La chica llego cuando Daniela terminaba de guardar sus cosas, le dolían las piernas de tanto caminar y la espalda por estar sentada escribiendo en el computador, pero todo esto pareció desaparecer cuando la pelinegra entró a saludarla y la besó, probablemente un poco emocionada pero en ese momento nada de eso importaba, no existía nada más, solo ellas dos.

Una vez que se separaron del beso pudo ver bien a María José, se notaba un poco emocionada, bueno tal vez mucho.

—¿Haz tomado algo antes de venir? —pregunto con delicadeza —No te vez como siempre

—¿Qué? No, claro que no... Bueno si, una lechita de fresa pero nada mas —dudó un poco antes de contestar alegremente

—Te vez bastante emocionada —rió al ver que la pelinegra daba pequeños saltos

—Mmm... Pues, lo estoy, sí, un poquito —habló con voz de bebé mientras entrecerraba sus ojos y hacían un movimiento con su mano

—¿Por qué? —preguntó mientras reía, la chica se veía realmente tierna

En ese momento para sus saltos en seco y su sonrisa se borro de su rostro haciendo que Daniela se preocupara

—No me acuerdo —dijo antes de soltar una sonora carcajada, el aire que le había echo falta a Daniela por fin regresaba a sus pulmones —¿Quieres ir a comer?

—Sí —la sonrisa que se formo en sus labios era gigantesca

—Entonces ¿Qué estamos esperando? Vamos —dijo tomando su mano para llevarla hasta su auto

Una vez dentro del carro arrancaron, Daniela no sabía exactamente a que lugar irían, dejaría que la pelinegra la sorprendiese, siempre lo hacía, parecía ser una caja llena de sorpresas.

Lastima que no todas fuesen buenas.

La ojiverde parecía bastante concentrada en el camino, sus ojos no se apartaban de la acera a menos que fuese para mirar a la castaña, estaba realmente feliz, y María José le tomó la mano, aunque no pudo evitar ver la venda que cubría su mano. Siempre lo hacía, le incomodaban un poco pero la chica no le permitía hacer nada.

Fueron a comer al mismo café de siempre, se sentaron en una mesa de los alrededores del lugar, a María José ya no parecía importarle la mesa central, ahora lo único que le importaba era estar cerca de la castaña. Cuando llego la comida la peliengra recibió algunos mensajes los cuales no tardó en contestar, no le gustaba que la molestasen estando con Daniela.

—¿Quieres salir conmigo en la tarde? Iremos al lago —pregunto tomándole la mano y acariciando el dorso de esta

—¿Es una cita?

—Pues... Algo así, Paula va a venir, dice que no tiene nada que hacer. Pero no me gusta estar sola con ella, es rara

—¡Ja! Aja, sólo Paula

—Boba —contestó con dulzura

Una gran idea vino a su mente

—¿Puedo llevar a mi hermana?

—Claro, espero que sea igual de divertida que tu —dijo tocándole la punta de la nariz

—Lo es

(...)

Cuando las cuatro chicas; Paula, Daniela, María José y Juliana llegaron al parque por la tarde, la pelinegra no se veía muy contenta con que su amiga fuese.

POMPEIAWhere stories live. Discover now