R+E

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Richie Tozier se despierta de golpe, abriendo los ojos de par en par y con el corazón latiendo tan rápidamente que se siente como si se pudiera salir de su pecho. No le ha despertado su madre golpeando a la puerta y mucho menos el ―siempre desconectado en vacaciones― reloj, sino su propia conciencia en forma de sueños extraños que le han estado atormentando desde que el estúpido de Henry Bowers y su primo, comenzaran a esparcir esos rumores a toda voz. Esos que por supuesto no son verdad.

El muchacho toma una bocanada de aire y talla su rostro con ambas manos, con la intención de tranquilizarse un poco antes de salir de la cama. Todo lo que debe hacer es poner la mente en blanco y fingir que no le afecta en absoluto como lo ha estado haciendo con el asunto de Eso, que comparado con la tontería de Bowers, en realidad no es nada. Los rumores no pueden matarlo y eso ya lo vuelve la mitad de llevadero.

Richard se quita las sábanas de encima y toma sus gafas de la mesita de noche a su lado. En el momento en que su vista se aclara, es como si el mundo se pintara de nuevo y eso le tranquiliza porque puede notar que en realidad nada ha cambiado, sin importar lo muy diferente que él se sienta. Su escritorio está desordenado; lleno de las tareas que no entregó y dibujos absurdos. Su pared repleta de posters de bandas y grupos y el piso debajo de su cama tapizado de pornografía que en realidad no mira, pero que compra porque es lo que los chicos de su edad hacen, o algo así. 

Sí, todo está exactamente igual que siempre.

De un salto, Richie baja de la cama sintiéndose mucho mejor, con la energía suficiente como para disfrutar del perfecto día de verano que ya comienza a sentirse caluroso, y cuyo sol entra por su ventana como si fuera medio día. Aunque tal vez, conociéndose a sí mismo, lo fuese. No le sorprendería, es un chico en crecimiento y dormir y comer es todo lo que necesita, aunque su madre no esté muy ―o nada― de acuerdo con ello.

Sin molestarse en cambiarse de ropa o si quiera lavarse el rostro, el pelinegro sale de su habitación y desciende por las escaleras sintiendo el calor de la madera bajo sus pies, cosquilleándole. Parece que es demasiado tarde y su padre se ha ido a trabajar. Su madre, en cambio, está en el salón sacudiendo el polvo mientras ve a medias un programa de variedades en el televisor aún con el pijama encima. Está tan inmersa en sus dos labores que cuando su hijo aparece frente a ella suelta un grito y deja caer el sacudidor.

―Por Dios, Richard ―le reprende con exageración en la voz y una mano en el corazón―. ¿Qué haces aquí? ―le pregunta.

―Aquí vivo ―responde simple y llanamente, dirigiéndose hacia la cocina. 

Ella lo sigue. 

―Sabes a lo que me refiero y no me hables así. ¿Por qué no estás en la calle con tus amigos?

―No tengo amigos ―dice y hay algo de verdad en sus palabras, aunque sería mejor aclarar que ya no tiene amigos.

―¿Qué hay de Stan? ¿El chico Denbrough? Estuviste casi todo el verano merodeando con ellos y los otros. Parecías divertirte.

Ella está usando su tono de voz maternal, comprensiva y un poco exasperante. Richie sabe que está tratando de averiguar que ha pasado porque está preocupada por su hijo, pero él no encuentra la manera de decirle que prefirió abandonar a sus amigos antes que morir a manos de un payaso loco. Que fue egoísta y les dejó, no sólo comportándose como un idiota, diciendo cosas innecesarias, sino dividiendo al grupo. Dividiéndolos. Ella no le creería de todas formas, así que decide ir por el camino fácil.

―Peleamos ―dice y es otra verdad a medias pero a esa altura de su vida está demasiado acostumbrado a decirlas―. Bill es idiota ―agrega sólo porque sí. Porque prefiere que la culpa caiga sobre él. 

R+EWhere stories live. Discover now