La Aldea

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Quizás nunca debí introducirme a aquellas profundidades de negrura, donde los monstruos son casi tangibles. Pero tuve que bucear en este mar tenebroso por mi propia curiosidad y mi fascinación por las tribus indígenas de África.

Acudí a una aldea ubicada en un lugar remoto de África, conocida por sus leyendas sobre "muertos que caminan", la comunidad científica se había vuelto loca cuando encontraron a los indígenas en un estado primigenio, los aldeanos respondieron con hostilidad en un inicio, pero poco a poco cayeron reasignados ante un mundo donde la magia y la tecnología parecían ser lo mismo.

La cultura de los Cunhar giraba en torno a la venida de un dios al que incluso los muertos debían adorarle, la distribución de su campamento siempre estaba en movimiento acorde al de las estrellas que brillarían más en la noche, una creencia -que me parecía loca en su momento- , de ubicarse en el borde de lo divino y la muerte. Según el chamán de la aldea, la muerte era la transición a la vida eterna terrenal, solo otorgada por la luz sombría de su dios que vive en un lugar más lejano que el cielo. Sin embargo, a diferencia de un montón de religiones actuales, los Cunhar no enterraban a sus muertos, sino que los embalsamaban con una sustancia mohosa y rojiza, luego los dejaban reposar en cuclillas frente a los símbolos de la luz. Extraños y terroríficos signos que al verlos producían espasmos a los ajenos y curiosos, pesadillas que atormentan mi espíritu aun cuando cierro los ojos.

Tuve la mala fortuna de acudir a uno de esos ritos de embalsamamiento. El difunto en cuestión fue despojado de sus prendas dejando a relucir su ya avanzado estado de putrefacción, su piel entre rojiza y pálida dejaba emerger de cuando en cuando unas asquerosas larvas pintadas de escarlata, semejante imagen de profanación me perturbó durante días, pero no como lo que el jefe del pueblo hizo después. Sacrificó 3 cerdos degollándoles el cuello sobre el cadáver, la sangre caía a gorgoteos solo para que al terminar el desangrado, las mujeres acudieran a todo lo que había caído en el suelo y después, desnudas, se bañaron en la sangre de los animales mientras proferían un baile y cántico que me parecieron ajenos a todo lo que existe y reina en la tierra, era como si sus bocas hubieran sido entrenadas para hablar en lenguas donde solo el sonido de la garganta, gutural, fuera suficiente para expresar los terribles cantos a la luz de la luna y las llamas de las antorchas.

Aquella noche, intentaba huir despavorido por la zona plagada de peligros nocturnos y el paraje africano, pero una de las mujeres pareció percatarse de mi pensamiento y se acercó a mí, su cuerpo comenzó a parecerme sumamente excitante bañado en aquella sangre y tuve deseos de hacer cosas profanas, pero por mi voluntad –aunque un poco quebrada- logre alejarme a la choza donde me habían hospedado. Los bailes y cánticos continuaron por toda la noche. No comprendí enteramente que pasó cuando finalmente caí dormido, recuerdo un extraño sueño donde la mujer me acariciaba cada rincón de mi cuerpo con el suyo y lentamente era arrastrado por ella hacía el lugar del embalse. Me dejé profanar de una manera sodomizada y asquerosa mientras me bañaba en aquella sustancia caliente y escarlata, luego deje de moverme y me vi atrapado por las sombras de la muerte, me pareció que había dejado de respirar y fui llevado frente a los símbolos que ahora brillaban de forma horrorosa con una luz que parecía más bien oscuridad, sombría.

Desperté empapado en un sudor frío y pegajoso, el chamán me veía con extraña fascinación y preguntó que si lo había visto, a dios. Yo solo tuve fortaleza en mis palabras para preguntar cuánto tiempo había dormido, a lo que el chamán respondió con una sonrisa inmensa y manteniendo un silencio total, me tomó de la mano obligándome a levantar, me dirigió hacia el lugar donde había sido profanado en mi sueño y sentí un terror profundo al ver a toda la aldea y los curiosos arrodillarse frente a los símbolos. El chamán sin quitar del rostro esa terrible mueca que mostraba unos dientes deformes y negros me pidió que mirara al cielo.

Al paisaje espacial le habían sido arrebatadas las estrellas y solo se podía ver un sol negro, rodeado del fuego rojizo que dejaba caer una luz sombría en algún lugar de la tierra, doble mis rodillas por la impresión y sentí un gran regocijo, pues el Rey de la Nebulosa había llegado y lo adoramos por mucho tiempo, cuando levanté volví a preguntar al chamán por el tiempo que había dormido, a lo que el chamán respondió con la misma sonrisa, pero no tuve que volver a preguntar, porque comprendí que había estado dormido por milenios adorando a los signos de la luz sombría y Lumort por fin había llegado para resucitar a los muertos, y obligarlos a adorarlo por toda la eternidad.

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⏰ Last updated: Aug 24, 2019 ⏰

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La Leyenda de LumortWhere stories live. Discover now