Prólogo

31.1K 1.1K 26
                                    

Dos años antes

Isabella

Las lágrimas rodaban por mis mejillas mientras mi padre dibujaba con su mano círculos sobre mi espalda una y otra vez y mi madre lloraba en la silla a mi lado.

—Es... ¿Es completamente seguro? —preguntó mi padre. Su voz denotaba el esfuerzo que hacía por no llorar. Como siempre, era el que nos daba fortaleza a ambas.

—Lamentablemente, sí. El margen de error en estos exámenes son prácticamente nulos, señor Altarriba.

—Pero ella sólo tiene quince años.

—Por desgracia, eso no es impedimento para la enfermedad —le dijo.

Sentía que todo mi mundo se estaba viniendo al piso. Era muy joven para que me dijeran que tenía los días contados. Existían cosas propias de una adolescente que no había vivido aún y que moría por hacer: besar, tener un novio, mi primera vez, romper un corazón, amar...

Y me estaban arrebatando de un tirón todas las posibilidades.

—Podríamos emplear un tratamiento para hacerlo más llevadero —dijo el doctor—. Podemos intentar con...

—No —lo corté—. No pienso estar sujeta a nada. Yo... yo quiero vivir bien el tiempo que me quede, sin importar la cantidad que eso signifique.

Quiero enamorarme, quiero equivocarme, quiero sentir lo que un adolescente siente, antes de irme de éste mundo.

—Isabella, tal vez deberíamos intentarlo —habló mi madre en medio del llanto, pero yo sólo negué con la cabeza.

—No, mamá. Es lo único que deseo: vivir lo que me quede con normalidad. Por favor.

Sabía que no sería fácil convencerlos, pero no estaría sujeta a ningún tratamiento. A nada, en realidad.

Antes de que ellos pudieran objetar, salí del consultorio en busca de aire. Quienes estaban fuera me miraron con pesar, como si supieran —o imaginaran— lo que acababan de decirme allí dentro.

Una vez lejos, me senté a llorar en uno de los escalones de la clínica, preguntándole a la vida porqué ha decidido algo tan cruel.

Ayer, sólo estaba medianamente preocupada por lo que me dijeran en la cita médica de hoy. Pero ahora... ahora solo sentía rabia. Rabia con todos. En cuestión de minutos, la vida se me había venido abajo.

Ayer tenía toda la vida por delante.

Hoy sólo la certeza de que me restan cerca de cuatro años.

Déjame amarte ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora