LA SOLEDAD Y YO

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Mateo Symanski Tenembaum era un tipo medio solitario, todos a su alrededor lo consideraban frío e incapaz de sentir empatía por el prójimo, nunca había tenido muchos amigos, y ni hablar del amor, siempre había sido muy indiferente sobre ese tema, pues no le gustaba el compromiso, ya que por lo general se cansaba rápidamente de la gente. Y aun así ahí estaba, a la una de la mañana parado fuera de la privada donde vivía Diego Ortega.

¿Por que estaba ahí? Ni siquiera Mateo tenía idea, solamente recibió un mensaje de Diego que decía: "Maty, por favor ven a la privada, te necesito".  Y sin pensarlo dos veces, Mateo tomó las llaves de su coche y condujo hasta la ubicación a la que el chico de cabellos rubios le había indicado. Si Diego lo necesitaba, él siempre estaría ahí.

No supo cuándo pasó, ni cómo explicarlo, pero Mateo sentía algo por Diego que le costaba trabajo entender. Un día, él era Mateo el lobo solitario al que todos discriminaban por su religión, él era el chico dispuesto a hacer lo necesario para demostrar que era mejor a todos los que lo hacían menos, estaba cegado por el odio y la sed de poder. Y de un día para otro simplemente lo encontró, Diego Ortega apareció en su vida con una sonrisa y le mostró que había otro camino, que la Luz del Mundo no se encontraba en la oscuridad.

Mateo Symanski no era ningún santo, él había cometido muchos errores con tal de alcanzar la cima, había sacrificado sus ideales y su humanidad con tal de ser el favorito de Ubaldo. Y aun así Diego le hizo creer en las segundas oportunidades con una mirada, lo exonero de los pecados con una sonrisa, y lo hizo olvidar su pasado con sus chistes malos. Diego Ortega lo hizo una mejor persona, él era su brújula moral.

— Maty

Inmediatamente levantó la mirada de su celular, estaba viendo su última conversación con Diego, en la que le había avisado que ya había llegado y lo estaba esperando, la respuesta de Diego había sido un emoji de corazón, que por alguna razón le provocó una sonrisa a Mateo.

Ahí estaba Diego frente a él, con los ojos rojos e hinchados. Su cabello rubio estaba alborotado, sus manos temblaban, y su mejilla derecha estaba roja, como si hubiese recibido una bofetada. Cargaba con una mochila en la espalda.

— ¿Diego? — preguntó Mateo con una voz suave y dulce, una voz que solo usaba con él — ¿qué pasó?

Diego no respondió, lo miró a los ojos y lo abrazó. Mateo se quedó pasmado por un segundo, su corazón comenzó a latir más rápido de lo normal, volteó a ver si había alguien a su alrededor que explicara lo que había pasado, sin embargo, estaban solos. En seguida, le regresó el abrazo a su mejor amigo y le hizo caricias en el cuello para que se tranquilizara, ya que había comenzado a llorar en su hombro.

— ¿Hubo un accidente?

Diego seguía sin responder, solo lloraba, se sentía perdido y roto, pero sobre todas las cosas, Diego se sentía solo.

— Diego, por favor, habla conmigo, no puedo ayudarte si no me dices qué te pasa.

Diego se separó del abrazo, sin embargo no se alejó de Mateo, sus caras estaban muy cerca, los ojos verde bosque de Diego estaban fijos en los ojos verde azulado de Mateo. A Mateo se le olvidó como respirar por un momento, e inconscientemente se lamió los labios.

— Maty, por favor, sácame de aquí, llévame a un lugar donde nadie me conozca.

Mateo asintió, tomó su backpack y se la colgó. Después, como cualquier persona decente en ese momento le abrió la puerta del coche, o al menos de eso se intentó convencer a sí mismo. Finalmente dejó la mochila en la cajuela, y se subió al asiento del conductor.

Sin decir una palabra más, encendió el vehículo y arrancó. Así mismo, Mateo puso el disco de música que Diego le había regalado, era de Morat, y aunque Mateo no fuera muy fan del grupo sabía que era la favorita de Diego, sospechaba que eso podría animarlo un poco. Lo cuál comprobó un poco más tarde al escucharlo tararear las canciones, Mateo no pudo evitar sonreír aunque a su voz estuviera un poco desafinada por tanto llorar.

TALK ME DOWN | MATIEGO Where stories live. Discover now