Lanzamiento

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Isla de Hainan, República Popular China.

5 de mayo de 2025.

291 días Antes del Evento.

Año del Evento.

Todo el bullicio del centro espacial de Wenchang se concentraba en una de sus dos rampas de lanzamiento.

Aunque a los expertos no se les escapaba el hecho de su estratégica baja latitud a 19º del ecuador y su acceso marítimo para desplegar cargas, nunca habían dejado de considerarla poco más que una pequeña base espacial China, ubicada al noroeste de la isla de Hainan,

Sin embargo, la rampa, antes conocida como 101, estaba lista esperando el lanzamiento de la primera nave controlada íntegramente por una inteligencia artificial.

Todo estaba bajo control, las líneas de abastecimiento de gas, combustible y agua habían pasado con éxito los controles de los más altos estándares.

Todo el personal de control y servicio estaba pendiente de lo que pasaba en esa plataforma de despegue.

El clima era ideal para el lanzamiento y nada parecía ser un obstáculo para el inicio de la misión más importante de la era moderna.

En la sala de prensa se seguía con entusiasmo todo el proceso, mirando alternativamente las enormes pantallas estratégicamente ubicadas.

Control de misión empezó con el conteo descendente. Cuando indicó el tiempo de lanzamiento en "menos 6" segundos, se activaron los gigantescos rociadores de agua instalados en la torre guía, que comenzaron a volcar sobre la nave lo que al final del proceso serían algo más de un millón de litros.

Mientras el agua corría acariciando los cohetes de impulso, estos se encendieron y una densa nube de vapor envolvió toda la estructura de lanzamiento, disfrazando su verdadero cometido de amortiguar las vibraciones producidas por las ondas de presión que generaban los motores durante la etapa de encendido.

La cobertura de gases que envolvía al conjunto terminó por desvanecerse. Las abrazaderas de sujeción liberaron a la gigantesca nave. Un rugido indescriptible precedió a un chorro de gases incandescentes que parecían sostenerla suspendida en el aire y a pocos metros del suelo.

—¡Despegó! —se escuchó de forma uniforme en varios altavoces.

Gritos contenidos se escaparon de las gargantas de las personas que se encontraban en la sala de prensa.

En el momento en que la telemetría registró los 2 km de altitud y una velocidad superior a 500 km/h, todo estaba sucediendo lo previsto.

La nube de escape se convirtió en tubos blancos, fulgurantes y bien definidos, que impulsaban todo el conjunto hacia el cielo.

Control de misión avisó que, llegando a los 11 km de altura, se traspasó la barrera de sonido: 1.235 km/h. Nuevos gritos de júbilo inundaron el ambiente.

La información que se relataba por los altavoces, se escuchaba de forma clara, pero, al mismo tiempo, los datos llegaban en tiempo real a las tabletas de los periodistas.

La voz era una mera relatora del universo de cifras que podía leer en sus manos cada uno de los corresponsales de prensa.

Se escuchó un sonido de alerta que señalaba que la telemetría estaba registrando un momento específico de seguimiento. Max-Q se acercaba inexorablemente. Era el próximo hito a superar, el punto que determinaba el momento en que el conjunto soportaría el mayor estrés.

Algunos murmullos expectantes invadieron la sala. El estrés se veía en las caras del personal de servicio en la sala de control.

La nave atravesó Max-Q.

Ninguna luz roja encendida. Ningún indicador de peligro. El conjunto seguía en vuelo sin novedad. Un éxito.

Apenas habían pasado 2 minutos desde que la nave abandonó la isla de Hainan, cuando se anunció por megafonía que los cohetes de impulso desacelerarían hasta apagarse para ser liberados.

En las pantallas se vio al definido chorro de fuego ser reemplazado por una pequeña turbulencia anaranjada, indicando que el proceso mencionado por altavoces había comenzado.

Poco después, al llegar a los 9000 km/h, el carenado que protegía a los cohetes de impulso también fue liberado. Los primeros volverían a la base para su reutilización, el carenado formaría parte del conjunto conocido como "basura espacial".

Control de misión confirmó que la órbita de transferencia se había establecido correctamente apenas por debajo de la cota de 160 km de altura.

Si hubiéramos podido observar a La Tierra desde la nave, podríamos decir que ahora la superficie del planeta parecía acercarse. Era el conocido efecto de caída libre permanente que soportan las naves en ese particular recorrido orbital.

La órbita de transferencia garantiza que el viaje a Marte se haga utilizando la menor cantidad de energía posible, ya que usa la asistencia gravitacional para producir un efecto impulsor como si de una honda se tratase.

El tiempo estimado de travesía era de unos 8 meses y medio.

Todavía recorriendo la órbita de transferencia, la nave desplegó una velocidad de 21.000 km/h. Cuando se terminó de recorrer el primer tercio de la órbita de transferencia, Control de misión puso todos los indicadores en rojo. La última etapa de la misión estaba a punto de comenzar.

Por los altavoces se escuchaban los preparativos claramente.

—Procediendo a etapa de subrogación de mando. Encendiendo soporte de inteligencia artificial en 3,2,1: encendido.

Los indicadores mantuvieron el rojo durante unos segundos. Pasaron por el amarillo. Parpadearon un par de segundos. Cuando todos adquirieron el verde esperado, se escuchó por los altavoces.

—Hola Xiao Li. Aquí Control de misión

—Hola Control. Estoy operativa.

Más gritos de júbilos se escaparon de algunas gargantas, aunque fueron recriminados por miradas y pedidos de silencio.

—Efectúa el test completo, por favor —se escuchó decir a la voz de Control de misión.

—En proceso —respondió Xiao Li.

En apenas 1 segundo, el sonido del altavoz envolvió a toda la base.

—Ok. Control: todo ok. sonda Zheng He XXI camino a Marte.

Nada hubiera podido contener tantas emociones reprimidas. Todas las personas que formaban parte del personal de tierra estallaron en un grito sincero de alegría que afloró después de mucho tiempo contenido. Fue lo único que se oyó durante un breve lapso de tiempo.

Las felicitaciones mutuas y los abrazos no paraban de fluir.

—¿Jugamos al ajedrez? —dijo una voz por los altavoces en un mandarín pronunciado con total claridad.

—¡Hola, profesor Chen! —saludó Xiao Li— Con mucho gusto ¿blancas o negras?

—Blancas —respondió la voz.

Alguien apagó el sistema de megafonía. Antes de que todas las pantallas se volvieran totalmente negras, por apenas unos segundos apareció en una de ellas un tablero de ajedrez.

En la sala siguieron festejando.

Y aunque todavía no lo sabíamos, estábamos en el día 291 A.E.

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