Kyoko no había cambiado demasiado y lo poco que lo hizo, indiscutiblemente fue para mejor. Hana, por su parte, había acabado por desarrollar aquel porte maduro que siempre la acompañó, era una mujer fina y se le notaba de alta clase.

Vestida en un costoso traje negro, con zapatos altos que la hacían estar a la par del atractivo y elegante caballero que la acompañaba, simplemente se veía despampanante.

Y de Ryohei mejor ni hablar.

—Oh... —la castaña barrió con su mirada todo el lugar, buscando a alguien sin encontrarlo— Parece que los chicos no han llegado. ¿Estás seguro de que les diste bien la información, hermano?

El ex-boxeador asintió, soltando el brazo de su esposa para mirar con cierta duda el móvil que guardaba dentro del saco. Nuevamente, el hombre asintió.

—Sí, la he enviado bien —aseguró más convencido, sonriendo hacia las damas—. De todos modos, Gokudera tenía su copia de la invitación al igual que los demás. La última vez que hablamos, dijo que se atrasarían un poco y el jefe llegaría un poco más tarde.

—Sawada no conoce el significado de relajarse —Hana suspiró, cruzando sus brazos mientras escuchaba a su amiga reír—. Pensar que hemos venido a ver a estos simios sólo para que se tome un día libre. ¿Desde hace cuando no visitaba a su madre?

—Tsu-kun está ocupado, Hana, no puede evitarlo —defendió risueña, arrastrando a sus acompañantes hacia la barra para pedir algo de beber—. Por cierto, estoy decepcionada de Tetsuya.

—¿Nuevamente vas a quejarte?

—¡Pero es que...! —la chica hizo un puchero, momentos antes de girarse hacia el joven que atendía las bebidas— ¿Podrías darme algo, cualquier cosa, que no tenga ni una sola gota de alcohol?

—Claro —accedió, sonriendo con coquetería—. ¿Jugo? ¿Agua?

—Agua.

—Bien.

Ryohei observó divertido los pocos cambios en la expresión de su hermana, al tiempo en que el atractivo chico se daba la vuelta, completamente resginado, para buscar el agua. Desde la juventud, ella siempre había sido un poco lenta para notar ciertos comportamientos.

Gracias a Dios, había encontrado a alguien que actuaba con tanta calma como la que ella utilizaba para procesar los coqueteos.

—Entonces... —insitó, pidiendo a Kyoko que siguiera con su queja— ¿Qué hizo Tetsuya?

—Oh, ese es el problema —Hana rodó los ojos, alejándose de ellos al ver que unas viejas conocidas le hacían señas—. ¿A dónde vas, traidora?

—A verme con amigas cuyos nombres no recuerdo —señaló, haciendo a la Sasagawa mirar hacia allá sin poder reconocer a nadie—. ¿Vienes?

—No, me quedaré con mi hermano para contarle mis tragedias, puedes irte —con un gesto de su mano, Kyoko despidió a su mejor amiga y regresó su atención hacia su hermano—. Como decía, el problema es ese. ¡Tetsu no hizo nada!

—Bien —asintió—. ¿Y qué querías que hiciera?

—Que celebrase nuestro aniversario como Dios manda —obvió, rodando los ojos y haciendo reír a su hermano—. ¡No es gracioso! ¡¿Por qué Hana y tú no lo entienden?! Extraño a Haru-chan...

—Bueno, ella también está ocupada con su relación y su trabajo —excusó en defensa de la chica—. Hablando de eso, hace tiempo que no las veo...

—A Chrome-chan la viste esta mañana en el hotel —señaló, hastiándose un poco por el cambio de tema—. Haru no puede librarse fácilmente del trabajo desde que Verde hizo estallar su taller, la empresa tiene una reunión importante en unas semanas así que se ha metido de lleno en la elaboración de un nuevo traje para Tsu-kun y los demás.

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