El Motivo

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No importaba, ya nada importaba...

La oscuridad de la noche se cernía sobre ella, y en ese instante, anhelaba con desesperación la soledad. Quería sentir cómo la negrura la envolvía, cómo la soledad la abrazaba con firmeza y prometiendo no soltarla jamás. Era como si estuviera reviviendo la angustia de la partida de Lena una y otra vez...

La certeza de que Lena ya no formaría parte de su vida la aplastaba. Ya no la protegería como Supergirl, la heroína de National City, y mucho la acompañaría como Kara Danvers, su compañera y mejor amiga.

Sabía que, en gran medida, ella misma había causado este dolor desde el preciso instante en que cruzó la puerta de la oficina junto a Clark. Desde ese momento, Kara intuyó que Lena sería su perdición, una condena que no podía evitar desear.

En ese fugaz instante, nada más tenía relevancia. No importaba cuántas veces hubiera compartido miradas con Lena, cuántas veces la hubiera rescatado de situaciones de peligro inminente. Ni siquiera los momentos de risa compartida o las promesas hechas bajo el calor de la amistad tenían peso alguno. Ahora, su único deseo era borrarlo todo de su mente. Olvidar lo que sentía. Olvidar que amaba a Lena con una pasión desenfrenada.

Todo comenzó semanas después de la aterradora invasión de los daxamitas. En aquellos días tumultuosos, Kara ansiaba la soledad, un refugio para sus pensamientos confusos. Y fue entonces cuando todo empezó a desmoronarse para ambas.

Lena no la había abandonado en ese oscuro abismo. Tal vez lo hizo por un sentimiento de culpabilidad, un cariño inconfesado o quizás una profunda preocupación. Día tras día, Lena había acudido a su apartamento después de su agotador trabajo. Allí compartían charlas, veían películas juntas o, simplemente, se sumían en un silencio que decía más que las palabras. Era en esa penumbra compartida donde la complicidad se volvía inquebrantable, y donde Kara encontraba un atisbo de alivio en medio de su caos emocional.

Las cosas comenzaron a cambiar, y ese cambio se acentuó con la llegada del problema de Reign. Ambas tomaron distancia; Kara, impulsada por la vergüenza de haber juzgado a Lena como Supergirl, temiendo que su amiga se convirtiera en un reflejo oscuro de su propia familia. Lena, por su parte, se alejó, y Kara se debatía en la confusión de no entender por qué.

Sin embargo, Lena tenía una razón, y solo una: Diana Prince. Durante aquel tiempo, habían forjado una amistad tan sólida como la que, en su momento, había unido a Kara y Lena. Diana llegó un día cualquiera por asuntos de trabajo y nunca imaginó que su estancia en la ciudad la llevaría a entablar un lazo tan estrecho con Lena. Tras un breve retiro, regresó, esta vez como Wonder Woman y como Diana.

Kara creyó que podría recuperar el tiempo perdido y la confianza que Lena había depositado en ella si le revelaba su verdadera identidad. Pero, una vez más, sus expectativas se desmoronaron.

Diana regresó para quedarse

cada día que pasaba, las cosas tomaban un rumbo distinto. Kara veía a Lena en CatCo, pero su interacción se limitaba a un simple saludo de manos. Ese distanciamiento la hacía sentirse aún más perdida.
Incluso recordaba con dolor el día en que Diana le confesó que había revelado la verdad a Lena. Aquello fue un golpe devastador.

¿Cómo era posible que Diana, una persona que apenas conocía a Lena, hubiera tenido el coraje de contarle la verdad, mientras que ella, después de dos años de amistad, no era capaz de confesar que era Supergirl? Aquella noche, llegó a su hogar emocionalmente destrozada y moralmente quebrantada.

Se dejó caer junto a la puerta, sumida en un mar de lágrimas. Cada día le resultaba más insoportable ocultar su dolor, hasta que finalmente, se sumió en la cama, ahogada por la abrumadora depresión que se cernía sobre ella.

