Después de la caída

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- Nuevos entrenamientos.... - con gran agilidad recorrió con su vista cada uno de aquellos puntos – Aún son unos críos, Erwin. No puedo pedirles que hagan reconocimiento cuando hay nevadas. Es peligroso.

- Sabes que, en ocasiones, es necesario que estén preparados para cualquier situación. Hace algunos años yo mismo tuve que intervenir en una misión en pleno invierno, te recuerdo.

- Ibas acompañado de los dos soldados más excéntricos de todo el destacamento.

- Ninguno de ellos tenía formación para trabajo ante una nevada o posible ventisca. También debemos salir a campo cuando las condiciones no son favorables.

- Erwin, esos dos psicópatas tuvieron éxito porque son excesivamente raros – musitó con pesadez – Si hubieras llevado a cualquier otro, con o sin preparación; hubiera sido igualmente una misión suicida. Aunque prepare a estos mocosos bajo estos planes de entrenamiento, no conseguirás repetir el milagro que tuviste con esos dos.

- No espero un milagro. Espero dedicación. Si son capaces de sobrevivir a un simple entrenamiento y continuar avanzando, serán capaces de avanzar en el campo de batalla aunque les falten uno de sus miembros.

- ¿Acaso crees que tus dos pequeños experimentos serán capaces de continuar si pierden un miembro?

- Ninguno de ellos dos abandonaría el campo de batalla aunque perdiesen la vista o incluso un brazo –otra vez aquella frialdad que comenzaba a apoderarse de él.

- ¡Erwin, maldita sea!¡Escúchate bien! ¡No son peones de madera en un juego para niños! ¡Son seres humanos!

- Son soldados – finalizó – Si no eres capaz de que comprendan un concepto tan simple, estarás demostrando que no hay ningún sitio en el ejército al que realmente pertenezcas.

- Erwin, escúchame.......

- El gobierno ha dado la orden para que realicemos una incursión con aldeanos voluntarios, Shadis. Supongo que comprendes lo que va a suceder.

- La situación aún no es tan grave. En primavera volveremos a tener suficientes alimentos, solo tienen que-

- No he podido negarme. Por eso te lo pido. Tú mismo aborrecías volver con montañas de cadáveres. Permíteme que las montañas que duerman bajo mis botas manchadas de sangre sean soldados que ansiaban luchar por la libertad, y no meros niños asustados.

- Sin duda, siempre has tenido un don para la palabra.

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En ocasiones, si se concentraba en el aire, aún podía oler a ceniza. No estaba seguro si pertenecía a alguna pequeña chiminea de leña con la que alguien intentaba calentarse. Tal vez algún retazo de un fuego descontrolado. O tal vez.......... los cientos de cadáveres que ahora eran quemados en una pila central. No había espacio suficiente en aquel suelo para poder enterrarlos a todos. Y ahora el olor del crematorio improvisado inundaba sus sentidos.

¿Acaso debía vomitar por el olor? ¿O tal vez llorar? ¿Qué debía sentir? Muchos de los que ahí yacían habían dormido en la misma habitación que él. Otros los había conocido cuando solía asistir al distrito más cercano para realizar algunos recados. Y ahora solo eran polvo y huesos ennegrecidos.

Habían pasado varias semanas desde que tuvo que contemplar aquella escena. En la que él mismo debió ayudar a colocar los cadáveres. Siempre había trabajado siguiendo órdenes. Pero realmente solo ansiaba no tener que colocar el cadáver de una persona en aquella pila funeraria. Su eterna capitana. La misma que, embargada por la frustración, continuaba encerrada en aquel pequeño laboratorio tras todas aquellas semanas.

Decisiones y arrepentimientosWhere stories live. Discover now