Manuel se sintió observado, demasiado para su gusto, en sus veinte años de vida jamás nadie se había detenido a observarlo de esa manera tan... ¿Intensa? Para todos solo era Manuel, el antisocial, el invisible. Sus ojos bailaron nerviosos recorriendo la silueta del rubio, era alto, de cuerpo atlético y gran espalda, todo eso acompañado de una cara bonita y masculina. Sin dudas había valido la pena asistir a la fiesta, después de todo, un mino como ese no se veía todos los días.

- ¿Sabés qué? - Martín rompe el hielo. - Me convenciste, voy a probar el famoso terremoto. - De la barra tomó un vaso y acercó este a sus labios probándolo inmediatamente. - ¡Boludo está buenísimo!

- Te lo dije weon. - Decidió ignorarlo y terminar con lo poco que quedaba en su vaso. - Ya que estai parao tráeme otro. - Habló más rápido de lo normal producto de sus nervios.

Martín obedeció y le acercó otro vaso, se sentó junto a él mientras degustaba del nuevo sabor. Transcurren un par de horas y ninguno se movió de su sitio más que para buscar alcohol, cruzaron escuetas palabras y eternas miradas, radiantes sonrisas por parte del rubio y diminutas muecas por parte del castaño. Martín descubrió que Manuel estudia filosofía y letras, cursa su segundo año, estudia con beca, trabaja medio tiempo después de clases y es originario del sur de Chile. Manuel descubrió que Martín es un año mayor que él, que está cursando su segundo año en la universidad y estudia publicidad, que viene de Argentina, de la ciudad de Buenos Aires, que es adicto al mate y no tolera el té. Con el paso de las horas descubrió que al argentino le fascina hablar y es bastante escandaloso para hacerlo, aun así le agrada, el que sea tan bueno para hablar terminó recordándole a Miguel, su ex pareja.

Con bastantes copas de más decidieron abandonar la fiesta, se alejaron de la muchedumbre y el ruido, de pronto Manuel miró la hora en su celular, eran las 04:52 AM, había llegado el momento de despedirse, de pronto detiene su andar y en un impulso tomó la mano de Martín el cual confundido volteó a mirarlo. No dice nada, solo frunce ligeramente el ceño para luego desviar la mirada. Sabe que está haciendo el tremendo ridículo frente al argentino, pero no se le ocurre nada para justificar su repentina acción.

- ¿Pasa algo Manu? - El argentino susurró aquella pregunta contra el oído del chileno.

Manuel no responde, desea decirle que sí, que pasa algo, que desde que lo vio hace unas horas atrás le encantó, que tiene unas ganas enormes de tirar con él por algún lugar desolado de la universidad y que por un rato desea olvidarlo todo más nada sale de su boca, simplemente se tambalea producto del alcohol y esboza una leve sonrisa, tan pequeña, tan efímera que Martín piensa que solo fue una ilusión óptica producto de la borrachera.

- Me tengo que ir, mañana me toca trabajar. - Responde Manuel de manera seca, cortante, mientras se reprende mentalmente por ser "tan aweonao, tan lenteja."

- ¡Boludo, vos no te podés ir! - Exclama Martín sin pensar, después de todo él se manejaba por hablar, sentir y luego razonar.

- ¿Por qué no? - Alza una de sus cejas mientras sus ojos brillan más que nunca. - ¿Quién va a impedir que me vaya? - Hace una mueca burlesca con los labios.

Martín no responde, por primera vez en toda la noche guarda silencio, Manuel desvía la mirada desilusionado, se gira para irse, más la mano del argentino lo detiene. El tacto de Martín se siente caliente, al igual que su aliento cuando choca contra su boca, sus alientos huelen a alcohol y a tabaco, sin embargo esos pequeños detalles no les importa, al menos no cuando comienzan a devorarse la boca con hambre, con ímpetu. Entre besos violentos y desesperados se encaminan hacia la parte trasera de la biblioteca, es el lugar más sólo y discreto de toda la universidad.

La espalda de Manuel choca contra la porosa muralla de cemento, mientras, las grandes manos de Martín incursionan bajo su canguro negro, se estremece ante las caricias, más al sentir sus manos recorrer su piel, ese tacto caliente, electrizante, inevitablemente jadea de manera suave. Ese simple gesto le basta al argentino para separarse de los adictivos labios de Manuel, ahora desea explorar y degustar su largo y delgado cuello. Besa con lengua y dientes cada centímetro de piel dejando algunas marcas como recuerdo de tan fantástica noche, desea que a la mañana siguiente cuando ya no esté tan ebrio pueda recordar lo acontecido.

Lazos RotosWhere stories live. Discover now