Kara se encontraba en medio de una tormenta emocional. Había comenzado a cambiar, y esa transformación la condujo a una incesante dedicación a su trabajo, tanto como Kara como Supergirl. Aunque sus amigos y su hermana notaban su desmoronamiento, Lena parecía ajena a su sufrimiento, al menos, eso creía Kara. En medio de la tempestad, Maggie emergió como su ancla, su refugio. Cuando Kara se sumía en la embriaguez en el bar alienígena, allí estaba Maggie, lista para brindarle su hombro y su comprensión, convirtiéndose en su mejor amiga.

Con el pasar de las semanas, Kara se tornó cada vez más distante. Abandonó las conversaciones con sus amigos y su propia hermana, y, a pesar de que Lena la buscaba, ella se había rendido en su búsqueda. Sentía que, si seguía con Lena, la lastimaría aún más. Sin embargo, finalmente, callo en la tentación y decidió que era hora de buscarla.

Hablaron por teléfono a diario, y durante esos momentos, Kara compartía anécdotas y vivencias, al igual que Lena. Revivir esas conversaciones era un respiro de felicidad para Kara, al volver a escuchar la voz de su amada. No obstante, como siempre, algo tenía que venir a ensombrecerlo todo.

Un día, Lena la llamó con emoción palpable. A pesar de que los detalles que compartía eran triviales, como lo que había desayunado o cómo había sido el tráfico, la atmósfera cambió por completo cuando Lena compartió algo que la llenaba de felicidad.

Las palabras de Lena golpearon a Kara como un puñal en el pecho desgarrando con brutalidad  clavándose con profundidad y mayor facilidad que la kriptonita

-Diana me confesó que le gusto- esas palabras retumbaban en su mente una y otra vez, El teléfono cayó al suelo mientras el mundo de Kara se desmoronaba. Su corazón, que ya se sentía roto, parecía despedazarse en un millar de pedazos más pequeños.

Cuando uno se enamora, descubre el verdadero significado del dolor

... Kara estaba experimentando ese dolor en toda su intensidad. Un torbellino de emociones la inundó: tristeza, ira y, sobre todo, odio. Sentía cómo ese oscuro sentimiento se apoderaba de ella, creciendo de forma brutal, como una tormenta en su interior.

Siguiendo los impulsos de su mente y corazón desgarrados, Kara voló por la ciudad, determinada a encontrar a Diana. Voló con gran velocidad enloquecida... hasta que finalmente la encontró caminando hacia su casa, desprevenida. Sin pensarlo dos veces, la tomó por la espalda y la llevó a un lugar apartado en las afueras de Ciudad Nacional.

La violencia estalló cuando la dejó caer con fuerza y comenzó a golpearla sin piedad. Sus palabras salieron agitadas y entrecortadas mientras la furia y la angustia la consumían.

—Tú lo sabías —le espetó con voz temblorosa.

—No sé de qué me estás hablando, Kara —respondió Diana, forcejeando para liberarse, pero en su lugar, recibió otro cruel golpe.

—¡No mientas! —rugió Kara, la rabia palpitando en su voz—. Tú sabías... ¡tú sabías que Lena me gustaba! —La agarró del cuello de su camisa, quedando cara a cara, y le propinó un fuerte puñetazo que resonó en el aire tenso.

Diana, valiente y fuerte como siempre, logró empujar a Kara con un esfuerzo sobrehumano. Se puso de pie, tambaleándose, desorientada por la brutal golpiza.

—¡Tú no hiciste nada! —gritó Diana también, desafiante, antes de asestarle un golpe a Kara.

Kara retrocedió unos pasos, se llevó la mano a la mejilla, que sangraba ligeramente, y clavó una mirada llena de ira en Diana.

—¡Te haré pedazos, Amazonas! —gritó Kara, sus ojos chispeando de furia mientras se abalanzaba hacia la mujer que tenía delante.

-te enseñare a no hablar en vano Kriptoniana- Diana respondió con calma, firmeza y enojo, enfrentándose al huracán de odio que se desataba ante sus ojos.

La Reina De Un Solo Ojo Kde žijí příběhy. Začni objevovat