Alpacatástrofe

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Gente, como dije en mi página de Facebook, el día 19 se cumplen dos años desde que publiqué mi primer fic, así que para celebrarlo, voy a publicar one-shots ahí. Esta historia también sería parte de esos one-shots, pero como se alargó más de lo que esperaba, decidí subirla de la manera usual.


Alpacas..., benditas alpacas. Desde el principio, Umi sabía que a su linda novia Kotori le gustaban aquellos animales; nada más le bastaba verla cuando acariciaba a las que estaban en Otonokizaka durante sus años escolares. Una vez que empezaron a salir, el primer regalo de la peliazul fue un peluche de alpaca tamaño familiar que a Kotori le encantó y que aún conservaba en la casa que compartían; pero dicho peluche fue solo el inicio: de ahí vinieron los llaveros, las figuritas decorativas, las recurrentes visitas al zoológico... Con el paso de los años, un sinnúmero de objetos de alpaca adornaba el hogar, y Umi ya no podía soportarlo.

O eso decía, ya que cierto día la pareja hizo las maletas y se embarcó al norte de Chile para ver alpacas en su hábitat natural.

- Maldito sea ese onegai.

A Umi le faltaban dedos para contar las veces que terminó cubierta de saliva de alpaca en la preparatoria o en el zoológico, y ahora, solo para hacer feliz a su pajarita, la había llevado al otro lado del mundo, gastando los ahorros que tenía para remodelaciones.

- Gracias por hacer esto por mí, Umi-chan. Te amo, je, je.

A pesar de sus quejas, no podía evitarlo: le encantaba ver a su amada sonreír.

- ... Yo también te amo, Kotori.

- Ya te compensaré de alguna forma. Quizás con... –susurró en su oído, haciéndola enrojecer y arrojar humo.

- ¡K-K-KOTORI!

Tras el avión, las chicas tuvieron que tomar un bus antes de llegar a San Pedro de Atacama, en donde a pesar de su entrenamiento físico, Umi comenzó a experimentar síntomas de apunamiento, en contraste con Kotori, que parecía estar bastante cómoda. Si no fuera por los medicamentos que le recomendó Maki, la ojimarrón habría estado vomitando durante toda su estancia.

Después de encontrar alojamiento, intentaron contratar un tour para explorar las maravillas del desierto nortino, aunque Umi se encontró con otro obstáculo en ese momento: su manejo del español. Debió arreglárselas con gestos y algunas palabras en inglés al azar, aunque tuvo suerte de lograr un cupo para las dos.

- Espero que Kotori aprecie todo lo que estoy haciendo por ella.

A la mañana siguiente, poco después de que saliera el sol, Umi y Kotori abordaron la van del servicio de turismo y se encontraron con los demás pasajeros. Casi todos eran gringos que parecían clonados en un laboratorio. En cuanto el vehículo comenzó a andar, el guía empezó a contar cuál sería el panorama en inglés y español. Umi y Kotori lo escuchaban, pero salvo por alguna palabra ocasional, como alpaca (con la que a la peligris se le iluminaron los ojos), no entendían nada. De todas formas, no les importaba: preferían ver el paisaje por la ventanilla y deleitarse con algo no existente en Japón.

- Umi-chan, ¿no crees que el paisaje es bonito? Tal vez te inspire para tu próximo libro.

- Ahora que lo mencionas, el desierto tiene su encanto. Quizás no haya sido tan mala idea venir a un país tan lejano después de todo.

- ¿Verdad que sí? Al final ganaremos las dos. Yo veré a mis amadas alpacas y tú tendrás material para el futuro.

Viéndolo por ese lado, quizás la peligris tenía razón. Quizás debía dejar de sufrir y disfrutar la experiencia de visitar un país nuevo. Podría ser la causante, parcialmente, de sus desventuras, pero Kotori era también quien la motivaba a salir de su zona de confort y quien le había dado las mayores alegrías de su vida.

AlpacatástrofeWhere stories live. Discover now