Juegos de devenir parte dieciocho: Concreto

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El neurocosmos es un sistema plagado de información, no en un sentido despectivo, ya que si contemplamos de manera adecuada la mayor parte de ésta resulta útil. Pero el hecho de que sea útil no implica que su verdad sea inherente, porque si bien podemos traducir esta información a un lenguaje funcional, es decir, adaptarlo a otro sistema de consenso colectivo, no podemos asegurar que su realidad sea un factor intrínseco de su existencia. Esto se debe a la condición natural a la que están sujetas todas las existencias, son y no son simultáneamente. Es decir, la esencia de ser prevalece en ellas tanto cómo la del no-ser. Y si tenemos en cuenta que la mayor parte de la información se puede adaptar a nuestro pensamiento, a la parte racional que es el ser, no podemos descartar la posibilidad de que hay una gran parte de la información que, al pertenecer al lado irracional del neurocosmos, carecemos de la capacidad para captarla o traducirla. Sin embargo podemos ordenar la información que sí puede ser captada, aquella incorporada en la experiencia de pensamiento y razón, para fundamentar y diseñar una forma parcial de lo que puede ser entendido como "realidad". Y el hecho de que la relación de la verdad con el lenguaje sea contradictoria, ya que la verdad se encuentra en la ausencia, en el vacío, en la nada misma; expresarla se vuelve una odisea para cualquier pensador, entonces queda contemplar el sentido de la nada misma, ya que la podemos encontrar en todas partes, que en su forma más ínfima se mantiene cómo un absoluto y su presencia lo abarca todo. Porque la nada se encuentra ahí, o mejor dicho dónde no encontramos algo, para que los hechos sucedan, para que los sujetos interaccionen, para que el mundo exista. Y por más ilusorio que el "todo" resulte, su existencia persiste en comunicarse a sí mismo, porque si analizamos el "todo", encontramos una entidad eterna, que no sólo abarca una totalidad de presencias, sino que sus ausencias le dan forma. Entonces descubrimos en este absoluto, en esta totalidad, la esencia universal de la Hyperforma. Porque todo fin es volver al origen, pero aquello que lo es todo y nada al mismo tiempo, es su propio origen y su propio fin. Y esta esencia universal está en todas sus partes, porque si todo en el neurocosmos es información, todo en la hyperforma es la misma hyperforma fragmentada. Si bien el neurocosmos y la hyperforma son conceptos que se superponen, son dos estados diferentes de la misma entidad, dos personalidades diferentes que comparten a la totalidad, el neurocosmos es el devenir de la totalidad de la información en el espacio, la hyperforma es la totalidad de las formas en la eternidad. Estos dos fenómenos exceden la comprensión lingüística del pensamiento, y sin embargo se originaron a partir de la misma programación, sólo que en un lenguaje que trasciende lo físico. Y esta programación, de la cual nuestra tecnología nos permitió traducir apenas fragmentos, está inscripta tanto en la totalidad cómo en todas sus partes. Por lo tanto, en este juego de descubrimientos informativos, las distintas manifestaciones de lo físico obedecen una voluntad que todo lo puede y todo lo desea. Esa es la verdad, o por lo menos la ausencia de poder y de deseo que implica la existencia inevitable de estos dos factores lo es. Dado que lo irracional de la verdad se opone a la fuerza sistemática del lenguaje, ambos se encuentran equilibrados en la totalidad, el lenguaje crece en la extensión del neurocosmos y muta en la hyperforma, y la verdad se oculta sutilmente a simple vista, aprovechando el desorden y la dispersión de la ilusión para ocupar el lugar de aquello que ya no está. Porque la ilusión es escurridiza y efímera, y la verdad es absoluta y permanente, porque en el cambio de una ilusión a otra se encuentra un vacío, que todo lo puede contener, que todo ya lo contiene. Y eso es inevitable, porque el lenguaje tiene poder hasta determinados extremos, pero en contacto con la verdad se vuelve sólo otra distracción. Y el ser, ese que se encuentra atrapado entre la verdad y la ilusión, tanto el neurocosmos cómo la hyperforma, tanto el sujeto pensante como experiencia de identidad de la totalidad, construyen una realidad en la que todo pueda coexistir con la nada. Porque esa construcción es en realidad una encrucijada para hacer evidente lo obvio, eso que siempre estuvo ahí, que es el origen de el mismo ser, que es también su fin. Porque el contacto intermedio entre el ser y el no ser es la experiencia misma, la encarnación, ya que no hay manera de determinar si el todo hizo a la nada o si la nada hizo todo, o si se hicieron mutuamente, si se construyeron en conjunto para mezclar a la verdad con la ilusión en una solución heterogénea. Para descubrir respuestas diferentes en los estímulos de sus diversas manifestaciones, para tomar todas las formas posibles y experimentar con ellas, para experimentar ser ellas. Porque en el plano intermedio entre la ilusión y la verdad contiene representaciones invaluables de información que busca reproducirse, plano donde los sujetos exploran su incertidumbre y crean a otros sujetos, comparten conocimientos y consumen recursos que son de algún modo también sujetos. Porque en esta incertidumbre está todo interconectado, todo y nada en conjunto son uno porque están en constante comunicación, dialogando en su propio lenguaje, haciendo que los hechos pasen. Mientras tanto los sujetos tienen el poder de elegir, de distinguirse entre ellos, de valorar su experiencia y sus contenidos; pero no pueden escapar a la inevitable causalidad de sus existencias, de su contacto con la verdad, de su esencia universal. Esto se debe a un principio básico de la condición física, no hay generación espontánea, to lo que se construye se sustenta de otra existencia, lo más simple se combina para formar lo complejo, lo más complejo se subdivide para dar origen a lo nuevo. La energía depende de la energía, la materia de la materia, la vida de la vida; todo en la naturaleza responde a su necesidad de nutrición para crecer, para cobrar forma. Y si es que existe tal cosa como el alma, obedece a los mismos fundamentos de la energía, la materia y la vida; son necesarias entonces otras almas para que estas existan. Y si existe el alma, entonces el ser es aquella que pertenece al universo, al neurocosmos, a la hyperforma. Y a partir de esa alma absoluta que reposa durmiente en el plano medio encontramos que nuestra esencia es siempre la misma en cada sujeto, que compartimos todos algo en común. No sólo somos todos ser, sino que todos somos un fragmento diferente de la misma fuente, manifestando la voluntad de descubrir un camino, de encontrar a otros, de conocernos a nosotros mismos. Y esta información que traducimos, que proviene de la naturaleza y nos guía hacia ella, que reconstruimos con nuestras herramientas disponibles, que irónicamente nos fue provista por la naturaleza misma, nos permite relacionarnos apenas con el concepto de la verdad, pero alimentando a la ilusión que vivimos para describirla, estudiarla, analizarla y entenderla. Y a pesar de que nuestro contacto con la ilusión es más estructurado que el que tenemos con la verdad, ésta es parte inevitable lo que somos, porque si bien cuesta trabajo sentirla no es motivo para negar que se encuentra ahí. Porque esta experiencia de identidad que somos, este fragmento de lo absoluto, es la conciliación entre lo posible y lo imposible, entre lo programado y lo impredecible. Ya que la búsqueda es sobre la diversidad de respuestas, entonces el resultado somos nosotros, que a cada instante generamos un cambio nuevo, dándole sentido a toda la vida. Sentido que bien puede ser parte de la ilusión, pero que de todas formas corresponde a sentir la verdad, o su parcialidad. Debido a que todo lo que experimentamos a través de los sentidos es sólo un fragmento de lo que realmente sucede a nuestro alrededor, somos un reflejo de esa segmentación y por lo tanto seres sometidos a ser sólo una parte de la total identidad del universo. Sin embargo con sólo percibir un fragmento de la verdad nos encontramos que si realmente entramos en contacto con ella entonces la estamos percibiendo en su totalidad, pero su cualidad de ser absoluta escapa a nuestra comprensión y desafía las leyes conocidas por la tecnología. Pero el hecho de que se encuentra ahí es irrefutable, porque la verdad se encuentra en esa infinita distancia que se encuentra entre las existencias, y es esa distancia lo que permite que se encuentren ahí en primer lugar. Resulta curioso tomar cómo ejemplo a los átomos, unidades abstractas con las que apenas podemos entrar en contacto directo, sólo capaces de ser medidas hasta cierto punto, que por su diseño no se tocan nunca. Y esto se debe a las aceleradas interacciones de sus energías, que de algún modo implican cierto movimiento y por lo tanto cierto espacio de movimiento. Y sin ese espacio, sin ese vacío, entonces todas estas unidades serían incontrolables y el universo no podría tener la forma que tiene actualmente. Y a pesar de ser una herramienta limitada y distanciada de toda verdad, con el lenguaje se pueden alcanzar conclusiones concretas y deducciones propias de su estructura. Por lo tanto la ilusión se vuelve endeble y la realidad se articula para alcanzar un contacto profundo con el ser y su idea. Y en esta realidad dinámica y articulada es donde podemos construir nuestras identidades, explorando la extensión del mundo que somos, porque estas conclusiones concretas son la respuesta a la incertidumbre total.

Juegos de devenir parte 18: Concreto.Where stories live. Discover now