1: Complicidad

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Eran las dos de la madrugada y Michelle Farroughs se encontraba parada, con frío y hambre, en la intersección de calle Nazca y Avenida Rivadavia, esperaba como todas las noches que algún automóvil se detuviera para preguntarle su precio y así proceder a un intercambio carnal que solventaría los gastos necesarios para subsistir en un mundo que le parecía cada vez más injusto.
A diez cuadras de la mencionada intersección, se encontraba Jason Dizeo ajustando la cadena de su bicicleta para comenzar a repartir los diarios por los barrios porteños de Caballito, Floresta y Flores. Su labor era sencilla y la hacía con alegría aunque le pagaran poco pero lo que lo mantenía atado a su trabajo era su relación amorosa con Michelle.
Michelle ya llevaba dos horas de trabajo cuando se le apareció Jasón, regresando de una de sus recorridas habituales y, como era costumbre hace años, no podía evitar desvíarse para saludar a su joven pareja.
—Hola, Mi, ¿cómo estás? ¿te golpearon o algo? —dijo Jasón al notar que Michelle le rehuía la mirada.
—No, no es eso —respondió Michelle, de manera indiferente—. Son dos cosas, una que hace un mes que mi único cliente es un sujeto llamado Mark Cossey. Al principio venía en intervalos irregulares pero luego se hizo más frecuente al punto de verme todos los días. Aunque es el que mejor me paga, me da una sensación extraña. La otra razón, es que ya estamos en mitad del otoño y aún no veo que caigan las hojas. Sí, sé que es una tontería y quizá tan sólo esté neurótica.
Jason, quien sentía una pena en el pecho cada vez que oía las historias de calle de su pareja, no hizo más que prometerle que se irían lejos, al sur del país, más concretamente al Fin del Mundo ya que el lema para una de las provincias era «Ushuaia, fin del mundo, principio de todo», lo cual sonaba bastante optimista para una pareja que tenía un pasado con mucho por borrar.
Luego de media hora de charla, ambos enamorados se despidieron y siguieron con sus ocupaciones y no se verían hasta el día siguiente a la misma hora. Las semanas pasaron y el ánimo de Michelle comenzó a decaer y a rogarle a Jason que se replanteara la idea de ir al sur porque, con la plata que ambos tenían hasta ese momento, ya les alcanzaba para irse a vivir juntos a algún pueblo alejado de Buenos Aires. Aunque lo que decía era cierto, la verdadera razón de querer abandonar la prostitución es que ella cada vez le temía más a Mark Cossey, quien comenzó a mostrar una faceta cada vez más violenta y sucia, al punto de generarle una infección urinaria y hematomas de tamaño significativo.
Jason, quien tenía un corazón enorme y que por un segundo casi flaquea al oír todas las desgracias, responde que tan sólo deben aguantar dos meses más y que luego el Cielo les daría una grata sorpresa. Michelle, quien tenía un estoicismo excepcional, se tragó las lágrimas y aceptó por el amor sentía. Además, sonaba razonable lo que Jason decía ya que según su corta formación cristiana, Dios no da sin antes poner a prueba el espíritu de los humanos.

Otoño por siempre (cuento)Where stories live. Discover now