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- ¿Quieres que nos vayamos ya?

     Alba se pegó a Natalia asintiendo con un puchero. Eran más de las cuatro de la mañana y hacía una hora que los amigos de Natalia se habían ido con un Alfonso que parecía haberse bebido hasta el agua de los charcos, pero las dos chicas seguían en El Convento dándolo todo. Sin embargo, las horas bailando y la semana entera de trabajo les pesaba sobre los hombros, por lo que estaban agotadas. Salieron del local con las manos entrelazadas en búsqueda de un taxi libre. No tuvieron demasiada suerte, absolutamente todos los que pasaban estaban ocupados, por lo que decidieron caminar parte del camino hasta la casa de la más alta mientras buscaban una de esas ansiadas luces verdes.


     La luz de la ciudad se colaba por una ventana del rellano mientras Natalia abría la puerta de su casa. Dejó la riñonera con las cosas de ambas sobre una mesa y miró a Alba.

- ¿De verdad prefieres irte a tu casa?

- No quiero molestar ni nada, que es tu casa.

- No molestas. Y ya has visto lo chungo que está para pillar un taxi. Si estuviera sobria te llevaría en la moto pero no es el caso. Y a mi completamente lúcido cerebro solo se le ocurre que te quedes aquí conmigo así que eso vas a hacer -habló con voz pastosa, haciendo que Alba elevara ligeramente las comisuras de los labios.

- Gracias, Nat -se puso de puntillas para depositar un beso en su mejilla.

- No hay de qué, gatita.

     Sus miradas coincidieron por milésimas de segundo mientras Natalia se giraba hacia su habitación. De camino se quitó la chaqueta y empezó a desabrocharse la camisa. Fue dejando las prendas tiradas en el suelo hasta que llegó a su cama, donde se tiró en plancha ya solo con el pantalón y el sujetador, quedando inconsciente al momento.


     El ruido fue leve pero no lo suficiente como para no despertar a Natalia. Palpó la mesita que tenía a su lado con la mano, tenía la sensación de que estaba sonando el despertador pero esto sólo ocurría en su cabeza. Gruñó al incorporarse.

- Buenos días, bella durmiente.

- Lo de bella lo dirás por tí -respondió frotándose los ojos con los puños y bostezando-. Yo ahora mismo debo parecer el sombrerero loco o algo así.

- ¿Cuándo llegará el día en que dejes de ser tan exagerada? -Alba se tumbó en la cama a su lado. Había corrido la cortina para que la luz no les diera de frente y no despertar a Natalia, pero había fallado en eso último.

- Cuando me muera.

- Eres un caso perdido -sonrió Alba.

     Natalia se tapó con la sábana hasta la cabeza.

- Déjame dormir.

- Pero bueno, que mala anfitriona que eres. Te traes a una invitada a casa y ni le preparas la comida, que fuerte.

- ¿Cómo que la comida? ¿No va antes el desayuno?

- Si tu quieres desayunar a las dos menos cuarto de la tarde, por mí bien.

- ¡¿Las dos menos qué?! -se incorporó de golpe

- Natalia cálmate que es domingo y hoy no abre Eilan's World.

- Ah, es verdad -se volvió a tumbar- ¿Por qué me has dejado dormir tanto?

- No lo sé, a mi no me gusta que me despierten nunca -se encogió de hombros.

- Gracias, gatita.

- De nada, Natalia.

     Se quedaron en la cama un rato más, hablando y riéndose de cualquier cosa. Las manos de Alba volaban rozando imperceptiblemente la piel de Natalia hasta que se hizo el silencio.

El Gato Negro // AlbaliaWhere stories live. Discover now