El maquillaje, por otro lado, es algo sencillo pero lindo y no pasa desapercibido. Resaltaron mis ojos con un delineado medianamente grueso y en un tono que no es negro, sino marrón oscuro. Las sombras son de una gama de vinos y dorados y finalmente aplicaron máscara de pestañas.
Base, iluminador, rubor, polvo... todo está en mi cara pero agradezco que el maquillista sea profesional, ya que gracias a sus benditas manos no siento que tenga puesta una máscara.

—Gracias — le digo al equipo de 3 personas que me miran a través del espejo y luego me vuelvo hacia mi amiga rubia.

A Lizzie le resaltaron los ojos verdes con tonos azules y aqua. Luce preciosa, con el cabello completamente lacio y el flequillo que muy pocas veces le gusta dejarse.

—Estás hermosa.

—¿Verdad? — bromea, comenzando con las poses frente al espejo que me hacen reír — Siempre somos guapas pero hoy, nos excedimos.

Giro los ojos, divertida.

—¿Ahora sí podemos ir a comer?

—Te compraré un souvenir de camino a la casa, ahora tenemos que irnos — me jala del brazo para levantarme, nos despedimos de los estilistas y luego me hace atravesar todo el centro comercial y estacionamiento para llegar al auto.

En el camino de regreso, la obligo a pasar por un helado y como es mi cumpleaños no se opone, cuando llegamos a la casa de mi hermano, se me hace extraño no encontrar a Susan, ni a los niños. Supongo ahora que no está mi hermano, ella ha decidido hacerse cargo de la tradición de comprar un pastel a escondidas, del que siempre me termino enterando.

—Lizzie, ¿Es necesario que...?

—No, no me cuestiones — me interrumpe, en tanto me empuja por los hombros hacia las escaleras — Sube a tu habitación y ponte más guapa de lo que ya eres.

—Pero...

—No tardes — agrega, yéndose a no sé donde.

Rendida, hago lo que me ordenó aunque cuando llego frente al armario, me doy cuenta de que realmente no tengo nada que ponerme. La mayor parte de mi ropa, entre prendas formales y vestidos para salir de fiesta están en mi apartamento en Nueva York. Todo lo que hay aquí son jeans, jerseys, playeras, blusas y alguna que otra sudadera de Chris.

—Maldición — mascullo entre dientes, sacando y sacando prendas que luego arrojo a la cama — Piensa, Victoria, piensa. Tiene que haber algo por aquí.

Paso 15 minutos entre montañas de ropa hasta que por fin encuentro algo. No sé si sea adecuado para lo que Olsen tiene preparado pero combina con mi maquillaje, y es todo lo que hay.

El vestido es corto, en color chedron; tiene un escote corazón bastante bonito y la falda tiene algo de vuelo, a mi parecer es bastante cómodo y lindo.
Me lo coloco con mucho cuidado de no dañar el peinado ni el maquillaje. Retoco un poco el labial rosa pálido, me pongo perfume, los aretes y luego, entro en otra crisis por no saber que zapatos ponerme.

—¿Zapatillas? — observo el par en color negro que están al pie de la cama.

Son bonitas pero no tengo chaqueta con que combinarlas, así que mejor olvido esa idea.
Paso otros 10 minutos eligiendo el calzado, que finalmente son un par de botas blancas hasta la rodilla.

Sonrío cuando la imagen de Chris se me viene a la mente, sin poder evitarlo.

En mas de un año de relación, la confianza que teníamos cuando éramos solo amigos, se potenció. Nos conocemos bastante bien, lo que nos gusta, lo que no, eso implica también temas en un ámbito mucho más... personal. Por no decir sexual. Descubrimos que había mucho de nosotros mismos que no conocíamos, por ejemplo, después de mucha investigación de campo, yo llegué a la conclusión de que tengo un fetiche con su barba y manos, simplemente me vuelven loca.

ALL OF ME  [Chris Evans]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora