Por eso, cuando por fin me recuperé del impacto que me había causado la noticia de Jane, y aprovechando que los hechos relacionados a esa parte de mi vida estarían desarrollándose lejos de mí, en el campo, con mamá, decidí que era la oportunidad perfecta para ocuparme de mis otras preocupaciones, lo que incluía ponerle fin al asunto de Anteros.

Me pasé la tarde reflexionando cómo invocarlo, y a la hora de cenar expuse el único plan que se me había ocurrido.

—¿Y si me prestas la moto para usarla como carnada? —pregunté a Adrian.

—Ni lo sueñes —repuso.

—Solo será un momento.

—No.

—Te la devolveré.

—No.

—Si se arruina, te conseguiré otra mejor.

—Hasta tú sabes que no podrías.

Y con eso, mi única opción se derrumbó por completo.

—Bueno, tendrás que pensar algo mejor —señaló Ada, destacando mi fracaso.

Tuve que morderme la lengua para no gritarle que se mantuviera callada.  Eros me había explicado que todos los días era una batalla campal para hacerla salir de casa, vivía con su papá en un departamento cerca de la universidad, no sabía nada de su mamá, pero nadie la mencionaba, y ninguno se molestaba en hacer teorías sobre su paradero. 

Por esa razón, enojarla solo le daba argumentos para no querer venir y si ella no venía, Eros tampoco.

Iba a admitirlo, en el fondo también estaba celosa.  ¿Por qué de todas las personas tenía que ser ella? Hasta Adrian me habría parecido mucho más tolerable. 

Me la imaginé pasando las noches con él y tuve que morderme para no gritar, pues era imposible que le ocultara a su familia todo el tiempo por qué no dormía en casa.  Me la imaginé metiéndolo a escondidas, sin que su padre se enterara, y me sentí aún peor, pues se suponía que ese era mi papel, no el de ella.

—Bueno, nos vamos —anunció Ada, y quise arrojarle un plato.

Miré a Eros con tristeza, y sus ojos me devolvieron un mensaje similar.

—¿Me esperas un minuto? —inquirió.

—No quiero esperar —replicó ella.

—Solo te estoy pidiendo un minuto.

—Ese minuto pueden aprovecharlo en la entrada, me quiero ir.

—Ada... ¿En serio quieres que te fleche con un sapo?

—No serías capaz.

—Ponme a prueba —Propuso el dios—.  Sabes que la cago sin intención, imagínate lo que sería capaz de hacer si quisiera.

La aludida dudó, y estando en su lugar yo también lo hubiera hecho.  Sin embargo las pruebas indicaban que era mejor no arriesgarse.

Salimos al patio trasero, el único lugar donde podíamos tener algo de privacidad, ya que Adrian tenía por costumbre fastidiar cada vez que nos encerrábamos en un cuarto.

Vi en su rostro que estaba por decirme algo importante, así que decidí no darle tiempo y lo besé, para trasmitirle todo lo que yo sentía.

Fuimos dueños de nuestro tiempo por un instante, luego nos separamos apenas un par de centímetros y entonces habló.

—Tengo algo que darte —anunció.

—¿Qué cosa? —pregunté.

Fijó su atención en el collar donde todavía resguardaba su corazón, y luego, como si fuera un acto de magia, hizo aparecer un ramo de rosas rojas.  En el centro resplandecía un objeto de metal, una flecha que reflejaba la luz de la luna.

Casi me quedo sin aire.

—Una flecha de plomo —musité.

—Cumpliste tu parte del trato, incluyendo el bonus de la ducha —dijo—.  Peter Parker y su Tigre, Nick y Agnes, Agus y Flor, Jane y Victor.

—Pero no todos son felices.

—No es lo esencial —contestó—. Ya lo sabes, el amor es así.  Si ellos son felices, se aman y se respetan, nada más es necesario.

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¿Qué les pareció el capítulo?

Les aviso que al rato subiré otro y luego, no volveré a actualizar hasta el sábado, porque la universidad me está matando.

Les aviso que al rato subiré otro y luego, no volveré a actualizar hasta el sábado, porque la universidad me está matando

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Cupido Otra Vez [#2] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora