ambos.

Jungkook no tardó en despertar. Sus pestañas espesas revolotearon antes de que sus ojos se abrieran, entrecerrados para acostumbrarse a la luz. Taehyung lo observó en silencio, percibiendo su mirada deambular hasta encontrarlo y sus labios curvarse en una sonrisa somnolienta, los cuales se partieron al hablar.

—Buenos días, mi amor.

Un estremecimiento recorrió a Taehyung, con su cuerpo reaccionando involuntariamente a la voz ronca y el mote cariñoso que le revolvía todo por dentro. Sus mejillas se sonrojaron, y se acomodó a un costado de Jungkook para recibir los mimos mañaneros que tanto quería y que el mayor estaba totalmente dispuesto a otorgar.

—Buenos días— respondió Taehyung, con su voz aterciopelada acariciando las palabras que salían de su bonito boca. La mano áspera de Jungkook acarició su cabello.

—¿Te sientes bien?

—Mm— asintió—. Cansado. Pero no duele— No tanto, quiso añadir, mas se mordió la lengua para omitir ese comentario. No deseaba que Jungkook lo tratase como un muñeco frágil. Había sido lo suficientemente tierno y cuidadoso la noche anterior, no era correcto aumentar sus preocupaciones.

—Me alegro, mi amor— Ah... Cada "mi amor" calaba en Taehyung. Su corazón no podría soportar tanta dulzura—. ¿Tienes hambre? Iré a hacerte el desayuno.

—No~... Sólo un ratito más— pidió, aferrándose al cuerpo fuerte y calentito de su querido híbrido. Estaba tan cómodo entre sus brazos que no quería dejarle ir—. Podemos comer después~

—Mm... Qué lastima. Y yo que quería comerte de desayuno— dijo lanzándole una mirada sugestiva. Taehyung parpadeó y un surco surgió entremedio de sus cejas.

¡Vamp, Kookie! •• KOOKTAEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora